El
eco de nuestro primer aldabonazo
El día 12 de diciembre pasado enviamos a los
“medios” de difusión nacional (prensa, radio y televisión),
unas reflexiones respaldadas por un inusual numero de firmas de las
que un tercio son mujeres. De una u otra forma todas las firmas
estaban relacionadas con el Ejército. No teníamos esperanzas en su
aceptación por la prensa, radio y televisión, pero contábamos con
ese inmenso campo de difusión de noticias e ideas que es
“Internet, y nuestras “Reflexiones” corrieron como la pólvora
despertando odios casi satánicos, pero también, simpatías y
adhesiones, incluso desde la América Hispana. Insistimos en este
tema pensando en aquellos compañeros que
pudieron considerar que nuestro esfuerzo había sido inútil.
La situación se agrava
Desde la redacción de las
primeras “Reflexiones” hasta el lanzamiento de esta segunda
andanada, no hay espacio o sector que no se quiebre, tambalee o
parezca marchar sin rumbo. El brutal atentado de Barajas ha servido
para mostrar el desolador panorama de la sociedad española,
dividida y enfrentada hasta en algo tan tremendo como es la lucha
contra los terroristas y quienes les apoyan, y la facilidad de cómo
un atentado tan brutal pasa rápidamente al olvido más suicida. La
huelga de hambre de un asesino y su posterior envío a prisión de
lujo cerca de los suyos, despierta en ciertos sectores una piedad
que jamás se había mostrado hacia sus numerosas víctimas, y ha
confirmado, una vez más, el desconocimiento sobre España que se
suele tener en Europa, comprensible por la división reinante en los
políticos españoles en cuestiones de Estado. No olvidemos que
partidos representados en las Cortes fueron en otro tiempo soporte y
ayuda del terrorismo etarra, y de otros que hoy vuelven a resurgir
en esta España irreconocible.
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Los partidos vascos,
incluido el PSOE en su versión PSE, y los catalanistas, van por
libre, no ya hacia la autodeterminación, sino hacia la
independencia, ante el “dejar
hacer” de la Moncloa y el silencio suicida de la Zarzuela. Mucho
han conseguido ya, entre otros logros, la progresiva marginación y
destrucción del español y de “lo” español, maniobra miserable
a la que se está uniendo con raro entusiasmo Galicia.
Las dos Españas han vuelto
a aparecer de forma lamentable gracias al presidente del gobierno
más sectario y rencoroso que ha tenido España a lo largo de su ya
larga Historia, al que apoya un partido “social-capitalista” de
perfiles cada vez más imprecisos. Frente a ellos, una oposición de
firmeza pasajera y titubeos constantes, incapaz de detener esta
caída hacia la descomposición de la sociedad y, con ella, de la
misma esencia de España. En las calles se manifiestan estas dos
Españas, una de ellas trata de recuperar la “Bandera de los
campos de fútbol”, para después regresar al silencio y a la
espera ¿A la espera de qué?
Si para poder gobernar hay
que pactar con
los enemigos de España, pues se pacta.
De ahí la presencia en las Cortes
de individuos cuya misión no es la de cooperar a la gobernabilidad
de España sino, todo lo contrario, hacer ésta imposible en
beneficio de su partido y de su política de patio, única razón de
su presencia en el cada vez más degradado hemiciclo. España está
en manos de esas minorías gracias a la política de “los
compañeros de cama”, esencial para los partidos si es que quieren
gobernar. Y no podemos silenciar que esta degradación está
salpicando a una parte del denominado “poder judicial”.
Desde el despertar, a la
nada
La España anestesiada,
drogada y sesteante parece despertar cuando el petardazo suena
demasiado fuerte y muestra sus sentimientos patrióticos de unidad y
hasta su raíz cristiana, que ya es mérito en estos tiempos
laicistas que corren. Se suele oír una frase, dicha con la mejor
intención, pero que tiene una carga de profundidad más que
peligrosa: “España será lo que quieran los españoles”.
Porque nosotros nos preguntamos: ¿qué españoles deciden lo que
debe de ser España? ¿Españoles de un par o tres de generaciones
actuales con derecho a voto pueden decidir cómo ha de ser la
España del futuro, incluso si ha de ser o no ser, por la fórmula
milagrosa de que “dos es mayor que uno”? ¿Qué derecho tienen
las generaciones actuales (las votantes) a deshacer lo que han hecho
los españoles durante siglos, y qué derecho tenemos para deshacer
ese patrimonio, entregándoles a las generaciones futuras unos
restos que ya no merecen el nombre de España? Españoles somos los
que hoy vivimos en esta sufrida tierra, pero también lo son los que
ya han muerto y los que han de nacer, al menos a los que lo permitan
las brutales leyes abortistas. Podemos decidir la forma de Estado o
de Gobierno, pero no si España ha de desaparecer para convertirse
en algo irreconocible, insolidario, con odios vecinales, fronteras,
idiomas, dialectos y fablas obligatorios.
Hemos de tener en cuenta que
los que hoy tienen veinte, treinta, cuarenta… años, no conocieron
la guerra, la posguerra, el desarrollo económico y social, ni los
primeros años de la transición, pero son, sin embargo, los que
desde su infancia, y a lo largo de toda su vida, han recibido más
directamente el brutal lavado de cerebro y la mejor programada
descristianización jamás realizada en España. Y muchos de ellos
son los que desde la prensa, radio y televisión, dirigidos y
manipulados por los veteranos poncios del rencor, pontifican sobre
nuestro pasado que ellos desconocen de forma abrumadora.
