Observo diariamente en mi
estancia en España una continua apelación a la Memoria. Memoria
entendida como reconstrucción de nuestra Historia a partir de una
serie de criterios gestionados por la actual estructura de poder -
que comprende la casta política y los medios de comunicación- con el
objetivo de la transformación del pasado en función de objetivos
“modernos”. Curioso ante tal audaz obsesión acabo de terminar de
leer el testimonio de Don José Utrera Molina, personaje clave que
ostentó diferentes responsabilidades en el Estado Nacional del 18 de
Julio de 1936. Memorias escritas hace veinte años pero con vigente
actualidad y en edición ampliada.
Lo primero que llama la
atención de este libro es la calidad de su escritura. Lo bien que
está escrito para tratarse de un ministro. Subrayo este aspecto
porque para las generaciones jóvenes nos resulta un tanto chocante
la identificación del cargo de ministro con una tarea como la de
escribir libros. De calidad, claro está. Lo que ya nos hace
reflexionar en un primer momento sobre los diferentes criterios de
selección de tales cargos: presencia en los gabinetes de currículums
de élite y amplia experiencia frente a criterios de paridad genital
tipo miembro-miembra.
Las memorias de Don José se
inician con una introducción sobre los antecedentes ideológicos del
personaje y su trayectoria en diferentes cargos para centrarse con
detalle en el periodo de tiempo que transcurre entre dos hechos
cruciales: el asesinato del presidente del gobierno Carrero Blanco
por el terrorismo y el cese de Utrera como Ministro secretario
general del Movimiento por Arias Navarro. Dos acontecimientos que se
complementan en su eficaz objetivo de la disolución del Estado
Nacional al suponer por un lado la eliminación del hombre
responsable del gobierno y por otro la posterior erradicación del
órgano encargado de la custodia ideológica. Estos dos
acontecimientos han de esperar pacientemente la muerte del Jefe del
Estado en su lecho para así provocar la total descomposición del
Estado Nacional iniciando así la llamada Transición que desemboca en
la Monarquía Borbónica Parlamentaria que actualmente tenemos el
placer de disfrutar.
El señor Utrera desarrolla
con gran detalle los movimientos, casi en clave de diario, que se
producen entre esos dos puntos. Entre todos los nombres nos aparecen
claros los principales protagonistas: Francisco Franco, el
Representante de la casa de Borbón, Presidente Arias, Fernández
Miranda y Adolfo Suárez.
José Utrera describe los
hechos con fidelidad y documentación y lo que en realidad nos
impresiona del libro es la reflexión amarga que el autor hace sobre
sus compañeros - las élites del Estado- que son los autores de tal
destrucción. Personas que habían jurado exactamente lo mismo que él
pero cuyas acciones van encaminadas hacia la ruptura sistemática de
aquella palabra empeñada ante Evangelios y Crucifijos. Tema hoy de
moda, por cierto, desde el momento que se empieza a discutir la
conveniencia de la presencia de crucifijos en tal ceremonia y no se
menciona siquiera la absoluta farsa de tales juramentos (hoy
promesas) que vemos sistemáticamente vulnerados. Quizá, pensamos,
como continuidad lógica y coherente del origen de la Monarquía
actual generada a partir de la particular “gestión” del Juramento
conveniente modificado en su contenido y sustancia como si de una
ingeniería jurídica se tratara que limpia “conciencias” técnicas y
prácticas. |