En
1921 España recibió con angustia la noticia de los 1.500
españoles degollados en Monte Arrui. Como los moros habían
dejado con vida a los oficiales para cobrar rescate, el rey
Alfonso XIII había comentado: ”Qué cara se ha puesto la
carne de gallina”. Cuando los supervivientes del desastre
de Annual desembarcaron en Tarifa, el rey se encontraba a
unos kilómetros de allí, cazando con el Duque de
Medinasidonia en el Coto de Donana, y no se dignó en ir a
recibirlos. Después, con 12.000 familias españolas de
luto, se marchó a Francia a participar en un campeonato
internacional de polo. Fue ante todo la incapacidad e
irresponsabilidad del rey lo que trajo la república y la
guerra civil. No era la primera vez que un Borbón se había
mostrado irresponsable: la conducta de su abuela Isabel II
había abierto la vía al caos de la Primera República y la
consiguiente desintegración territorial de España
(!incluso Jumilla se declaró independiente!), evitada en último
extremo por la intervención del ejército que restableció
a los Borbones en el trono de España.
Pensando
en los Borbones, Napoleón exclamó desde su exilio de Santa
Elena: ”Pobres españoles, merecían algo mejor”. Pero
algo mejor no tuvieron. Sin los Borbones, España se
precipitó en el enfrentamiento civil no en una , sino en
dos ocasiones.
La
España de 1936 era un país mucho más pobre y atrasado, y
sin embargo disponía de unas enormes reservas espirituales,
de una generación entera de jóvenes y no tan jóvenes
dispuestos a arriesgar su vida en los campos de batalla en
aras del interés general. Es muy difícil para un español
de hoy en día ponerse en la piel de un español de hace 70
años. Sería difícil imaginar que un joven de hoy en día
renunciase a una vida confortable y centrada en lo material
para sacrificarse en aras del interés general, de valores
espirituales como los de Dios y Patria. Pero en aquel
entonces eran miles los voluntarios que nutrieron las filas
de requetés y falangistas, que con su sangre hicieron
posible un modelo social que ha conducido unas décadas más
tarde a la actual prosperidad. Está claro que su sacrificio
ha sido olvidado, el sacrificio de tantas vidas segadas en
la flor de la vida.
No
murieron por la propiedad privada o la sociedad de clases,
como pretenden hacernos creer, sino por la dimensión
espiritual de la vida y la libertad profunda del hombre. En
medio de la mayor persecución religiosa de nuestra
historia, de la quema de iglesias y de la tortura y
asesinato en masa de los católicos por el hecho de serlo,
hubo muchos compatriotas que no se resignaron a la bajada a
los infiernos de la milenaria civilización cristiana de
España.
España
ha avanzado en lo material, pero en lo espiritual el balance
es negativo. La civilización cristiana se encuentra en fase
de acoso y derribo. La idea de Patria se ha perdido de tal
forma, que se permite la colonización de España por una
masa de color en detrimento de los nacionales;
tienen lugar 50.000 abortos anuales, las tasas de
alcoholismo y drogadicción entre los jóvenes son
aterradoras, el asesinato de las mujeres parece haberse
convertido en el deporte de los padres de familia,
ostentamos el récord europeo de horas ante la televisión,
de baja natalidad y de cierre de librerías. Ante todo el
hastío existencial, el profundo aburrimiento de un país
adicto al sexo y a la televisión.
Dando la espalda al sacrificio de la generación del 18 de julio, nos
hemos convertido en un lodazal. Nunca se ha vivido mejor en
España desde el punto de vista material, pero nunca la
dimensión espiritual ha sido más ignorada. Lo que hace a
la vida digna de ser vivida es lo que falta en la actual
generación de españoles, y es lo que llevó a los españoles
de entonces a morir, lejos de sus hogares, pero con la
mirada puesta en Dios.
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Frente
a la revancha, justicia..., por Pituca.
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Los
puentes hacia la libertad, por Almirante.
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Franco,
escudo de demócratas, por Ricardo Pardo
Zancada.
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18
de Julio de 2006, por Jakim Boar.
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18
Julio, 70 años después, por Jaime Pérez.
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El
Alzamiento en Málaga, por Eduardo.
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Setenta
años después, por Rafael.
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Gracias,
por J. Esteban.
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La
necesidad y justificación de aquel día, por
Miquel Ángel.
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Cruzada
espiritual de Occidente, por Pelayo.
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Alzamiento
Nacional, por Quique.
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El
eco de un pueblo, por Pedro.
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El
18 de Julio y el cabezazo de Zidane, por
Antonio.
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Caminos
a lomos de Gigantes, por Rafael. |
Especial
18 de Julio de 1936.
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