El
próximo 18 de julio se celebraran 70 año de la Cruzada
nacional, aquel magno episodio de nuestra historia reciente
que hoy algunos quieren convertir en un simple levantamiento
faccioso contra un gobierno legalmente constituido. En estas
líneas no pretendo analizar los factores políticos e ideológicos
que intervinieron en la gestación del 18 de julio, eso lo
dejo para los historiadores y analistas, mi pretensión es
hablar del aspecto espiritual de aquel levantamiento
protagonizado por hombres de fe y de honor.
Uno de
los elementos que destacaría es el carácter religioso de aquélla
lucha: los españoles que se unieron al Alzamiento nacional
eran en su mayoría católicos practicantes, muchos de ellos
campesinos de la noble Castilla, carlistas de la heroica
Navarra, y falangistas, porque Falange tuvo siempre un
importante componente catolico que la diferenciaba del
Nazismo y del Fascismo, aunque con matices modernos como
avanzado era el pensamiento de José Antonio. ¿Por qué se
alzaron esos católicos? La razón es sencilla: estaban
defendiendo su libertad religiosa, el derecho que tiene todo
hombre libre de practicar su religión y educar a sus hijos
en la fe recibida, que la Republica liberal y marxista les
estaba negando al amparo de una Constitución masónica y
antiespañola. Esta situación equipara al levantamiento del
18 de julio con las olvidas guerras vendeanas, sostenidas
por los católicos franceses de la región de la Veende
contra el Régimen del Terror implantado por Robespierre
que, como la Republica española, negaba a los católicos
franceses su derecho a rendir culto al verdadero Dios y a
ser leales al Papa, intentando sustituir la Religión
cristiana por un amago de Panteísmo de corte masónico, que
no anda lejos de lo que hoy se quiere imponer a los católicos.
El carácter
de Cruzada espiritual al Alzamiento de 1936 no sólo lo da
el apoyo y manifestación explicita del mismo como Cruzada
por el Papa Pío XI, sino el apoyo que recibió la causa
nacional de hombres de distintos países que, unidos bajo
una misma fe, vinieron a luchar contra el bolchevismo;
incluso encontramos casos de no católicos en las filas
nacionales, ahí tenemos a los rumanos, e incluso se sabe
que en ciertas sinagogas de París se rezaba a favor del
triunfo de los nacionales contra los asesinos de sacerdotes
y monjas. He ahí el carácter espiritual que alcanzó
nuestra Cruzada, en la cual no se lucho por la implantación
de tal o cual Régimen o ideología, sino por preservar un
derecho fundamental de todo hombre, que es el de poder
rendir culto libremente a Dios, derecho que no puede ser
restringido por ningún Estado, como hoy día parece ser que
quieren ciertos señores.
A la
pregunta de dónde estaba Dios en aquellas horas, que ahora
hacen a la Iglesia española algunos intelectuales de
izquierdas, yo les respondería con otra pregunta: dónde
estaba el hombre cuanto eras asesinados hombres, mujeres, niños,
ancianos, militares, sacerdotes, religiosos, monjas, hombres
y mujeres de Acción Católica, estudiantes, obreros, etc.,
por el mero hecho de ser católicos, de ir a misa, de
haberse consagrado a Dios; dónde estaba la libertad que
pregonaban desde las calles, las trincheras, los panfletos,
discursos, etc., cuando los maridos eras sacados de sus
casas para ser fusilados en inhóspitas carreteras por ser
monárquicos o católicos. En verdad el sueño de la razón
produce monstruos, pero que monstruos. A esos señores
intelectuales les voy a decir donde estaba Dios: Él estaba
en los sacerdotes que perdonaban a sus asesinos, en los
padres de familia que eran separados de sus seres queridos
para ser llevados a un destino incierto, en las religiosas
que eran insultadas, en los niños que eran asesinados, en
aquellos jóvenes que morían en el frente después de
recibir a Cristo eucaristía, en los que afrontaban el paredón
con entereza y firmeza, etc. Ahí tenemos el ejemplo de José
Antonio, que en los momentos anteriores a su muerte se
preparaba como buen cristiano para recibirla, reconociendo
sus faltas y sometiéndose a la misericordia de Dios.
