Cuando hace algunos
años intentábamos con el papanatismo propio que nos caracteriza
erigirnos en adalides del progreso de las naciones que salían de la
feroz dictadura comunista, se ponía como ejemplo nuestra “ejemplar
transición” sin importar los muertos que hubieran podido evitarse, y
sin advertir, todo lo contrario, las tremendas diferencias de todo
tipo que existían entre la España de 1975 y la situación (aún peor
de lo que se creía) de las naciones excomunistas. Pero sobre todo,
soslayando de manera intencionada que el cambio de régimen fue
posible mediante engaño y gracias a que la sociedad española era una
sociedad madura como consecuencia de los casi cuarenta años de paz y
prosperidad de los que había gozado bajo la egida de Franco.
Treinta años después la deriva económica-financiera
internacional, que en España se agudiza como consecuencia de la
caída del sector de la construcción, del desequilibrio de nuestra
balanza de pagos y del endeudamiento familiar y empresarial sin
parangón en el resto de Europa, nos va ha poner en una muy sería y
gravísima situación, a la que nadie quiere dar nombre. Pues no en
balde hemos pasado en menos de un año (algo realmente insólito que
se ve con altísima preocupación en toda Europa) de un crecimiento
del 3,7% a un crecimiento negativo. Siendo la mayor contracción del
producto interior bruto conocida en la historia contemporánea.
Como resultado de esta política económica
especulativa, improductiva y ficticia sobre la que se han apoyado
todos los gobiernos, las cifras no pueden ser peores: La venta de
pisos ha descendido en un 60 %. La matriculación de coches cerca de
un 45%. Los afiliado a la Seguridad Social, un 19%. El índice de
confianza industrial, un 22%. Y la morosidad, un 39%. Por no señalar
el paro, cuya cifra ronda al día de hoy los 4.000.000 de personas.
Siendo un dato altamente significativo de la situación a la que nos
vemos abocados, la reciente creación, y cada día en mayor número, de
los llamados “comedores sociales” por unas gentes que no hace mucho,
con su Ley de Memoria Histórica, critican al régimen de Franco por
las cartillas de racionamiento, una medida eficaz e imprescindible
después de una guerra.
Una situación nunca antes vista, que es
consecuencia, no nos perdamos en disquisiciones economicistas ni nos
dejemos manipular, de los dos principios nutrientes de nuestra
democracia: el bienestar económico a través de una apariencia
ficticia que no real de nuestra fortaleza económica, cuya capacidad
de creación de riqueza se ha basado en la especulación del
ladrillo y en el sector servicios, y el espíritu hedonista
suicida en el que se ha instalado nuestra sociedad, a la cabeza de
Europa en degradación moral y en todo tipo de lacras: número de
abortos, consumo de droga, nivel de alcoholismo, fracaso escolar,
muertes en carretera, etcétera, etcétera, etcétera.
Atención, mucha atención, porque estamos ante algo
realmente nuevo en España. Constatan los analistas del Centro de
Investigaciones Sociológicas ante los índices de delincuencia y de
la observación de una posible fractura social que termine por
enquistarse en el sustrato social de España. Una situación, cada vez
más real y posible, como consecuencia del altísimo número de
inmigrantes que soportamos, tanto legales como ilegales, y que a sus
condiciones laborales unen ahora las sociales, culturales y
educacionales propias, constituyéndose en verdaderas bombas de
relojería en nuestras calles. Y todo ello, sin un discurso coherente
sobre la inmigración, si quiera como resultas de la situación
económica, y lo que es más grave, sin voluntad política de expulsar
a todos los ilegales y no consentir ninguna otra residencia. De
momento un dato es fiable, que el 60 % de los delitos que se
comenten en España los cometen los extranjeros. Y cuando hablo de
delitos, también hablo, faltaría más, de la llamada “violencia de
género”.
Treinta años después, sin capacidad para gestionar
por nosotros mismos la crisis económica generada por el capitalismo
en su última fase de expansión, la especulación financiera global,
que anula nuestra capacidad de maniobrabilidad como Estado nacional
frente a cualquier política fiscal o monetaria que nos resultase más
beneficiosa, y atenazados por la verdadera lacra de España: Nuestro
modelo territorial, una brecha que España es incapaz de seguir
soportando económica, social y culturalmente, las claves a las que
nos enfrentamos son fáciles de constatar. Aunque por aquí, por
nuestra querida patria, todavía no hayamos terminado la fiesta. Pues
han sido tantos años de holganza, que son varias las generaciones a
las que se ha hecho mella. Y puede que una mella indestructible.
Hace falta regenerar España, y si perdemos esta
ocasión única, ya no volveremos a tener otra. Hay que impedir por y
con todos los medios a nuestro alcance, los que conocemos y los que
se pueden poner en práctica, que España se hunda. Que quede
embarrada y emponzoñada en la inmundicia que infecta su
inteligencia, su entendimiento y su voluntad, como recientemente
denunciaba don Blas Piñar. Y hay, finalmente, que desembarazarse de
todo esta podredumbre, en cualquiera de sus aspectos: económico,
social o cultural, porque el Mercado es sólo un instrumento de
creación de riqueza frente al Estado soberano y director.
Se necesita salir adelante. No queda otra. Y para
salir adelante hay que cambiar el discurso. Pero, ¿podrán cambiarlo,
y sobre todo, será creíble si quienes lo emiten son los mismos que
han causado esta crisis? Y fundamentalmente, ¿tienen discurso? ¿O
por el contrario es el mismo con ajustes y retoques, reutilizaciones
y pausas, escamoteos y medias verdades?
Es indudable que hace falta articularlo, y no sólo
emitirlo. De ahí la necesidad, antes que las emisoras a las que tan
aficionados son algunos, de un periódico. Un periódico para estar en
la calle todas las mañanas. Un periódico para estar en los medios
todas las noches. Un periódico para todos los días. Y hace falta,
faltaría más, un partido. Más aún, la liquidación con acta notarial
de todos los demás por incapaces y mentecatos. Y entonces puede que
a lo mejor, cuando esto sea una realidad, salga un líder capaz de
aglutinar sin prejuicio. Un líder que a su capacidad intelectual una
su capacidad de decidir, de convencer y de dirigir. Un líder en
definitiva al que seguir. De momento hay datos que nos ponen sobre
la pista de nuestras necesidades: La ascensión del partido UPyD
(Unión, Progreso y Democracia) de Rosa Díez, bajo las directrices de
un antiguo simulador, Fernando Savater, que se ha constituido con
evidente éxito en una “tercera vía” como consecuencia de sostener y
defender la unidad de España y apartarse de los principios
economicistas que imperan en el mundo capitalista. Y el periódico
Público, de marcado cariz sectario y revanchista, pero ya presente
como fuente de información en toda la sociedad española.
Ojala, como dijo el poeta… Que el camino se allane a
nuestros pies. Que el viento nos sople siempre a la espalda. Que el
sol brille templado en nuestros rostros, y que Dios nos sostenga con
su mano protectora. |
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