“Pido perdón a
todos, como de corazón perdono a cuantos se declararon mis
enemigos, sin que yo los tuviera por tales. Creo y deseo no haber
tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo
hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último
aliento de mi vida, que ya es próximo.”
Quizás este sea una de las partes más bellas del
Testamento del Generalísimo Francisco Franco, redactado a mediados
de octubre de 1975, un mes antes de su ya anunciado pase a la
Eternidad, y que lo hizo él mismo, encerrado en su despacho del
Palacio de El Pardo, cuando veía ya que su fin estaba cercano. Como
podemos apreciar si leemos el documento detenidamente (pasa lo mismo
con el discurso fundacional de Falange Española en 1933 en el
teatro de La Comedia), el texto en sí tiene una actualidad
contundente. Podemos ver en él a la España
del s. XX, y por lo que se puede apreciar,
también la del s. XXI.
He destacado este fragmento sobre otros ya que la época
histórica que nos ha tocado vivir lo hace aún mucho más actual
por las circunstancias políticas y sociales vigentes en España.
Esa España que afirma amar hasta
el último momento y que hoy en día aparenta mostrarse
desagradecida y enemiga de su legado. Eso es, al menos, lo que los
medios de comunicación y la gente que nos rodea nos hacen querer
ver. Los términos
Franco y franquismo,
hoy en día, se han
convertido en un insulto fácil de arrojar contra el adversario
político o personal. Se ha dado el caso de que incluso partidos
situados a la izquierda y a la derecha del espectro político
nacional se han acusado, mutuamente, de tener hábitos franquistas.
Su nombre reducido al insulto, ¿a qué hemos llegado, mi General? (Comienza el monólogo)
“Pido perdón a
todos, como de corazón perdono a cuantos se declararon mis
enemigos, sin que yo los tuviera por tales…”
Si perdonaste, y pediste perdón, a todos los que se
consideraron tus enemigos, y aclaras que no los tenias como tales,
¿qué se hizo mal? Ellos, hoy a comienzos del s. XXI, y a 33 años
de tu muerte, siguen teniéndote como enemigo, como culpable de
todos los males actuales de España y como recurso fácil para el
insulto y la descalificación personal. ¡Claro!, si es que hoy
vivimos en la época gloriosa de la “memoria histórica”, para
mayor gloria de Zapatero y de su abuelo, que en Paz descanse.
“Creo y deseo no
haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España…”
Los enemigos de España hace 70 años son los mismos de hoy
en día. Esa es la
conclusión a la que podemos llegar a raíz de los acontecimientos
vividos. Creías y deseabas, mi General, no tener otros enemigos que
los propios de España. Pues estabas en lo cierto. Hoy España, o lo
que queda de esa “unidad de destino en lo universal”, está
siendo vilipendiada y violada constantemente por los mismos
politicastros que en 1936 nos llevaron al desastre civil y a la
Cruzada de Liberación posterior.
Estos de hoy son los herederos de los que salieron derrotados
ayer, y han venido con ganas de revancha y de revisiones
históricas, ¡a estas alturas del cuento!; pues sí, parece que en
su afán de revisar la historia y de cambiarla no les parará nadie.
Esos que quitan tus estatuas y te retiran de los libros de
honor de las localidades en las que en un tiempo para atrás se
desvivían por agradarte los oídos son los que hace 70 años
quemaban iglesias y mataban curas, religiosas y seminaristas al
grito de “Si los curas y
frailes supieran…”. Está visto, mi General,
que las cosas siguen igual. España y los españoles no
tenemos remedio. Nosotros mismos nos lo hemos buscado y por ello hoy
España sufre y se desangra por los cuatro costados gracias a la
disciplina de voto del sistema partitocrático impuesto tras la
RUPTURA, y no REFORMA, como nos hicieron querer ver. España, a
golpe de urna, y no de espada como antes, se destruye. Las mismas
amenazas que se cernían sobre nuestra Patria en 1936 son las mismas
que hoy en día vemos.
Ya José Antonio Primo de Rivera, Poeta, Capitán de
Juventudes y Mártir, nos advirtió en su día: “España ha
venido a menos por una triple división. Por la
división engendrada por los separatismos
locales, por la división engendrada entre los partidos
políticos y por la división engendrada por la
lucha de clases (...)”. Ese era, y es, el problema de
España actualmente. Está visto y claro. ¿Tú no lo dudabas hace
70 años no? Yo hoy tampoco.