Y los católicos
que apoyaban a la Republica. Tal vez sean el mejor exponente
de cobardía y respetos humanos que nos proporciona la
historia. Como podían permanecer impasibles ante las
matanzas de clérigos y religiosas; como podían
escandalizarse de la represión en la zona nacional,
mientras callaban ante la practicada por los rojos delante
de sus propios ojos. Lo triste es que hoy día también
vemos ejemplos de esta hipocresía: muchos se llaman católicos,
pero apoyan o permanecen indiferentes ante los ataques que
la Iglesia sufre, a cambio reciben prebendas tales como
ministerios o Estatutos de Autonomía, mientras que el común
de los fieles sufrimos y callamos ante las humillaciones e
insultos que recibimos en nuestras personas o en las de los
prelados y el Papa.
¿Qué
hubiera sido de Occidente sin el 18 de julio? Ahora que en
Bruselas se condena la memoria y obra del Caudillo, es
tiempo de recordar que con su victoria quedo salvaguardada
la civilización occidental, porque la España católica
supo dar una lección a Occidente entero de que el comunismo
no era invencible, sino que un pueblo pobre pero unido bajo
una misma fe había sido capaz de derrotar a las hordas asiáticas
de Stalin, como en otro tiempo había logrado derrotar a
Napoleón, quien nos definía como “un pueblo de
beatas”. Como la historia ha demostrado, Occidente no sólo
no pudo derrotar al comunismo en los largos y tensos años
de la Guerra Fría, sino que prefirió aliarse con él
contra España, y de esa unión surgió en engendro de Unión
Europea que ahora se atreve a dar lecciones de democracia,
cuando el Grupo Popular Europeo debería callarse ya que en
los años de la Segunda Guerra Mundial esa misma derecha no
dudo en coquetear con Hitler primero y con el Comunismo
después, a fin de tener tranquilas las fabricas; y la
Izquierda Europea mejor seria que no estuviese en ningún órgano
democrático, porque en los 60 aplaudía con beneplácito a
los tanques rusos que se paseaban por Praga, al genocida de
Mao y al guerrillero de salón Ernesto “Che” Guevara.
Hoy,
cuando el laicismo se alza como una nueva ideología
totalitaria, es más necesario que nunca ahondar en las raíces
espirituales del 18 de julio, que no ha de quedarse en una
mera fecha conmemorativa, al contrario, todos los días de
nuestra existencia deben ser 18 de julio, porque debemos
alzarnos contra todo aquello que va contra el alma de España,
pero también de Occidente. Si queremos reconquistar España
hemos de empezar por su alma, infundiéndole nuevo brío,
volviendo a sacar la fe a las calles y plazas de nuestra
Patria, solo así lograremos la verdadera unidad de España,
como ya indicaba Menéndez Pelayo, en la unidad católica de
España esta la clave de su unidad territorial, de ahí, que
perdida la primera la segunda se haya producido y que
podemos ver en un corto plazo de tiempo un Estado Federal y
laico, y del mismo modo, la unidad de Europa sólo puede nacer de la
unidad de fe.
Sean
estas líneas un pequeño homenaje a todos aquellos que
hicieron posible, con la ayuda de Dios, que desde 1939 los
españoles pudiéramos manifestar libremente nuestra fe en
Cristo, y que ojala que el mismo Dios que dio la victoria a
Franco, el Dios de los Ejércitos y de los Mártires, no
permita que esa libertad conquistada con la sangre de
nuestros Caídos sea hoy vulnerada, y que su memoria junto a
la del Caudillo sea pisoteada. Que en su misericordia Dios
haga ver la luz a quienes quieren privar de la suya a las
almas, y como el Buen Ladrón, se conviertan y entre todos
hagamos una España mejor como quería José Antonio.
|
|
Frente
a la revancha, justicia..., por Pituca.
|
|
Los
puentes hacia la libertad, por Almirante.
|
|
Franco,
escudo de demócratas, por Ricardo Pardo
Zancada.
|
|
18
de Julio de 2006, por Jakim Boar.
|
|
18
Julio, 70 años después, por Jaime Pérez.
|
|
El
Alzamiento en Málaga, por Eduardo.
|
|
Setenta
años después, por Rafael.
|
|
Gracias,
por J. Esteban.
|
|
La
necesidad y justificación de aquel día, por
Miquel Ángel.
|
|
Cruzada
espiritual de Occidente, por Pelayo.
|
|
Alzamiento
Nacional, por Quique.
|
|
El
eco de un pueblo, por Pedro.
|
|
El
18 de Julio y el cabezazo de Zidane, por
Antonio.
|
|
Caminos
a lomos de Gigantes, por Rafael. |
Especial
18 de Julio de 1936.
|
|