Cuando España no se
cuestionaba
Somos nostálgicos porque la
situación nos obliga a recordar cuando a España no se la
cuestionaba, pero nuestro objetivo, pese a la edad de muchos de
nosotros, es el futuro, porque también es el de nuestros hijos y
nietos. Los nuevos estatutos de autonomía se han ido imponiendo por
el sistema del “trágala” a espaldas de la sociedad española.
Los porcentajes de votantes son desoladores. Hemos leído esto: “Sería
un triste final para la milenaria nación españolas sucumbir
ante el falaz encanto de la tribu cuando el mundo camina y progresa
en dirección contraria”
Un obstáculo para impedir
esas secesiones anunciadas sigue siendo el Ejército, pese a la
feroz campaña para despersonalizarlo, eliminando sus tradiciones y
hasta su Historia más reciente. De ahí esos proyectos para crear
universitarios de las FAR, de eliminar los Cuarteles Generales y, de
paso, poder disponer para otros fines de sus golosas instalaciones,
o la eliminación de símbolos y monumentos de forma institucional o
permisivamente ilegal. La Cruz de San Andrés de nuestra Aviación
Militar y también de nuestros carros de combate, pasará al olvido
por el rencor insaciable de los herederos de los vencidos en la
guerra civil, derrota que sólo ellos se empeñan en recordar de
forma masoquista.. Los parcheos para solucionar el problema de las
plantillas en las Unidades, la ausencia de protección y vigilancia
en nuestros acuartelamientos que permiten hechos tan bochornosos
como el programado emporcamiento de las tapias de un centro militar
en Madrid…, todo esto y mucho más forma parte de ese programa
para dejar al Ejército como una institución irreconocible. Pese al
increíble, sumiso y silencioso “dejar hacer” por parte de la
“cúpula militar”, que todo lo acepta sin el menor gesto o
resistencia hacia actitudes que afectan a toda una gloriosa
institución, cual es la militar, el sistema tiene un problema aun
por resolver, y es la molesta presencia de unas plantillas de jefes,
oficiales y suboficiales, profesionales y patriotas íntegros, Con
ellos, será difícil la quiebra de la unidad de España. Lo
cainitas lo saben y actuarán con la astucia de los “hijos de las
tinieblas” que menciona la Biblia, pues para eso se dictarán las
nuevas leyes en proyecto..
No al silencio culpable
Algunos compañeros bien
intencionados nos han sugerido la conveniencia de eludir cualquier
mención del Generalisimo Franco o de su régimen, porque nos
podían malinterpretar. Nosotros creemos, por el contrario, que en
la situación actual, en la que la ofensiva contra su memoria es
miserable, mendaz y brutal, no tenemos derecho alguno a escurrir el
bulto por el “qué dirán”. Nosotros defendemos su memoria y su
obra, como defendemos también a los que se alzaron el 18 de julio
de 1936. Los dos principales partidos, y sus adheridos de ocasión
política, han descubierto un lugar de encuentro: el rechazo a
nuestra Historia pasada, el desprecio a la verdad y el olvido,
aunque con ello se ofenda gravemente a la actuación de muchos de
sus antepasados. Se destruyen monumentos, se modifican los textos de
las enciclopedias, se miente de forma ruin en los textos de las
escuelas, se calumnia, se envía a los infiernos “democráticos”
a todo un pasado heroico y de sacrificio, sin que nadie se atreva,
desde un escaño, desde la más simple tribuna, a salir en defensa
de una generación de la que proceden la mayor parte de los
políticos actuales, de cualquier bando o secta política. Un
Congreso, envilecido por el sectarismo de una izquierda rencorosa,
prepara otra absurda ley de “memoria histórica” ¿Hemos de
callar para que no nos “malinterpreten”?
Ofensivas satánicas
Por último, existe una
diabólica ofensiva, posiblemente dirigida desde algún lugar fuera
del ámbito español, pero aceptada por sus lacayos autóctonos,
para satanizar a nuestra sociedad. La operación es sumamente eficaz
pues consiste en ir aumentando las dosis de blasfemia y de
descristianización hasta que se empiezan a aceptar las más
bestiales como algo ya irremediable, porque se ha ido incrementando
astutamente la dosis mortal para que, el que todavía se considere
cristiano y católico, se vaya acostumbrando a la infernal droga. No
hay partido que escape de esta responsabilidad pues, bajo el
gobierno de derechas o de izquierdas, estas campañas blasfemas han
proliferado sin más reacción que la de algunas instituciones
privadas. Reconocemos que algunos obispos y sacerdotes, aislados y
en solitario, han clamado con valor y energía contra esta
situación, al igual que laicos o las citadas instituciones
privadas, pero sin que haya habido una actitud firme de la
Jerarquía para detener esa campaña satánica cuya magnitud sólo
puede concebirse en la España actual. Gracias a Dios, sabemos que
hay todavía una España cristiana, donde los jóvenes tienen un
lugar preeminente, que está ahí, insobornable y con una fe que no
pueden destruir ni “medios” ni “logias”. Esa es nuestra
esperanza, la que nos ayuda a conservar la fe de nuestros padres.
Con éste, son ya dos los
“palos al agua”. Cuando las ondas se vayan alejando y las aguas
de este pantano parezcan de nuevo muertas, volveremos a la palestra.
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