Mientras
España duerme la siesta.
Por Fernando
González de Canales.
Parece
ser que España agoniza y que los españoles no se dan cuenta. Todo
lo que ocurre en España desde hace 30 años le importa un comino
como se dice vulgarmente a los españolitos de a pie. España se
hunde y los españoles no dicen nada. España se pierde en el tiempo
y la gente calla y duerme, como cuando uno se toma un Lexatin y
duerme placidamente en un sueño que parece ser que por ahora no
tiene fin.
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El otro día escuchando el
programa dominical de Eduardo García Serrano, miembro de una saga
de grandes falangistas, escuché de boca del periodista que a los
españoles lo que les pasa es que están anestesiados. Adormecidos
en el quirófano en el que se despedaza España.
A García Serrano no le falta
razón. España se encuentra adormecida por la medicina del
mal llamado “Estado de Bienestar”. ¿Pero qué “Estado de
Bienestar” es este en el que solo salen perjudicadas aquí la
identidad y la unidad de España, su integridad e independencia? Los
españoles están en una nube mientras España agoniza en el quirófano
de la clase política. Mientras tengan su casita en la playa, sus
catorce pagas, su home cinema a todo color y sus habitaciones con
muebles de importación sueca pues todo va estupendamente. Ya puede
caer una bomba atómica en la manzana de al lado que mientras no le
pase nada a nadie de los míos pues no pasa nada. En definitiva, el
bienestar comunitario a sido sustituido por el bienestar individual
y egoísta. La conciencia de empresa colectiva ha caído tras 30 años
de educación en los “valores democráticos”. A la gente lo que
le preocupa ahora no es que en el Congreso de los Diputados, si, ese
prostíbulo en el que se despedaza y vende una nación con más de
2000 años de historia por unas miserables 30 monedas, se debata la
aprobación del Estatuto catalán. A nadie tampoco le importa, y
mucho menos preocupa, que en las provincias Vascongadas si se es
español, como ellos, esté acompañado por una constante amenaza de
muerte por cortesía de todos sus vecinos. Claro, yo, ciudadano de
Madrid, Jaén o Villarejo de Salvanés jamás voy a sufrir tal
situación desesperante. A los españoles tampoco les importa que en
algunas provincias españolas se queme y ultraje a la bandera de
España. Total, es un pedazo de trapo. ¿Qué me va a influir en mi
calidad de vida ese hecho? No, no. Nada de eso. Por favor, como
podemos exigirles movilizarse por esas causas tan pasadas de moda.
Primero yo, luego yo y después yo. A los demás qué les den.
En cambio, lo que sí hace
movilizarse a los españolitos de a pie son causas tan grandes como
la lucha contra la implantación de los parquímetros en sus
barrios. El barrio es por desgracia a lo que se ha reducido la
“nación” de los ciudadanos y ciudadanas de a pie en esta cosa
que antes se llamaba España. La lucha contra el parquímetro. Un
ejemplo: las asociaciones vecinales del distrito de Fuencarral –El
Pardo o de Carabanchel, todas ellas respetables, de Madrid ha hecho
suya la causa. Todos los jueves toda clase de personas, donde
sobretodo proliferan jubilados desocupados que no tienen otra
cosa que hacer que salir a gritar y a bloquear la avenida de la
Ilustración para que el alcalde faraón Gallardón les escuche.
Esto en las del distrito de Fuencarral. Que causa más noble. Hasta
aquí todo bien. La pena es que la ciudadanía tenga tan poca
amplitud de miras. Todo se reduce a mi calle y a dos más. Al barrio
y el de al lado. A los ultramarinos y a la droguería. La
empresa común de España no cabe en sus planes. Claro, como el
Estatuto catalán no supone a priori un ataque a sus bolsillos de
pensionista pues a mi no me mueve nadie de mi casa. El parquímetro
sí. Hombre, como no. Eso es un robo. Un afán recaudatorio de Gallardón
II sin más. Un asalto a nuestros bolsillos para pagar así las
obras de la capital. Por eso si que me muevo. Salgo a la calle y
grito. España es demasiado grande para mi amplitud de miras y solo
tengo que bajar a la calle paralela a la mía para ocupar mi tiempo.
Esto es lo que tenemos en
España: una sociedad adormecida en la Sociedad de Consumo y en el
acomodamiento. Apreciamos que este ha sido un buen medicamento para
mantener a la sociedad adormecida y anestesiada. José Antonio Primo
de Rivera ya nos habló de ésta anestesia pero en 1935. Una pena
que 71 años después esas mismas palabras sean tan actuales. Aquí
os pongo partes de ese discurso de 1935 que se titulaba como este
mismo artículo: “Mientras España duerme la siesta”.
“Os acometerá el
desaliento de pensar que todo lo que hacemos es inútil contra la
sordera pétrea de España.”
“Paz y siesta. Eso es lo
que apetecen, como programa máximo, las tres cuartas partes de esta
España que ha renunciado a la guerra en la Constitución y que ha
perdido, estragada, el regusto antiguo de lo heroico.”
“He aquí, camaradas, cómo
ahora más que nunca son necesarias las consignas de nuestra fe.
Antes todavía, la incomodidad ahuyentaba el sueño de España;
ahora nada cierra el paso al sopor. Todos los gusanos se regodean
por adelantado, con la esperanza de encontrar otra vez a España
dormida para recorrería, para recubrirla de baba, para devorarla al
sol.”
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