Franco ... ¡Socorro! (7).
Por Jaime Miguel Tur, antiguo Sargento Legionario.
16/02/2008.
¡Paco!, en noviembre del año 2005, remití a SM El Rey, el escrito que te ofrezco a continuación. Sé que te vas a cabrear, al leer lo que no quisieras; porque intuyo lo que estás padeciendo debido al mal uso que hace de la confianza que pusiste en él. Y es que no se puede fiar uno ni de su padre. ¿A qué no? Ahí lo tienes:
Excelentísimo Señor:
Tras oír sus palabras en los actos que han conmemorado el 30º aniversario de su proclamación en las Cortes Generales, por la gracia y orden del Generalísimo Francisco Franco, sentí una honda emoción en cuanto aparecieron en sus ojos las lagrimitas que no pudo evitar, cuando la orquesta interpretó el "cumpleaños feliz". Como la hemorragia de satisfacción que inundó todo mi ser cuando habló de consenso, concordia y reconciliación"
Sin embargo, estoy viviendo sin vivir en mi desde que Su Majestad lanzó la expresión: “Seguiré dando guerra". ¡Qué susto y alegría a la vez, Majestad! Aunque a decir verdad, me gustaría saber a que guerra se refiere. Porque hasta la fecha no hemos oído ni un solo tiro. Vamos, por no oír, ni siquiera su regia voz ha sido escuchada en los múltiples casos graves de corrupción, latrocinio y furibundos ataques a España, Nación que le dio cobijo, y que han venido sucediéndose sin solución de continuidad durante los 30 años de su reinado.
Los españoles sabemos, Majestad, que los políticos se encargaron de nombrarle moderador del sistema que soportamos. Ahora bien, los conflictos sociales se dan entre seres humanos que hablan, de donde se deduce que el moderador ha de hablar; porque si calla no modera ná de ná.
Y como, a su vez, le hicieron Jefe Superior de las Fuerzas Armadas, su silencio ha convertido a todos los militares en mudos profundos. Añagaza para que ellos –me estoy refiriendo a la basura política que denigra a nuestro país- se sientan respaldados para hacer lo que les dé la gana.
Por lo que como contribuyente que aporta de su pensión una cantidad para que todos los funcionarios y estamentos del Estado se lleven un buen pellizco –Casa de Su Majestad, incluida- desearía saber que pensó, dijo, hizo o moderó cuando quitaron de la montaña de Tremp el lema de la Academia General Básica de Suboficiales del Ejército: “A España servir hasta morir»; “que no es una frase, sino una vocación decidida, un juramento invencible, un ofrecimiento inalterable”, como dijo el monárquico Alfonso Ussía.
También desearíamos conocer los españoles cual fue la moderación cuando oímos la democrática frase de Ezquerra Republicana: “si no se aprueba el estatuto catalán habrá guerra civil”. ¿Y que se está haciendo para acabar con la ignominia de tener en el gobierno actual a un ministro emporcado hasta el cuello en sucios negocios del dinero?
¿Y que mesura o templanza impone su Majestad, cuando tiene un gobierno socialista mantenido en el poder muy a su placer por un partido nacionalista que desea la desaparición de nuestra nación y cuyo representante más significativo pactó con la banda terrorista ETA que mataran en toda España menos en Cataluña?
Insisto, me agrada lo de “seguiré dando guerra” por su connotación de lucha. Y por que sería de agradecer, Majestad, que sacara a luz la cochambre de esta falsa e increíble democracia y la inmundicia de las pandillas que lo manejan.
Ignominia, afrenta, infamia, villanía, abuso y poca vergüenza son los calificativos más suaves que se les puede dar a las acciones abyectas; al bochornoso espectáculo que están dando los vividores y trincones de la política en las comunidades y ayuntamientos de nuestra Nación.
Por supuesto, entendiendo perfectamente que lo que está ocurriendo no es más que el reflejo de la pazguata e irreflexiva votación de una ciudadanía entorpecida, desorientada y mal informada, que soporta estoica y bobaliconamente el podrido sistema que padece.
No se encuentra otra explicación. Al menos, un servidor no tiene a mano información sobre lo que acontece en otros lares. No sabe cómo se las arreglarán los ciudadanos de otros países que viven en democracia, ni de la decencia de sus gobernantes y de la confianza que les inspiren, ni que harían esos contribuyentes si les sucediera lo que a nosotros, para poder establecer comparaciones.
Ni tampoco sé qué piensan algunos españoles, ni si piensan siquiera, cuando vieron, pongo por caso, que un asesino convicto y confeso de haber asesinado a sangre fría a un ciudadano y a la mujer que pedía piedad de rodillas ante el cadáver del que era su marido en Sevilla, obtuvo el acta de diputado en uno de los parlamentos democráticos de esta ya más que desgraciada y pisoteada España.
Yo sólo puedo decir que note un inmenso dolor en las fibras más íntimas de mi ser; que se me obnubilizó la razón y sentí un deseo irrefrenable de salir corriendo, de irme a otro país. De olvidarme del aciago día en el que nací aquí.
¿Cómo es posible que sucediera algo así y no se moviera la bóveda celeste? Pero, ¿qué clase de justicia y gentuza política es la que ha regido y rige este país? ¿Quién protege aquí a los ciudadanos españoles y vela por su destino? Por descontado, nadie. Nos encontramos en el abandono más absoluto, por la inoperatividad del sistema que ha montado y mantiene a su conveniencia la ignominiosa clase política que lo manipula. Y todo lo expuesto Majestad, sucedió bajo su reinado, insisto.
Este sistema político en el que mora Su Majestad no tiene más misión que la de estrangular, la de asfixiar con impuestos a todos los ciudadanos, perseguir al hombre de bien y procurar protección a los jerifaltes corruptos, ladrones y asesinos.
Los políticos, estoy harto de denunciarlo, son el más grave problema que tiene hoy España. Unos sinvergüenzas trincones y falsarios capaces de rasgarse las vestiduras, cuando llegó el momento de la investidura del asesino antes mencionado, mientras que otros coleguillas o ellos mismos pactaron con el partido que presentó en sus listas electorales el nombre del criminal durante quince largos días y no dijeron ni esta boca es mía.
Majestad, me duele en el alma tener que expresarme así, pero las realidades que vivo no sé exponerlas de otra manera.
Le felicito por el nacimiento de su nieta la Infanta Doña Leonor, y por el gran parecido físico que tiene con Su Majestad.
Y para despedirme, sólo deseo de todo corazón que el futuro me obligue a considerarle y a tener que preciar a su Majestad, algo que no puedo hacer ahora.
Un saludo.
Y para despedirme de ti -¡querido Paco!, Insigne Fundador de nuestra amada Legión, recibe un siempre ¡a tus órdenes! salido de otro noble corazón legionario.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com