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Actualizada: 16 de Julio de 2.006.  

 
 
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  18 de Julio, 70 aniversario del Alzamiento.

Setenta años después.

Rafael Sanz.18/07/2006.

En 1921 España recibió con angustia la noticia de los 1.500 españoles degollados en Monte Arrui. Como los moros habían dejado con vida a los oficiales para cobrar rescate, el rey Alfonso XIII había comentado: ”Qué cara se ha puesto la carne de gallina”. Cuando los supervivientes del desastre de Annual desembarcaron en Tarifa, el rey se encontraba a unos kilómetros de allí, cazando con el Duque de Medinasidonia en el Coto de Donana, y no se dignó en ir a recibirlos. Después, con 12.000 familias españolas de luto, se marchó a Francia a participar en un campeonato internacional de polo. Fue ante todo la incapacidad e irresponsabilidad del rey lo que trajo la república y la guerra civil. No era la primera vez que un Borbón se había mostrado irresponsable: la conducta de su abuela Isabel II había abierto la vía al caos de la Primera República y la consiguiente desintegración territorial de España (!incluso Jumilla se declaró independiente!), evitada en último extremo por la intervención del ejército que restableció a los Borbones en el trono de España.

Pensando en los Borbones, Napoleón exclamó desde su exilio de Santa Elena: ”Pobres españoles, merecían algo mejor”. Pero algo mejor no tuvieron. Sin los Borbones, España se precipitó en el enfrentamiento civil no en una , sino en dos ocasiones.

La España de 1936 era un país mucho más pobre y atrasado, y sin embargo disponía de unas enormes reservas espirituales, de una generación entera de jóvenes y no tan jóvenes dispuestos a arriesgar su vida en los campos de batalla en aras del interés general. Es muy difícil para un español de hoy en día ponerse en la piel de un español de hace 70 años. Sería difícil imaginar que un joven de hoy en día renunciase a una vida confortable y centrada en lo material para sacrificarse en aras del interés general, de valores espirituales como los de Dios y Patria. Pero en aquel entonces eran miles los voluntarios que nutrieron las filas de requetés y falangistas, que con su sangre hicieron posible un modelo social que ha conducido unas décadas más tarde a la actual prosperidad. Está claro que su sacrificio ha sido olvidado, el sacrificio de tantas vidas segadas en la flor de la vida.

No murieron por la propiedad privada o la sociedad de clases, como pretenden hacernos creer, sino por la dimensión espiritual de la vida y la libertad profunda del hombre. En medio de la mayor persecución religiosa de nuestra historia, de la quema de iglesias y de la tortura y asesinato en masa de los católicos por el hecho de serlo, hubo muchos compatriotas que no se resignaron a la bajada a los infiernos de la milenaria civilización cristiana de España.  

España ha avanzado en lo material, pero en lo espiritual el balance es negativo. La civilización cristiana se encuentra en fase de acoso y derribo. La idea de Patria se ha perdido de tal forma, que se permite la colonización de España por una masa de color en detrimento de los nacionales;  tienen lugar 50.000 abortos anuales, las tasas de alcoholismo y drogadicción entre los jóvenes son aterradoras, el asesinato de las mujeres parece haberse convertido en el deporte de los padres de familia, ostentamos el récord europeo de horas ante la televisión, de baja natalidad y de cierre de librerías. Ante todo el hastío existencial, el profundo aburrimiento de un país adicto al sexo y a la televisión.

Dando la espalda al sacrificio de la generación del 18 de julio, nos hemos convertido en un lodazal. Nunca se ha vivido mejor en España desde el punto de vista material, pero nunca la dimensión espiritual ha sido más ignorada. Lo que hace a la vida digna de ser vivida es lo que falta en la actual generación de españoles, y es lo que llevó a los españoles de entonces a morir, lejos de sus hogares, pero con la mirada puesta en Dios.

 


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