“…a la que amo
hasta el último momento…”
¿Quién duda de tu
amor por España?..., a la que amaste hasta el último aliento de tu
vida. Parece que muchos aún no te perdonan que la salvaras de los
politicastros y de los idólatras masones que planearon convertirla
en un satélite de la Rusia de Stalin. ¿La primera Nación-Estado
del mundo con la principal avenida de la capital llamada “Avenida
de la URSS”?, ¿a qué habíamos llegado en ese momento? Pues sí,
los incultos no te perdonan que les salvaras, a ellos y a las
futuras generaciones, de convertirles en pasto del proletariado
siberiano. Gracias a la intervención de un grupo de españoles,
entre los que te encontrabas tú, y muchos otros, que lucharon para
cambiar la historia de ésta gloriosa España, antaño Patria de
Conquistadores y Evangelizadores; hoy, podemos disfrutar de los
frutos de lo que fue la gesta gloriosa del 18 de Julio. Sí,
digámoslo sin vergüenza, ¡para salvar a España!, y punto. Parece
que hoy nos da pánico nombrar el sagrado nombre de ESPAÑA. Es
verdad, en el vocabulario moderno la denominan con esa insoportable
definición de “estepaís”. Vosotros, incultos, ¿cómo
osáis?, ¿qué gratitud es esa? ESPAÑA, reducida a ese insultante
calificativo. ¿Así despacháis a la primera nación moderna del
mundo? Pues si, mi
General, a eso hemos llegado. Seguro que muchos, después de tu
muerte, vieron ya la que se avecinaba. 33 años después de ese
frío 20 de noviembre de 1975, preludio de la noche de los traidores
y de los “descamisados”, España es lo que es a la vista. No les
faltaba razón a esos a los que les consideraban unos locos…
“…y a la que
prometí servir hasta el último aliento de mi vida…”
Igual que amaste a
España durante toda tú vida, también cumpliste fielmente ese
juramento sellado el 13 de octubre de 1907 en el patio del Alcázar
de Toledo:
“¿Juráis a Dios y prometéis al Rey seguir
constantemente sus banderas, defenderlas hasta verter la última
gota de vuestra sangre y no abandonar al que os estuviere mandando
en función de guerra o en preparación para ella?”
Los 382 cadetes
respondieron al unísono:
-“¡Si, juramos!”
Tu juramento se
mantuvo fiel. España se lo merecía porque la querías y la amabas.
Y te consagraste, cuando rondabas los 15/16 años, a servirla hasta
el último aliento de tu vida. Te quedaste ligado, desde esa solemne
fecha, a la Patria y al Ejército. Y eso hiciste. ¿Cuál fue la
España que recibimos las generaciones que no vivimos la Cruzada?
Está visto que las generaciones que vivimos la época de “vacas
gordas” tendemos a no valorar el esfuerzo que realizaron muchos
hace 70 años para que nosotros, hoy en día, estemos disfrutando de
éste estatus que nos permite vivir sin preocupaciones. Qué
ingenuos somos, ¿no?, te preguntarás muchas veces, mi General.
¡Sí supiéramos la sangre que costó el que hoy, noviembre de
2008, vivamos como lo hacemos! España parece que no reconoce tus
impagables servicios prestados durante 39 años. “Mientras Dios me dé fuerzas continuaré al servicio de España”
decías en uno de tus ya
típicos mensajes navideños. Y así fue.
Esa máxima es similar a la que realizaste ese 13 de octubre
de 1907 en el patio de Armas del Alcázar de Toledo. Está visto que
no lo olvidaste. Nosotros, las generaciones venideras, parece que
sí lo hemos hecho.
“…que ya es
próximo.”
Toda vida tiene un
principio y un fin. Es de sobra conocido que para aprender a vivir,
una de las primeras premisas es saber que te vas a morir. Y tú lo
sabías. Y por ello te gastaste y te consumiste para mantenerte fiel
a unos ideales, que no podían ser otros que los de DIOS y ESPAÑA.
