Por
Pablo Gasco de la Rocha.
Según el diccionario de la Real Academia Española, se entiende por hipócrita
el que actúa con fingimiento y apariencia de sentimientos
contrarios a los que expresa. Que es lo que son estos bienpensantes,
adoradores del fuego fatuo que fue la transición, esclavos de sus
intereses, individuos sin coraje y huecos de convicciones profundas.
Viene al caso esta carta, al hilo de las actitudes que estos
"tales" a los que me dirijo vienen manteniendo respecto a
la ofensiva contra España, en la que la Ley de la Memoria Histórica
no es un mero asunto tangencial de simple relación sentimental,
pues constituye uno de sus frentes, y no precisamente el menos
importante. Por cuanto no se trata tanto de legitimar el periodo
histórico del Frente Popular (de todo punto imposible, incluso para
ellos), cuanto de deslegitimar los cuarenta años de paz y
prosperidad, así como al sucesor de Franco "a título de
Rey", don Juan Carlos de Borbón, sobre el que ha dependido y
depende la estabilidad de España.
Y pese a que como reacción a tal ofensiva, a la que ellos dan en llamar
algarada, se han dicho cosas más o menos exactas desde el punto de
vista de los hechos comprobados, a renglón seguido son capaces de
afirmar, que "ganaron los que ganaron cometiendo toda clase de
tropelías", que es como se expresa el memo de Carrascal
(La Razón, 13 de octubre de 2007) y toda esa ristra de monárquicos
juanistas, excluyéndose tanto de la contienda en la que
parece no participaron, así como de los 40 de Paz y Prosperidad,
que parece, aun con todas las evidencias en su contra en cuanto al
trinque y el medro, no estuvieron en España por aquellas fechas. Y
es que, a pesar de las pruebas en contra, una vez hubo sido
rechazado, en una acto que siempre le reconoceremos, don Juan de
Borbón para participar en la contienda, pues a juicio de Franco el
futuro rey no podía haber participado en una guerra civil, sus acólitos
tomaron juntos y de la mano el camino del exilio, salvo doña
Cayetana de Alba, y sólo por no irse de "su" Sevilla, que
no sólo de sus fincas.
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Como podemos observar, todo un despropósito de dimensiones
espectaculares.
Se les olvida a estos "tales" bienpensantes que la
primera afirmación, la más exacta desde los hechos demostrados y
la más determinante desde el punto de vista de la memoria histórica
real, es que en 1936 el Estado, la Ley y la propia Republica habían
dejado de existir como consecuencia de la ofensiva revolucionaria de
la izquierda marxista, que ya desde el principio del Golpe de los
concejales que entronizó el nuevo régimen con la abstención
de la derecha y la complacencia del Ejército, la intentaron dirigir
hacia sus intereses más siniestros, hasta casi conseguirlo
en Octubre de 1934, y que en febrero de 1936 consiguieron hacerse
con el poder mediante la formación electoral denominada Frente
Popular, que siempre estuvo dirigido y asesorado por comisarios políticos
de la Unión Soviética, de sobra conocidos... "A Europa hay
que tomarla por detrás, por la península Ibérica" (Lenin)
Se les olvida a estos "tales" bienpensantes, que las
fuerzas de la Seguridad del Estado asesinaron al Jefe de la Oposición,
don José Calvo Sotelo, con el pretexto y fundamento de que un
desconocido había asesinado a un guardia de seguridad del Cuerpo de
Carabineros, uno de "los suyos". Se les olvida a estos
"tales" bienpensantes, que el 18 de julio de 1936
no se alzó sólo una parte del Ejército, sino la mitad de los españoles
ante el horror de lo que se vivía en España. Y se les olvida,
sobre todo, a estos "tales" bienpensantes , que
tras la guerra vino la paz y la prosperidad, hasta conseguir que un
país de alpargatas, que era lo que era España, se convirtiera
treinta años después en la octava potencial industrial del mundo,
que es lo que internacionalmente se conoció como "el milagro
español".
Un milagro que hizo posible la entronización de un régimen, la Monarquía,
que había dejado de existir físicamente en 1931, y que
sentimentalmente no conformaba en la conciencia de los españoles,
fuéramos de derechas o de izquierdas. Y ésta entronización, no en
cualquier persona al uso de las que se proponían complacientes y babeantes
ante la decisión prudente del Caudillo, sino en quien el Generalísimo
Franco vio más posibilidades reales para el nuevo futuro de España,
cuya máxima preocupación estuvo siempre centrada en la unidad de
España... El peligro más real y evidente que hoy soportamos como
consecuencia de la política seguida durante estos treinta años,
fruto del desarrollo normativo de la Constitución de 1978.
Y todo ello, pese a estar España en el punto de mira de lo "políticamente
siniestro y discreto", pues como tantos hechos que
protagonizamos a lo largo de la Historia (la Reconquista, que hoy
nos pone en un serio peligro frente al islamismo radical; la Unidad
de la nación, que hizo posible el primer estado nacional de la
Historia; el Descubrimiento, con su consabido Leyenda Negra
propiciada por los piratas de la rapiña, los anglosajones; Trento,
como reacción espiritual; la Revolución Nacional de 1808 contra el
invasor francés...), éste, el Alzamiento del 18 de Julio de 1936,
tampoco se nos perdonaba, pues supuso salvar a España de la conjura
de las fuerzas "discretas" y "siniestras" que la
hubiesen convertido en un gran GULAG, satélite de la extinta URSS.
Toda una gesta histórica. Una verdadera Cruzada. Hoy por hoy, y
hasta el momento, la última.
