La
historia desmemoriada I.
Jakim Boar.
El
nuevo proyecto de Ley del gobierno socialista sobre la Memoria Histórica
es claramente inconstitucional y absolutamente revanchista. La
Historia no puede manipularse a través de leyes y fomentar dos “Españas”,
una de buenos (los vencidos) y otra de malos (los vencedores), a
gusto del partido que gobierna nuestra nación.
En
este primer capítulo me gustaría tratar el artículo de dicha Ley
referente a la exhumación de cadáveres. Desenterrar a los muertos
es un claro enfrentamiento social que puede llevar a una inútil
confrontación y a la máxima manipulación. Para demostrarlo me
serviré de un ejemplo. Cuando vemos las imágenes en el telediario
del cuerpo de un cadáver exhumado de una fosa y en su calavera
hayamos un tiro de bala, es algo que a todos nos hiela la sangre.
Inmediatamente sentimos pena por ese cadáver y pensamos que fue una
víctima inocente de la sangrienta guerra.
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Pero
ahora dejemos a ese cadáver en sus huesos y volvamos al hombre que
rellenaba con su carne la osamenta. Imaginemos que ese cadáver
pertenecía a un hombre con nombre y apellidos llamado Alfonso G.,
este señor se hallaba el 9 de Agosto de 1936 en Barbastro. En el
rastrillo de la ciudad, él y Santiago F. tenían maniatado al
Obispo de Barbastro, Don Florentino Asensio, codo con codo junto a
otro preso. Después de blasfemar e insultar al obispo, Santiago F.
le dijo al tal Alfonso G. “¿No decías que tenías ganas de comer
cojones de obispo?. Ahora tienes la ocasión”. Alfonso G. no se lo
pensó dos veces: sacó su navaja de carnicero; y allí fríamente,
le cortó en vivo los testículos al obispo. Saltaron dos chorros de
sangre que enrojecieron las piernas del prelado y empaparon las
baldosas del pavimento hasta encharcarlas. En el suelo había un
ejemplar de Solidaridad Obrera , donde Alfonso G. recogió los
despojos; se los puso en el bolsillo y los fue mostrando, cual
trofeo, por algunos bares de Barbastro. Momentos después el Obispo
fue torturado aún más y asesinado sin juicio previo y con el único
delito cometido de ser obispo y católico.
Ahora
sabemos qué Alfonso G. en su calavera tiene un disparo porque
cuando llegaron los nacionales, después de varios testimonios, fue
juzgado y condenado como criminal de guerra. Fue fusilado ante un
pelotón y le dieron el tiro de gracia en su cabeza. Más tarde fue
enterrado en una fosa común junto a otros criminales como Santiago
F. Y esta es la verdadera historia de Alfonso G. y no la
desmemoriada que pretenden hacernos creer mostrándonos sus huesos
tiroteados y a sus familiares llorando alrededor de ellos en la
exhumación.
Con
esta historia, que además es basada en hechos reales, podemos
llegar a comprender hasta que tipo de manipulación se puede dar al
desenterramiento de un cadáver, poniendo como víctima inocente y
nombrando represaliado a un verdadero criminal de guerra, que fue
ajusticiado según las normas militares. Nos puede parecer poco
democrático fusilar a un criminal pero en las guerras es algo
practicado con frecuencia. No solo fusilaron a criminales los
nacionales españoles. También los norteamericanos ejecutaron a
diversos nazis en la Segunda Guerra Mundial en los juicios de
Nuremberg, ya en tiempos de paz, y nadie se ha atrevido a poner en
duda el carácter demócrata de estos, ni la validez de estos
ajusticiamientos.
Con
la muestra de huesos y más huesos de muertos de la Guerra Civil el
gobierno socialista pretende rescribir la Historia, y mostrar los
cadáveres de personas que no sabemos cuales fueron sus delitos o
sus inocencias. Ni aún sabremos siquiera quienes fueron sus
ejecutores, ya que han pasado más de setenta años y los
protagonistas no se encuentran ni pueden ser juzgados con garantías.
Añadido a esto los propios socialistas y comunistas se enzarzaron
en una cruenta batalla con anarquistas, siendo todos del mismo
bando, se asesinaron unos entro otros. Por tanto, muchos muertos
enterrados en fosas pudieron ser asesinados incluso por sus propios
bandos. La misma suerte suponemos correrían los desertores o espías
que fueron fusilados por sus compañeros y enterrados en fosas
comunes. Por lo que la manipulación de la Historia será aún
mayor, mostrándonos como represaliados del franquismo a
ajusticiados por los propios republicanos.
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