Convergencia y Unidad Nacional.
Orden, Identidad y Democracia.
Por Pablo Gasco de la Rocha.
10/03/2008.
Cuando hace algunos años intentábamos con el papanatismo propio que nos caracteriza erigirnos en adalides del progreso de las naciones que salían de la feroz dictadura comunista, se ponía como ejemplo nuestra “ejemplar transición” sin importar los muertos que hubieran podido evitarse, y sin advertir, todo lo contrario, las tremendas diferencias de todo tipo que existían entre la España de 1975 y la situación (aún peor de lo que se creía) de las naciones excomunistas. Pero sobre todo, soslayando de manera intencionada que el cambio de régimen fue posible mediante engaño y gracias a que la sociedad española era una sociedad madura como consecuencia de los casi cuarenta años de paz y prosperidad de los que había gozado bajo la egida de Franco.
Treinta años después la deriva económica-financiera internacional, que en España se agudiza como consecuencia de la caída del sector de la construcción, del desequilibrio de nuestra balanza de pagos y del endeudamiento familiar y empresarial sin parangón en el resto de Europa, nos va ha poner en una muy sería y gravísima situación, a la que nadie quiere dar nombre. Pues no en balde hemos pasado en menos de un año (algo realmente insólito que se ve con altísima preocupación en toda Europa) de un crecimiento del 3,7% a un crecimiento negativo. Siendo la mayor contracción del producto interior bruto conocida en la historia contemporánea.
Como resultado de esta política económica especulativa, improductiva y ficticia sobre la que se han apoyado todos los gobiernos, las cifras no pueden ser peores: La venta de pisos ha descendido en un 60 %. La matriculación de coches cerca de un 45%. Los afiliado a la Seguridad Social, un 19%. El índice de confianza industrial, un 22%. Y la morosidad, un 39%. Por no señalar el paro, cuya cifra ronda al día de hoy los 4.000.000 de personas. Siendo un dato altamente significativo de la situación a la que nos vemos abocados, la reciente creación, y cada día en mayor número, de los llamados “comedores sociales” por unas gentes que no hace mucho, con su Ley de Memoria Histórica, critican al régimen de Franco por las cartillas de racionamiento, una medida eficaz e imprescindible después de una guerra.
Una situación nunca antes vista, que es consecuencia, no nos perdamos en disquisiciones economicistas ni nos dejemos manipular, de los dos principios nutrientes de nuestra democracia: el bienestar económico a través de una apariencia ficticia que no real de nuestra fortaleza económica, cuya capacidad de creación de riqueza se ha basado en la especulación del ladrillo y en el sector servicios, y el espíritu hedonista suicida en el que se ha instalado nuestra sociedad, a la cabeza de Europa en degradación moral y en todo tipo de lacras: número de abortos, consumo de droga, nivel de alcoholismo, fracaso escolar, muertes en carretera, etcétera, etcétera, etcétera.
Atención, mucha atención, porque estamos ante algo realmente nuevo en España. Constatan los analistas del Centro de Investigaciones Sociológicas ante los índices de delincuencia y de la observación de una posible fractura social que termine por enquistarse en el sustrato social de España. Una situación, cada vez más real y posible, como consecuencia del altísimo número de inmigrantes que soportamos, tanto legales como ilegales, y que a sus condiciones laborales unen ahora las sociales, culturales y educacionales propias, constituyéndose en verdaderas bombas de relojería en nuestras calles. Y todo ello, sin un discurso coherente sobre la inmigración, si quiera como resultas de la situación económica, y lo que es más grave, sin voluntad política de expulsar a todos los ilegales y no consentir ninguna otra residencia. De momento un dato es fiable, que el 60 % de los delitos que se comenten en España los cometen los extranjeros. Y cuando hablo de delitos, también hablo, faltaría más, de la llamada “violencia de género”.
Treinta años después, sin capacidad para gestionar por nosotros mismos la crisis económica generada por el capitalismo en su última fase de expansión, la especulación financiera global, que anula nuestra capacidad de maniobrabilidad como Estado nacional frente a cualquier política fiscal o monetaria que nos resultase más beneficiosa, y atenazados por la verdadera lacra de España: Nuestro modelo territorial, una brecha que España es incapaz de seguir soportando económica, social y culturalmente, las claves a las que nos enfrentamos son fáciles de constatar. Aunque por aquí, por nuestra querida patria, todavía no hayamos terminado la fiesta. Pues han sido tantos años de holganza, que son varias las generaciones a las que se ha hecho mella. Y puede que una mella indestructible.
Hace falta regenerar España, y si perdemos esta ocasión única, ya no volveremos a tener otra. Hay que impedir por y con todos los medios a nuestro alcance, los que conocemos y los que se pueden poner en práctica, que España se hunda. Que quede embarrada y emponzoñada en la inmundicia que infecta su inteligencia, su entendimiento y su voluntad, como recientemente denunciaba don Blas Piñar. Y hay, finalmente, que desembarazarse de todo esta podredumbre, en cualquiera de sus aspectos: económico, social o cultural, porque el Mercado es sólo un instrumento de creación de riqueza frente al Estado soberano y director.
Se necesita salir adelante. No queda otra. Y para salir adelante hay que cambiar el discurso. Pero, ¿podrán cambiarlo, y sobre todo, será creíble si quienes lo emiten son los mismos que han causado esta crisis? Y fundamentalmente, ¿tienen discurso? ¿O por el contrario es el mismo con ajustes y retoques, reutilizaciones y pausas, escamoteos y medias verdades?
Es indudable que hace falta articularlo, y no sólo emitirlo. De ahí la necesidad, antes que las emisoras a las que tan aficionados son algunos, de un periódico. Un periódico para estar en la calle todas las mañanas. Un periódico para estar en los medios todas las noches. Un periódico para todos los días. Y hace falta, faltaría más, un partido. Más aún, la liquidación con acta notarial de todos los demás por incapaces y mentecatos. Y entonces puede que a lo mejor, cuando esto sea una realidad, salga un líder capaz de aglutinar sin prejuicio. Un líder que a su capacidad intelectual una su capacidad de decidir, de convencer y de dirigir. Un líder en definitiva al que seguir. De momento hay datos que nos ponen sobre la pista de nuestras necesidades: La ascensión del partido UPyD (Unión, Progreso y Democracia) de Rosa Díez, bajo las directrices de un antiguo simulador, Fernando Savater, que se ha constituido con evidente éxito en una “tercera vía” como consecuencia de sostener y defender la unidad de España y apartarse de los principios economicistas que imperan en el mundo capitalista. Y el periódico Público, de marcado cariz sectario y revanchista, pero ya presente como fuente de información en toda la sociedad española.
Ojala, como dijo el poeta… Que el camino se allane a nuestros pies. Que el viento nos sople siempre a la espalda. Que el sol brille templado en nuestros rostros, y que Dios nos sostenga con su mano protectora.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com