¿Qué ocurriría hoy sí hubiésemos sido nosotros "la canalla"
que se apoderó de la Republica, como definió el mismo Azaña a
socialistas, comunistas, separatistas y anarquistas?... Esto es:
Sí hubiésemos formado aquel Frente Popular que acabó definitivamente
con el Estado, la Ley y hasta con la misma Republica. Si desde el
mismo centro de poder se hubiese mandado a las fuerzas de Seguridad
del Estado asesinar a Largo Caballero, Prieto o Besteiro. Sí tras
la reacción de una parte del Ejército apoyado por fuerzas políticas
y una inmensa mayoría de ciudadanos, hasta casi la mitad de la
población, hubiésemos ejercito la más brutal represión, sin
excluir, antes al contrario, a la población civil, con el propósito
de eliminar físicamente a nuestros enemigos ideológicos reales,
posibles y presumibles. Sí hubiésemos mantenido, pese a todo, la
guerra, a pesar de tenerla perdida, con la esperanza de que los países
del Eje nos hubiesen ayudado a legitimar nuestra situación. Y
finalmente, sí tras cuarenta años de paz y prosperidad, que
hubiesen supuesto el paso de la alpargata a la novena potencia
industrial del mundo, el general Rojo, pongamos por ejemplo, hubiese
elegido "sucesor a título de Rey" a don Juan Carlos de
Borbón entre los posibles candidatos que se le ofrecían.
Pues, sin duda, que hoy estaríamos celebrando el Alzamiento todos los
meses del año, y a la cabeza el monarca, y muchos de nosotros
tratando de olvidar que nuestros padres o algunos de nuestros
familiares hubiesen formado en el Frente Popular: una formación política
heterogénea de resentimientos, inculta, estúpida y revanchista;
una pandilla de majaderos indocumentados y de asesinos en serie.
Lo que no quiere decir, que no tuviéramos algún cadáver en alguna
cuneta de España que reivindicar por la acción desatada de lo que
es una guerra civil, que no por la acción premeditada o consentida
de un Bando y mucho menos de un régimen. Un Régimen (el de la
Victoria) que era capaz de conceder el Premio Nacional de Literatura
de 1949 a un "rojo convicto", condenado a muerte y
posteriormente indultado (como todos los que no tuvieron
"delitos de sangre", que parece no fue el caso del agüelo
de ZP), Antonio Buero Vallejo.
Y sepan estos "tales" bienpensantes, que la Guerra de
Liberación de 1936-39 no la ganaron sólo los militares, la gran
mayoría monárquicos y golpistas de diversas intentonas, excepto
Franco, "la espada más limpia de Occidente"; ni el
ejército de mi padre, los Requetés; ni nosotros, los falangistas;
ni las juventudes de Don Juan –los "esterilizados" chicos de
verde-, el papá del Rey, uno de los alzados, franquista y rojo
a la vez, algo así como al unísono. Si no los miles y miles de
españoles de toda edad, sexo y condición, que sin adscripciones
políticas ni intereses personales participaron en el Bando
Nacional. Aunque todos ellos eligieran a Franco, los monárquicos
más que ningún otro grupo, como lo hubiera hecho también el
abuelito de Ussía, Muñoz Seca, porque conscientes de estar ante
una de las encrucijadas más serias, profundas y difíciles de
nuestra Historia, habían encontrado al Jefe providencial para
vencer la Guerra y ganar la Paz.
Ganamos los que teníamos que ganar para salvar a España y, por ende, a
la civilización cristiana Occidental. Y esto es así, por cuanto
conforma parte de un aspecto de la Historia, la meta-historia, que
se les escapa o son incapaces de dimensionar estos "tales"
bienpensantes, que no llegan a entender que todo conforma
parte del Plan de Salvación de Dios. Máxime, cuando hubo una
verdadera persecución religiosa en el "Bando Rojo", que
no republicano, comparable a la de Diocleciano, Nerón o Trajano. O
más concretamente, la mayor de ellas, como ha dicho (La Razón, 17
de octubre) el Cardenal don Antonio Cañizares, Arzobispo de Toledo.
No aciertan, pues, estos "tales" bienpensantes o no
quieren acertar, porque no tienen conciencia real del verdadero
alcance de la ofensiva que se cierne contra España, por eso la
definen como "acciones minoritarias con un alcance muy
limitado", que ha dicho uno de sus enfermos intelectuales, el
señor Delibes (La Razón, 13 de octubre de 2007)
Por eso hay que mirar atrás, y hay que hacerlo no para echar en cara
las maldades que logramos detener, ¡aunque también!, sino para
saber contestar a esa pregunta que como queja lastimera lanzada al
viento en la tarde gris de España se hacen estos "tales" bienpensantes,
adoradores del fuego fatuo que fue la transición, esclavos de sus
intereses, individuos sin coraje y huecos de convicciones... ¿Qué
maldición pesa sobre nosotros para que, cuando creíamos finalmente
haberlo alcanzado, volvamos a caer en la misma fosa, esas fosas que
se están reabriendo? Una pregunta que explícitamente está
contestada en un documento, que seguro muchos de ellos todavía
tienen marcado, aunque perdido entre los trastos viejos de algún
desván olvidado, el Testamento póstumo de Franco: "No olvidéis
que los enemigos de España y de la civilización cristiana están
alerta. Velad también vosotros, y para ello deponed, frente a los
supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda mira
personal...
De todas formas, sí es cierto que sólo la vida merece ser defendida,
que nadie dude que muchos tenemos la gesta sin par que fue la
Cruzada Nacional del 18 de Julio viva en nuestra conciencia, y que
seguiremos reivindicando, incluso por la parte sentimental que nos
afecta, la España que lograron traernos. Y que sólo nuestra
eliminación física, algo que no veo improbable al paso que vamos,
puede hacernos callar
¡Viva Franco!
Caídos por Dios y por España
(18 de Julio de 1936 – 1 de Abril de 1939)
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