¡Paco!, en noviembre del
año 2005, remití a SM El Rey, el escrito que te ofrezco a
continuación. Sé que te vas a cabrear, al leer lo que no quisieras;
porque intuyo lo que estás padeciendo debido al mal uso que hace de
la confianza que pusiste en él. Y es que no se puede fiar uno ni de
su padre. ¿A qué no? Ahí lo tienes:
Excelentísimo Señor:
Tras oír sus palabras en
los actos que han conmemorado el 30º
aniversario de su proclamación en las Cortes Generales, por la
gracia y orden del Generalísimo Francisco Franco, sentí una
honda emoción en cuanto aparecieron en sus ojos las lagrimitas que
no pudo evitar, cuando la orquesta interpretó el "cumpleaños
feliz". Como la hemorragia de satisfacción que inundó todo mi ser
cuando habló de consenso, concordia
y reconciliación"
Sin embargo, estoy
viviendo sin vivir en mi desde que Su Majestad lanzó la expresión: “Seguiré
dando guerra". ¡Qué susto y alegría a la vez,
Majestad! Aunque a decir verdad, me gustaría saber a que guerra se
refiere. Porque hasta la fecha no hemos oído ni un solo tiro. Vamos,
por no oír, ni siquiera su regia voz ha sido escuchada en los
múltiples casos graves de corrupción, latrocinio y furibundos
ataques a España, Nación que le dio cobijo, y que han
venido sucediéndose sin solución de continuidad durante los 30 años
de su reinado.
Los
españoles sabemos, Majestad, que los políticos se encargaron de
nombrarle moderador del sistema que soportamos. Ahora bien, los
conflictos sociales se dan entre seres humanos que hablan, de donde
se deduce que el moderador ha de hablar; porque si calla no modera
ná de ná.
Y como, a
su vez, le hicieron Jefe Superior de las Fuerzas Armadas, su
silencio ha convertido a todos los militares en mudos profundos.
Añagaza para que ellos –me estoy refiriendo a la basura política que
denigra a nuestro país- se sientan respaldados para hacer lo que les
dé la gana.
Por lo que
como contribuyente que aporta de su pensión una cantidad para que
todos los funcionarios y estamentos del Estado se lleven un buen
pellizco –Casa de Su Majestad, incluida- desearía saber que pensó,
dijo, hizo o moderó cuando quitaron
de la montaña de Tremp
el lema de la
Academia
General Básica de Suboficiales del Ejército: “A España
servir hasta morir»;
“que no es una frase, sino una vocación decidida, un juramento
invencible, un ofrecimiento inalterable”, como dijo el monárquico
Alfonso Ussía.
También desearíamos
conocer los españoles cual fue la moderación cuando oímos la
democrática frase de Ezquerra Republicana: “si no se aprueba el
estatuto catalán habrá guerra civil”. ¿Y que se está haciendo
para acabar con la ignominia de tener en el gobierno actual a un
ministro emporcado hasta el cuello en sucios negocios del dinero? |
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¿Y que mesura o templanza
impone su Majestad, cuando tiene un gobierno socialista mantenido
en el poder muy a su placer por un partido nacionalista que desea la
desaparición de nuestra nación y cuyo representante más
significativo pactó con la banda terrorista ETA que mataran en toda
España menos en Cataluña?
Insisto, me agrada lo de
“seguiré dando guerra” por su connotación de lucha. Y por que
sería de agradecer, Majestad,
que sacara a luz la cochambre de
esta falsa e increíble democracia y la inmundicia de las pandillas
que lo manejan.
Ignominia, afrenta, infamia,
villanía, abuso y poca vergüenza son los calificativos más suaves
que se les puede dar a las acciones abyectas; al bochornoso
espectáculo que están dando los vividores y trincones de la política
en las comunidades y ayuntamientos de nuestra Nación.
Por supuesto, entendiendo
perfectamente que lo que está ocurriendo no es más que el reflejo
de la pazguata e irreflexiva votación de una ciudadanía entorpecida,
desorientada y mal informada, que soporta estoica y bobaliconamente
el podrido sistema que padece.
No se encuentra otra
explicación. Al menos, un servidor no tiene a mano información sobre
lo que acontece en otros lares. No sabe cómo se las arreglarán los
ciudadanos de otros países que viven en democracia, ni de la
decencia de sus gobernantes y de la confianza que les inspiren, ni
que harían esos contribuyentes si les sucediera lo que a nosotros,
para poder establecer comparaciones.
Ni tampoco sé qué piensan
algunos españoles, ni si piensan siquiera, cuando vieron, pongo por
caso, que un asesino
convicto y confeso
de haber asesinado a sangre fría a un ciudadano y a la mujer que
pedía piedad de rodillas ante el cadáver del que era su marido en
Sevilla, obtuvo el acta de diputado en uno de los parlamentos
democráticos de esta ya más que desgraciada y pisoteada España.
Yo sólo puedo decir que
note un inmenso dolor en las fibras más íntimas de mi ser; que se me
obnubilizó la razón y sentí un deseo irrefrenable de salir
corriendo, de irme a otro país. De olvidarme del aciago día en el
que nací aquí.
¿Cómo es posible que
sucediera algo así y no se moviera la bóveda celeste? Pero, ¿qué
clase de justicia y gentuza política es la que ha regido y rige
este país? ¿Quién protege aquí a los ciudadanos españoles y vela por
su destino? Por descontado, nadie. Nos encontramos en el abandono
más absoluto, por la inoperatividad del sistema que ha montado y
mantiene a su conveniencia la ignominiosa clase política que lo
manipula. Y todo lo expuesto Majestad, sucedió bajo su reinado,
insisto.
Este sistema político en
el que mora Su Majestad no tiene más misión que la de estrangular,
la de asfixiar con impuestos a todos los ciudadanos, perseguir al
hombre de bien y procurar protección a los jerifaltes corruptos,
ladrones y asesinos.
Los políticos, estoy harto
de denunciarlo, son el más grave problema que tiene hoy España. Unos
sinvergüenzas trincones y falsarios capaces de rasgarse las
vestiduras, cuando llegó el momento de la investidura del asesino
antes mencionado, mientras que otros coleguillas o ellos mismos
pactaron con el partido que presentó en sus listas electorales el
nombre del criminal durante quince largos días y no dijeron ni esta
boca es mía.
Majestad, me duele en el
alma tener que expresarme así, pero las realidades que vivo no sé
exponerlas de otra manera.
Le felicito por el
nacimiento de su nieta la Infanta Doña Leonor, y por el gran
parecido físico que tiene con Su Majestad.
Y para despedirme, sólo
deseo de todo corazón que el futuro me obligue a considerarle y a
tener que preciar a su Majestad, algo que no puedo hacer ahora.
Un saludo.
Y para despedirme de ti -¡querido Paco!, Insigne Fundador de nuestra
amada Legión, recibe un siempre ¡a tus órdenes! salido de otro noble
corazón legionario.
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