La
vergüenza de Gibraltar.
Por José Gabriel.
Gibraltar es el puñal
que todo español lleva clavado en el corazón, decía Julio Ruiz de
Alda. Quizá por eso, nuestro presidente, heredero moral y directo
de los que asesinaron al citado personaje, ha decidido que es hora
de clavar el puñal un poco más.
Entiendo que la política
internacional obliga a España a soportar relaciones con Inglaterra
y las demás naciones hostiles en el pasado y presente; pero lo que
no logro comprender, es la constante amabilidad, cuando no
claudicación y sumisión, con la que nuestra maltrecha Patria trata
a la pérfida Inglaterra.
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A nadie se le escapa
que el episodio de Gibraltar responde a uno de los mayores actos de
piratería y traición internacional. En la Guerra de Sucesión , la
plaza fue ocupada en nombre de Carlos III, Rey de España; pero
después, siendo fieles al estilo que siempre ha caracterizado a los
“hijos de la Gran Bretaña”, el almirante inglés George Rooke,
colocó la bandera inglesa y tomó posesión del lugar en nombre de
Ana, reina de Inglaterra. Luego, vino lo de siempre tras una
conquista inglesa: destrucción de iglesias por parte de los
anglicanos, asesinatos, violaciones, saqueos y por último, el éxodo
de la población autóctona que se negó a permanecer bajo dominio
extranjero.
Desde entonces
hasta nuestros días y en función de quien nos haya
gobernado, nos ha tocado padecer un sinfín de falsas promesas, negociaciones, asedios, ruegos, burlas,
vejaciones, engaños, cobardías y traiciones.
El Generalísimo
protagonizó la última ofensiva seria, logrando al menos, una
legitimidad moral y jurídica amparada por la inservible ONU; también
decidió cerrar la verja, pretendiendo con ello forzar el adelanto
de una solución que no
llegó gracias a la debilidad y
falta de dignidad de Adolfo Suárez.
Pero nuestro
iluminado presidente, al igual que está dispuesto a solucionar el
terrorismo dando la razón a los asesinos, ha decidido hacer lo
propio con Gibraltar dando la razón a los colonos invasores.
Lo primero que ha
hecho, ha sido enviar al ministro de desastres exteriores
(piltrafilla humana que se encontraba ausente el día que Dios
repartió talentos), a negociar un acuerdo que desbloquee la situación
con nuestros “amigos ingleses”.
Para humillarnos aun
más, la negociación ha sido trilateral, poniendo de esta manera a
la Colonia, en pie de igualdad frente a España. Los colonos, además
de este reconocimiento, han conseguido que España levante las
restricciones aéreas para vuelos civiles, ampliación del
aeropuerto, prefijo internacional reconocido desde nuestra nación,
mejora de infraestructuras y
una interminable lista de ventajas, encaminadas todas a consolidar
su conciencia como futuro Estado.
Como ridícula
contrapartida, hemos logrado un uso compartido en algunas
instalaciones y una promesa de los ingleses ¡ja, ja, ja! , para no
reparar submarinos nucleares en el territorio robado ¡Bueno! También
nos dejarán abrir un Instituto Cervantes, ya se sabe, los que España
abre en el extranjero para proyectar nuestra lengua y cultura ¿Extranjero
Gibraltar? ¿Desde cuándo, Sr. Moratinos?
Nadie recuerda
la verja construida por los colonos en territorio neutral y
español, o el puerto y aeropuerto realizados en territorio también
español; nadie recuerda que Gibraltar vive del fraude fiscal, del
contrabando de todo tipo de sustancias o de sus burdeles, aunque en
esto último España se ha puesto muy al día; nadie reconoce que lo
único que le importa hoy en día de Gibraltar a los ingleses, es la
deshonra que supone para España ver ondear la bandera pirata en
nuestro territorio.
Para que una
negociación tenga sentido, las dos partes tienen que poder y estar
dispuestas a ceder. Esto no se da en el caso que nos ocupa. El
reconocimiento de la soberanía española sobre el Peñón es
«condición sine qua non»
para después poder negociar lo que sí es negociable, es
decir, la condición en la que han de quedar los colonos que durante
siglos han ocupado nuestro solar patrio, o los plazos de entrega de
la irrenunciable y susodicha soberanía.
Todo lo que no sea exigir, de manera clara y absoluta, la devolución de
nuestro profanado territorio, es una burda y macabra traición.
Mientras esto no ocurra y como incremento de nuestra falta de
dignidad patriótica, España seguirá limitando al Sur con la ¡vergüenza
de Gibraltar!
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