¿Si no, qué sentido tiene vivir? Mientras escribías este
Testamento en tu despacho del Palacio de El Pardo sabías que tu fin
en la tierra estaba próximo. Estamos de paso. Pero, también sabias
que te podías ir con la tranquilidad de saber que habías cumplido
con tu deber y con el juramento consagrado 68 años atrás en la
ciudad imperial. Y te fuiste. ¿Qué quedó?... Llegó la hora de
los traidores, de los “descamisados”, de los que antaño te
servían y te juraban fidelidad, y que, después de tu muerte, se
cambiaron al bando de la RUPTURA.
La traición estaba servida. ¿Qué tenemos hoy?, una España
que no es España. ¿Qué es eso de las autonosuyas?, sí,
esa aberración denominada “Estado de las Autonomías”. ¿17
parlamentos distintos?, ¿17 administraciones autonómicas? ¿Queda
algo de la “unidad de Destino en lo Universal”?
Está visto que no, no mucho. ¿Qué España es ésta?, te
preguntarás muchas veces, mi General. Esto, estoy seguro, no era lo
que tú querías.
Como te dije más
arriba, llegó la hora de los traidores. El cambio de chaqueta,
excelentemente retratado en la obra del gran Fernando Vizcaíno
Casas De “camisa vieja” a chaqueta nueva (1976), fue
una constante en los años siguientes a tu desaparición. De esa
clase de personas llegó consagrada la putativa constitución
española de 1978 y el nacimiento, desde entonces, de la anti
España. Quien siembra vientos, recoge tempestades dice el
refrán. Hoy es lo que tenemos, lo que nos hemos ganado. Me viene a
la memoria ahora mismo esas palabras dedicadas de José Antonio en
el funeral del estudiante del Sindicato Español Universitario,
Matías Montero, asesinado por los rojos en 1934, y que decían
así: “Que Dios te dé su eterno descanso y a nosotros nos
niegue el descanso hasta que sepamos ganar para España la cosecha
que siembra tu muerte”. Nosotros, como se puede apreciar hoy
en día, no hemos sabido todavía ganar esa cosecha, pero estamos en
ello. (Fin del monólogo)
Está visto que a
33 años de la muerte de Francisco Franco poco se conoce aún sobre
ese personaje histórico que para algunos miembros de la generación
nacida en la época decadente (y que por lo tanto no lo llegamos ni
a conocer) nos provoca una cierta fascinación histórica. Quizás
debe de ser ese espíritu rebelde e inconformista que nos
caracteriza a los que no superamos los 25 años lo que haga que no
nos creamos ni tomemos en serio la “versión oficial” de su
“biografía”. Sí, esa que nos intentan encasquetar los pseudo-historiadores
que la memocracía nos han puesto en bandeja para difamar y
calumniar, desde la perspectiva histórica, la figura del anterior
Jefe del Estado. Es indignante ver como personajillos resentidos
como Santos Juliá, los fallecidos Javier Tussell y Manuel Vázquez
Montalbán, el Coronel de Caballería Carlos Blanco Escolá y los
archiconocidos “hispanistas” anglo-sajones Ian Gibson y Paul
Preston, entre muchos otros que me dejo en el tintero, se dedican a
manipular datos, calumniar, e incluso insultar, a Francisco Franco.
Claro, son lo pseudo-historiadores y “biógrafos” oficiales de
la Ruptura, la decadencia memocrática y la “ley de Memoria
Histórica”. Ellos, con sus antibiografías
y sus polémicas apariciones en la prensa cuando el tema
está de actualidad, difaman y calumnian constantemente su figura,
haciendo de la manipulación histórica su negocio en unos tiempos
políticamente propicios para ello. Gracias a ellos me empecé a
interesar por la figura de Francisco Franco. Mi curiosidad me
invitó a investigar sobre su figura al ver lo malo y lo cruel que
era. Y así he salido. Ver a Antonio Gala llamar “hijo de puta”
a Franco en un programa de televisión, ante la pasividad buenista
de los presentadores y ante el aplauso del público, no hace si no
que mi interés por su figura se acreciente. No me puedo considerar
“franquista” porque no llegué a vivir la época de Franco; y
sobretodo porque pienso que el “franquismo”, sin Franco,
no existe. Otros pensarán lo contrario, pero yo me mantengo
en mis trece. Eso si, por supuesto eso no quita a que sea un
español agradecido. Gracias a la Cruzada que él y muchos otros
posibilitaron estoy hoy aquí dando por saco a los políticamente
correctos y bienpensantes del sistema. Les escandaliza, ¡qué le
vamos a hacer…!
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