Sin cambiar de bandera. La otra memoria.


Por Almirante. 16/02/2008.  


Observo diariamente en mi estancia en España una continua apelación a la Memoria. Memoria entendida como reconstrucción de nuestra Historia a partir de una serie de criterios gestionados por la actual estructura de poder - que comprende la casta política y los medios de comunicación- con el objetivo de la transformación del pasado en función de objetivos “modernos”. Curioso ante tal audaz obsesión acabo de terminar de leer el testimonio de Don José Utrera Molina, personaje clave que ostentó diferentes responsabilidades en el Estado Nacional del 18 de Julio de 1936. Memorias escritas hace veinte años pero con vigente actualidad y en edición ampliada.

Lo primero que llama la atención de este libro es la calidad de su escritura. Lo bien que está escrito para tratarse de un ministro. Subrayo este aspecto porque para las generaciones jóvenes nos resulta un tanto chocante la identificación del cargo de ministro con una tarea como la de escribir libros. De calidad, claro está. Lo que ya nos hace reflexionar en un primer momento sobre los diferentes criterios de selección de tales cargos: presencia en los gabinetes de currículums de élite y amplia experiencia frente a criterios de paridad genital tipo miembro-miembra.

Las memorias de Don José se inician con una introducción sobre los antecedentes ideológicos del personaje y su trayectoria en diferentes cargos para centrarse con detalle en el periodo de tiempo que transcurre entre dos hechos cruciales: el asesinato del presidente del gobierno Carrero Blanco por el terrorismo y el cese de Utrera como Ministro secretario general del Movimiento por Arias Navarro. Dos acontecimientos que se complementan en su eficaz objetivo de la disolución del Estado Nacional al suponer por un lado la eliminación del hombre responsable del gobierno y por otro la posterior erradicación del órgano encargado de la custodia ideológica. Estos dos acontecimientos han de esperar pacientemente la muerte del Jefe del Estado en su lecho para así provocar la total descomposición del Estado Nacional iniciando así la llamada Transición que desemboca en la Monarquía Borbónica Parlamentaria que actualmente tenemos el placer de disfrutar.

El señor Utrera desarrolla con gran detalle los movimientos, casi en clave de diario, que se producen entre esos dos puntos. Entre todos los nombres nos aparecen claros los principales protagonistas: Francisco Franco, el Representante de la casa de Borbón, Presidente Arias, Fernández Miranda y Adolfo Suárez.

José Utrera describe los hechos con fidelidad y documentación y lo que en realidad nos impresiona del libro es la reflexión amarga que el autor hace sobre sus compañeros - las élites del Estado- que son los autores de tal destrucción. Personas que habían jurado exactamente lo mismo que él pero cuyas acciones van encaminadas hacia la ruptura sistemática de aquella palabra empeñada ante Evangelios y Crucifijos. Tema hoy de moda, por cierto, desde el momento que se empieza a discutir la conveniencia de la presencia de crucifijos en tal ceremonia y no se menciona siquiera la absoluta farsa de tales juramentos (hoy promesas) que vemos sistemáticamente vulnerados. Quizá, pensamos, como continuidad lógica y coherente del origen de la Monarquía actual generada a partir de la particular “gestión” del Juramento conveniente modificado en su contenido y sustancia como si de una ingeniería jurídica se tratara que limpia “conciencias” técnicas y prácticas.

Utrera, la persona más allá de su vertiente política, nos aparece así como un hombre anacrónico, extraño, raro, inocente (o naiff como dice nuestro presidente), un ser de otra época en que los valores del Juramento y la Palabra dada empeñaban la vida y la obra de cada cual.

Sabemos que esos valores y por tanto ese tipo de hombre ya no existe y, por tanto, me permito recomendar humildemente a todos nuestros amigos leer con calma y crítica este volumen que sin duda será aleccionador para abrir grietas en este paraíso de cemento monocolor que estamos padeciendo y así ver con tranquilidad otros puntos de vista que contribuyan con libertad al debate de eso que llaman Memoria.


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com