Por
Pablo Gasco de la Rocha.
La "Ley de la Memoria Histórica", la "Ley para la Educación
de la Ciudadanía" y, ahora también, la petición de la
"Apertura del proceso para declarar venerable al
cardenal de la transición" ni son actos pueriles, antes al
contrario, ni aislados entre sí, pues son piezas del mismo puzzle
que se quiere montar.
Con insistente frecuencia solemos recelar de quienes sostienen que la
Historia está penetrada, o mejor dicho, imbricada de lo que damos
en llamar la "teoría de la conspiración". Y sin caer en
la paranoia, pues también la vida es impredecible y casual, debemos
darnos cuenta que todo la Historia del hombre sobre la tierra no es
otra cosa que lucha. Una lucha agónica que sostiene en primer lugar
la criatura, el hombre, que se debate entre la obediencia a Dios y
la desobediencia, y también una lucha que se declara en lo social,
pues también es titánica la resistencia a conformar el Mundo a
imagen y semejanza de su Creador. Una lucha que está en el
principio de la creación entre Dios y Luzbel, aquél ángel
soberbio y díscolo que se rebela contra su Señor y Creador. Una
rebelión que se multiplica a lo largo de los tiempos, y de la que
nos da cuenta el mismo Jesucristo, advirtiéndonos de cuál es su
origen y su causa: "Si no hubiera hecho ante ellos obras que
nadie ha hecho, no tendrían culpa. Pero han visto esas obras y, a
pesar de todo, me odian a mí y a mi Padre. Pero para que se cumpla
lo que está escrito en su ley: Me han odiado sin motivo ".
(Jn. 15 22-25).
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Desglosemos ahora estas tres acciones que nos ocupan, y consideremos que
no son otra cosa, que el paradigma de la subversión cíclica del
frente masónico-izquierdista contra España que siempre ha
trabajado a modo de topo, y que cava y cava a la espera
de que llegue el momento de ocupar su lugar en la Historia, asomando
a la superficie en el momento en que su lucha encuentra las
condiciones para manifestarse abiertamente, como es el tiempo que
nos ocupa. Un tiempo del que, por otra parte, ya nos advirtió el
Caudillo con palabras de autoridad incuestionable desde los umbrales
de su muerte: "No olvidéis que los enemigos de España y de
la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros, y
para ello deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y
del pueblo español, toda mira personal" . (Testamento de
Franco).
La Ley de la Memoria
Histórica no es, como supone la amable, complaciente y anaranjada
derecha española (PP), una simple cortina de humo para camuflar
las penurias del Gobierno Zapatero ni carece de mayor utilidad que
dar satisfacción a sus socios comunistas (IU) y separatistas (CiU
& ERC, PNV & HB, BNG y demás ralea) para que engorden sus
arcas mediante unas segundas compensaciones económicas sin pruebas
documentales por sus supuestos bienes incautados, sino la
intencionalidad manifiesta de falsificar la Historia y cambiar el
significado-significante de lo que fue la reacción de España
contra la invasión roja y el separatismo en una acción de subversión
violenta contra la legalidad del régimen político constituido, la
II República. Con lo que la Historia de España de estos últimos años
será completamente distinta, pese a su verdadera apariencia: los
buenos serán los malos y los malos, incluidos los "comisarios
políticos" bolcheviques llegados para planificar la invasión
de Europa por detrás, por la Península Ibérica, los buenos.
En cuanto a la Ley
para la Educación de la Ciudadanía, una ley que ha sido y esta
siendo mayoritariamente recurrida por diferentes sectores, y cuya
mayoritaria contestación obligaría a cualquier Gobierno ha
retirarla, es uno de los vectores más potentes para la subversión
de la sociedad tradicional-cristiana. Pues, dejando a las futuras
generaciones desposeídas del bagaje moral necesario para su
quehacer en la Historia, se conforman las mentalidades a una moral
sincretista por el poder de una elite que se erige, sin legitimidad,
en ideólogos de la forma de pensar.
Finalmente, y por lo
que respecta al tercer ataque, el ataque a la Iglesia Católica, se
lleva a cabo a través de los llamados "tontos útiles"
como es el caso de la propuesta presentada por el cura Ángel
García –Presidente de Mensajeros de la Paz y asiduo asistente a
los actos que el PCE convoca todos los años en el aniversario de
aquel "oscuro" asunto, causa de su legalización, que fue
la matanza de los abogados de la calle Atocha- y otros tantos "tontos"
de su talante y hasta calaña, a la diócesis de Madrid y Oviedo
tendente abrir un proceso para declarar venerable, primer
paso para su beatificación y segundo para declararle santo,
al cardenal Vicente Enrique y Tarancón que encarno desde el
liderazgo de la convulsa Iglesia española el espíritu de la
transición, que tan perversos réditos nos ha dado y nos está
dando, pues su máxima fue "legalizar todo lo que estuviera
en la calle" (tesis pro puesta y aplicada por quienes
pilotaron y se convirtieron en el motor de aquella etapa trágica de
nuestra Historia) Cuya propuesta no sólo trata de dividir a
la Iglesia, sino contrarrestar el impulso que desde el Pontificado
de Su Santidad Juan Pablo II se ha venido dando en cuanto al honor
debido a los miles de compatriotas nuestros, mártires por la fe,
durante una de las tres mayores persecuciones contra la fe de Cristo
en la Historia, la persecución roja contra la Iglesia Católica
durante nuestra guerra de Liberación Nacional de 1936-39. Una auténtica
Cruzada contra los enemigos de Dios y de España.
A tenor, pues, del desglose de este Frente abierto contra España por
quienes siempre han sido sus enemigos, ya no es necesario ni más
explicaciones ni que tratemos de respondernos a qué viene dividir a
la sociedad española, pues la subversión cíclica del frente masónico-izquierdista
contra España, que siempre ha trabajado a modo de topo a la espera
de que llegase el momento de ocupar su lugar en la Historia, ya
asoma a la superficie para manifestarse abiertamente. Y no deja de
ser paradójico que este tiempo haya necesitado incluso de la
desaparición de las estatuas que todavía quedaban de Franco.
Incluso de la retirada más sangrante, la de la Academia de Zaragoza
que los militares han consentido. Toda una prueba del estado de auténtica
putrefacción en que se encuentra España.
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