Yo
voté «no».
Por Antonio
Iglesias.
Feliz día de San
Nicolás de Bari a todos los españoles.
El día 6 de
diciembre la Iglesia celebra la festividad de este Santo, obispo y
natural de la ciudad italiana
de Bari. Es el Santa Klaus, diminutivo en alemán de Nikolaus,
de los niños de los países nórdicos que vivirán dentro de unas
horas su noche mágica de la ilusión y los regalos.
Muchos españoles,
muchos, celebrarán con dócil mimetismo, con pastueña embestida,
el día de la Constitución, sin saber lo que celebran, y estarán
en lo cierto, pues no veo que haya nada que celebrar. Otros, si
siguen suficientemente ciegos como para no darse cuenta de lo que
está pasando, lo harán incluso de buena fe creyendo que el invento
nos ha hecho más maduros políticamente y más europeos.
|
|
Lo que leen en
la prensa o ven en la tele. No pocos, los escribas y fariseos
del sistema, celebrarán la seguridad de su cargo, el ir bien en
el machito y el que me quede como estoy. Que no decaiga. Y los
malvados, que los hay en abundancia, celebrarán que están
comenzando a conseguir lo que querían al propiciar esta
Constitución: tener con ella un instrumento para destrozar a
España.
YO VOTÉ
“NO” y recomendé hacerlo así a todos los que estaban a
mi alrededor.
Voté “NO”
por varias razones, pero principalmente por la inclusión en el
texto constitucional del término “nacionalidades”, porque
comprendí que ponía en situación de alto riesgo la Unidad de
España como así ha resultado ser. Este término fue impuesto
por separatistas y consentido cobardemente por un grupo de
calzonazos del centro y de la derecha, entre ellos Fraga
Iribarne, que responderán ante la Historia de todo cuanto se
derive de esta claudicación.
La izquierda y
el separatismo consiguieron introducir en la Constitución todas
sus aspiraciones a cambio de admitir una monarquía que presumían
débil y acomodaticia y que podría ser volatilizada una vez
hubiera accedido a todas sus pretensiones. En eso están.
Lamento haber
acertado, pero predije todo esto y tuve que aguantar
entonces esas sonrisas burlonas,
perdonándome la vida, de pancistas sensatos y moderados
que ahora son los que más se lamentan. Se me ocurre decirles,
parafraseando a don Juan Tenorio en una escena de la célebre
obra, aquello de “ Mejía, no os extrañéis...”.
Por mi forma de
pensar sufrí en el cargo que desempeñaba en mi trabajo de
entonces en una multinacional, nido y semillero de francmasones,
donde los jefes de las delegaciones de Cataluña y Vascongadas
se caracterizaban por su pensamiento izquierdista y/o
separatista. Era lo que le gustaba a la Francia de Giscard en su
estrategia de desmembrar España;
a través de organizaciones empresariales, su gobierno,
manifestaba sus consignas en documentos confidenciales de
empresa. Se mantenían en sus cargos, o se promovía a ellos, a
los hombres que respondían al perfil diseñado por la
francmasonería. Los disidentes eran marginados. Se llevaba a
cabo una solapada política de pasillos. Uno de los ejecutivos
favoritos en aquella empresa, Delegado General de Cataluña,
llegó a decir en una comida, se supone que de confraternización,
“que a él no se le ocurriría hacerse donador de sangre,
no fuera a ser que se la dieran a algún falangista
accidentado”; y otro de su misma delegación, y liberal
por supuesto, de la burguesía barcelonesa, que “a todos
los falangistas había
que meterlos en la cárcel”.
Con estos
mimbres se tejió el cesto de la Constitución. Con estos apoyos
se ha edificado el actual estado liberal. No son teorías, son
casos vividos en la realidad cotidiana. Todos estos elementos
-en todos los sentidos de la palabra - han entrado en el
Parlamento español y son los que se han hecho los amos.
Bien decía Juan Carlos en el
discurso que pronunció al ser proclamado Rey, cuando
afirmó con una rotundidad, energía y claridad inusuales en él...”que
nadie espere ningún privilegio..”. Expresión políticamente
correctísima, pero en el contexto
que pronunció estas palabras estaba claro que era a los
defensores de las Leyes Fundamentales a quienes se refería, o
sea, a los que le pusieron en el trono, quienes por cierto no
necesitaban privilegios, pues en su inmensa mayoría se
dedicaron por encima de todo a servir al pueblo. Y claro, con
este guiño del monarca, los que pudieron sentirse confortados
fueron la izquierda masónica y el separatismo en sus diversas
expresiones y marcas. Razones no les faltaban, pues desde el
primer momentos se vio que quiso reforzar su trono con ellos,
propiciando que se hiciese una constitución a su medida. Son
ahora éstos los que quieren romper la Constitución, que ya no
les sirve, y traer la Tercera República.
Pues esto es lo que vais a celebrar mañana, españoles desinformados,
aletargados, resignados; o malvados en bastantes casos. Yo
prefiero rezar por todos nosotros a San Nicolás que es, además
de Santa Klaus, abogado de los problemas económicos, pues a
buen seguro, y me gustaría equivocarme,
que va a tener más trabajo de la cuenta como siga en su
cargo mucho tiempo el actual gobierno.
INICIO
|