Por
Pablo Gasco de la Rocha.
Apenas comenzado el año, la revista Época,
uno de los foros del PP, sentenciaba en portada: "Zapatero
destruye el legado de Suárez" (26 de enero -1 de febrero de
2007) Y es que, con harta frecuencia, se suele apuntar que Rodríguez
Zapatero se ha distinguido por destrozar sistemáticamente la obra
de aquel hombre, hoy sin memoria, que es Adolfo Suárez, merced a un
discurso político peligroso, y hasta irresponsable, que banaliza el
incumplimiento de determinadas leyes, permite los actos de desprecio
a la Corona y sustenta gran parte de su labor política en las
amenazas dirigidas contra el principal partido de la oposición.
Pero como Suárez nos coge ya lejos, pese al eco de la entrevista
"inédita" publicada en el suplemento de ABC (23-09-07)
D7, que desvela a un hombre profundamente decepcionada con su labor
política, la pregunta deviene obligada... ¿Y cuál es el legado de
Suárez?
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En primer lugar,
desmantelar un sistema político tras una simple proposición de
Reforma. Una ruptura absolutamente ilegal con el único propósito
de confeccionar una Constitución que sirviera como marco de
convivencia para el nuevo orden político que se pensaba implantar a
espaldas del pueblo. Una Constitución que Suárez presento al rey,
y que éste refrendo con una serie de imperfecciones que son las que
hoy nos conducen irremediablemente a la desmembración de la nación.
En segundo lugar, asegurar la corona a Juan Carlos a
base de vaciar de contenido la propia institución monárquica, la
Corona, como forma de Estado; hasta el punto de ser Carrillo, el
asesino de Paracuellos, la repugnante "rata de Pontejos",
el más fervoroso y entusiasta de los admiradores del Borbón, lo
que sin duda dice bien poco de la Corona y de su representante. Y
en tercer lugar, "Legalizar todo lo que estuviera en la
calle", como el mismo mirlo del Rey, Suárez, prometió
que haría, y que es, en gran proporción, el origen de la
putrefacción moral que hoy padecemos.
Por eso, frente a
los que mantienen y sostienen impenitentemente que la situación que
atravesamos es producto y consecuencia de la política seguida por
el Gobierno de Zapatero: negociación con ETA, reforma del Estatuto
catalán, desvergonzada manipulación de la Justicia (en concreto de
la Fiscalía) y maniobras empresariales a la sombra del Estado, una
reflexión más sincera sitúa la situación en el devenir de estos
treinta últimos años de España. Correspondiéndole a cada
Gobierno su parte de responsabilidad, y al Estado en su conjunto, la
máxima de todas.
Dijo José Antonio,
esa esperanza que tiene que emerger, y que está tardando demasiado,
que "los antis eran tapones para las ideas", y dijo también,
que "había que recorrer la vida por el amargo camino de la crítica,
aunque siempre fuera amargo el criticar". Pues bien, desde
estas dos aseveraciones, y desde el recuerdo a las casi mil víctimas
de ETA y a todas esas víctimas silenciosas y silenciadas de
la droga -se habla de una generación entera de jóvenes arrastrados
a la muerte por el discurso falsario de la libertad imprecisa que
voceo la izquierda, la etapa "la Movida" que hoy celebra
el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, ambas instituciones
dirigidas por el PP-, convengo en pedir, ante el desastre manifiesto
de la Nación y el estado de putrefacción de la Patria, se rebaje
la responsabilidad criminal al actual Gobierno de España, al mismo
tiempo de reclamar a quien tiene la máxima responsabilidad un
"golpe de timón", pues ni los partidos políticos ni
quienes les dirigen permiten que se adopten medidas oportunas.
Nos estamos jugando
mucho en España, y el Rey, pese a ser un experto en ceñida
-ir contra viento- deber considerar, desde su puesto de mando, que
navegamos con mar brava y viento desfavorable. Porque los alegatos y
argumentos del republicanismo izquierdista que viene, no son huecos,
que seria lo último que nos faltará en la actual situación.
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