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Actualizada: 01 de Agosto de 2.006.  

 
 
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  Opinión

La historia desmemoriada I.

Jakim Boar.

El nuevo proyecto de Ley del gobierno socialista sobre la Memoria Histórica es claramente inconstitucional y absolutamente revanchista. La Historia no puede manipularse a través de leyes y fomentar dos “Españas”, una de buenos (los vencidos) y otra de malos (los vencedores), a gusto del partido que gobierna nuestra nación.

En este primer capítulo me gustaría tratar el artículo de dicha Ley referente a la exhumación de cadáveres. Desenterrar a los muertos es un claro enfrentamiento social que puede llevar a una inútil confrontación y a la máxima manipulación. Para demostrarlo me serviré de un ejemplo. Cuando vemos las imágenes en el telediario del cuerpo de un cadáver exhumado de una fosa y en su calavera hayamos un tiro de bala, es algo que a todos nos hiela la sangre. Inmediatamente sentimos pena por ese cadáver y pensamos que fue una víctima inocente de la sangrienta guerra.

Pero ahora dejemos a ese cadáver en sus huesos y volvamos al hombre que rellenaba con su carne la osamenta. Imaginemos que ese cadáver pertenecía a un hombre con nombre y apellidos llamado Alfonso G., este señor se hallaba el 9 de Agosto de 1936 en Barbastro. En el rastrillo de la ciudad, él y Santiago F. tenían maniatado al Obispo de Barbastro, Don Florentino Asensio, codo con codo junto a otro preso. Después de blasfemar e insultar al obispo, Santiago F. le dijo al tal Alfonso G. “¿No decías que tenías ganas de comer cojones de obispo?. Ahora tienes la ocasión”. Alfonso G. no se lo pensó dos veces: sacó su navaja de carnicero; y allí fríamente, le cortó en vivo los testículos al obispo. Saltaron dos chorros de sangre que enrojecieron las piernas del prelado y empaparon las baldosas del pavimento hasta encharcarlas. En el suelo había un ejemplar de Solidaridad Obrera , donde Alfonso G. recogió los despojos; se los puso en el bolsillo y los fue mostrando, cual trofeo, por algunos bares de Barbastro. Momentos después el Obispo fue torturado aún más y asesinado sin juicio previo y con el único delito cometido de ser obispo y católico.

Ahora sabemos qué Alfonso G. en su calavera tiene un disparo porque cuando llegaron los nacionales, después de varios testimonios, fue juzgado y condenado como criminal de guerra. Fue fusilado ante un pelotón y le dieron el tiro de gracia en su cabeza. Más tarde fue enterrado en una fosa común junto a otros criminales como Santiago F. Y esta es la verdadera historia de Alfonso G. y no la desmemoriada que pretenden hacernos creer mostrándonos sus huesos tiroteados y a sus familiares llorando alrededor de ellos en la exhumación.

Con esta historia, que además es basada en hechos reales, podemos llegar a comprender hasta que tipo de manipulación se puede dar al desenterramiento de un cadáver, poniendo como víctima inocente y nombrando represaliado a un verdadero criminal de guerra, que fue ajusticiado según las normas militares. Nos puede parecer poco democrático fusilar a un criminal pero en las guerras es algo practicado con frecuencia. No solo fusilaron a criminales los nacionales españoles. También los norteamericanos ejecutaron a diversos nazis en la Segunda Guerra Mundial en los juicios de Nuremberg, ya en tiempos de paz, y nadie se ha atrevido a poner en duda el carácter demócrata de estos, ni la validez de estos ajusticiamientos.

Con la muestra de huesos y más huesos de muertos de la Guerra Civil el gobierno socialista pretende rescribir la Historia, y mostrar los cadáveres de personas que no sabemos cuales fueron sus delitos o sus inocencias. Ni aún sabremos siquiera quienes fueron sus ejecutores, ya que han pasado más de setenta años y los protagonistas no se encuentran ni pueden ser juzgados con garantías. Añadido a esto los propios socialistas y comunistas se enzarzaron en una cruenta batalla con anarquistas, siendo todos del mismo bando, se asesinaron unos entro otros. Por tanto, muchos muertos enterrados en fosas pudieron ser asesinados incluso por sus propios bandos. La misma suerte suponemos correrían los desertores o espías que fueron fusilados por sus compañeros y enterrados en fosas comunes. Por lo que la manipulación de la Historia será  aún mayor, mostrándonos como represaliados del franquismo a ajusticiados por los propios republicanos.


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