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Actualizada: 06 de Diciembre de 2.006.  

 
 
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Yo voté «no».

Por Antonio Iglesias.

Feliz día de San Nicolás de Bari a todos los españoles.

El día 6 de diciembre la Iglesia celebra la festividad de este Santo, obispo y  natural de la ciudad italiana  de Bari. Es el Santa Klaus, diminutivo en alemán de Nikolaus, de los niños de los países nórdicos que vivirán dentro de unas horas su noche mágica de la ilusión y los regalos.

Muchos españoles, muchos, celebrarán con dócil mimetismo, con pastueña embestida, el día de la Constitución, sin saber lo que celebran, y estarán en lo cierto, pues no veo que haya nada que celebrar. Otros, si siguen suficientemente ciegos como para no darse cuenta de lo que está pasando, lo harán incluso de buena fe creyendo que el invento nos ha hecho más maduros políticamente y más europeos.

Lo que leen en la prensa o ven en la tele. No pocos, los escribas y fariseos del sistema, celebrarán la seguridad de su cargo, el ir bien en el machito y el que me quede como estoy. Que no decaiga. Y los malvados, que los hay en abundancia, celebrarán que están comenzando a conseguir lo que querían al propiciar esta Constitución: tener con ella un instrumento para destrozar a España.

YO VOTÉ “NO” y recomendé hacerlo así a todos los que estaban a mi alrededor.

Voté “NO” por varias razones, pero principalmente por la inclusión en el texto constitucional del término “nacionalidades”, porque comprendí que ponía en situación de alto riesgo la Unidad de España como así ha resultado ser. Este término fue impuesto por separatistas y consentido cobardemente por un grupo de calzonazos del centro y de la derecha, entre ellos Fraga Iribarne, que responderán ante la Historia de todo cuanto se derive de esta claudicación.

La izquierda y el separatismo consiguieron introducir en la Constitución todas sus aspiraciones a cambio de admitir una monarquía que presumían débil y acomodaticia y que podría ser volatilizada una vez hubiera accedido a todas sus pretensiones. En eso están.

Lamento haber acertado, pero predije todo esto y tuve que aguantar entonces esas sonrisas burlonas,  perdonándome la vida, de pancistas sensatos y moderados que ahora son los que más se lamentan. Se me ocurre decirles, parafraseando a don Juan Tenorio en una escena de la célebre obra, aquello de “ Mejía, no os extrañéis...”.

Por mi forma de pensar sufrí en el cargo que desempeñaba en mi trabajo de entonces en una multinacional, nido y semillero de francmasones, donde los jefes de las delegaciones de Cataluña y Vascongadas se caracterizaban por su pensamiento izquierdista y/o separatista. Era lo que le gustaba a la Francia de Giscard en su estrategia de desmembrar  España; a través de organizaciones empresariales, su gobierno, manifestaba sus consignas en documentos confidenciales de empresa. Se mantenían en sus cargos, o se promovía a ellos, a los hombres que respondían al perfil diseñado por la francmasonería. Los disidentes eran marginados. Se llevaba a cabo una solapada política de pasillos. Uno de los ejecutivos favoritos en aquella empresa, Delegado General de Cataluña, llegó a decir en una comida, se supone que de confraternización, “que a él no se le ocurriría hacerse donador de sangre, no fuera a ser que se la dieran a algún falangista accidentado”; y otro de su misma delegación, y liberal por supuesto, de la burguesía barcelonesa, que “a todos los falangistas  había que meterlos en la cárcel”.

Con estos mimbres se tejió el cesto de la Constitución. Con estos apoyos se ha edificado el actual estado liberal. No son teorías, son casos vividos en la realidad cotidiana. Todos estos elementos -en todos los sentidos de la palabra - han entrado en el Parlamento español y son los que se han hecho los amos.  Bien decía Juan Carlos en el  discurso que pronunció al ser proclamado Rey, cuando afirmó con una rotundidad, energía y claridad inusuales en él...”que nadie espere ningún privilegio..”. Expresión políticamente correctísima, pero en el contexto  que pronunció estas palabras estaba claro que era a los defensores de las Leyes Fundamentales a quienes se refería, o sea, a los que le pusieron en el trono, quienes por cierto no necesitaban privilegios, pues en su inmensa mayoría se dedicaron por encima de todo a servir al pueblo. Y claro, con este guiño del monarca, los que pudieron sentirse confortados fueron la izquierda masónica y el separatismo en sus diversas expresiones y marcas. Razones no les faltaban, pues desde el primer momentos se vio que quiso reforzar su trono con ellos, propiciando que se hiciese una constitución a su medida. Son ahora éstos los que quieren romper la Constitución, que ya no les sirve, y traer la Tercera República.

Pues esto es lo que vais a celebrar mañana, españoles desinformados, aletargados, resignados; o malvados en bastantes casos. Yo prefiero rezar por todos nosotros a San Nicolás que es, además de Santa Klaus, abogado de los problemas económicos, pues a buen seguro, y me gustaría equivocarme,  que va a tener más trabajo de la cuenta como siga en su cargo mucho tiempo el actual gobierno.


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