Benedicto
XVI en España.
José Gabriel.
La visita del Papa Benedicto
XVI ha supuesto un punto de inflexión, espero no momentáneo, en la
constantemente agredida vida de los españoles. La Providencia, ha
querido además, que haya tenido lugar en un momento especialmente
duro para la ciudad de Valencia, tras el trágico accidente acaecido
en fechas recientes.
Los de siempre, llevaban meses
tratando de enrarecer el ambiente y organizando campañas contra la
visita. Hicieron manifestaciones ridículas promoviendo la apostasía,
concentraciones a favor de la homosexualidad, en contra de la
familia tradicional (como si existiera otro tipo de familia), contra
la iglesia y contra todo lo que no son ellos; llegaron incluso, a
colgar en las ventanas unas patéticas pancartas en las que se decía:
"Jo no t´espere" (yo no te espero), cosa un poco rara, ya
que con semejante simpleza, lo que en realidad demostraban es estar
esperándole. A la vista del éxito cosechado por su Santidad, tendrían
que haber puesto: ¡Jo! yo no me lo esperaba.
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Frente a estos sujetos, la
respuesta del valenciano normal ha sido ejemplar: ausencia de
incidentes, desprecio a estos peleles del marxismo, presencia
absoluta de banderas de España y del Vaticano por toda la ciudad y
participación con entusiasmo masivo en todos los actos organizados.
Con la llegada del fin de
semana, Valencia recibió la visita de más de un millón y medio de
personas. La actitud de las familias peregrinas ha sido realmente
emocionante, a pesar algunas deficiencias en la organización de los
eventos principales.
Pero lo realmente gratificante
ha sido el mensaje. Benedicto XVI, ha llegado a una España no sólo
rota en lo político, sino también en lo moral; ha llegado a una
España sumida en una marea de materialismo, histerismo e
histrionismo sexual sin parangón en la historia de nuestra
misionera Patria; ha llegado a una España con unas cifras de aborto
y de rupturas matrimoniales, que confirman el fracaso de la cultura
amoral propagada por el liberal-socialismo en que se basa nuestro
sistema político.
Pero por suerte
la Iglesia no es esclava de las voluntades, lo es de la
Verdad; no depende de unos votos ni de unos pactos, aunque algunos
dentro de ella se dejen arrastrar por una cómplice y permisiva
prudencia. La manera con la que el Papa ha explicado el verdadero
significado de la Familia ha sido de una pedagogía a la que por
desgracia no estamos acostumbrados; la manera con la que ha acompañado
a los familiares de los fallecidos, compartiendo con ellos su
incomprensible cruz, ha sido sencillamente emocionante. Benedicto
XVI ha hecho de un mensaje duro, justo y complicado, algo
comprensible y amable; lo ha hecho además, con caridad pero sin
medir las palabras: sin tibieza. Rezo para que la Iglesia española
sepa aprovechar los frutos espirituales de estas jornadas, dé un
paso al frente y sea verdaderamente libre y valiente.
Los que nunca están ni a la
altura de sí mismos, en esta ocasión han quedado directamente
anulados y han pasado desapercibidos a pesar de su repugnante
actitud. Lo de Zapatero es directamente de cárcel. La falta de
respeto y educación mostrada por este resucitador de etarras, no
tiene límites y son impropias de alguien que no sea un
enajenado mental. No acudir a los actos ni a despedir al
Papa, es propio de mediocres acomplejados, impotentes deicidas o
simplemente de tontos con tendencia al infinito. Hay que reconocer
que tampoco hay posibilidad de dialogo inteligente entre Benedicto
XVI y Zapatero, pero aún así, nos guste o no, esta birria humana
nos representa y, ello, le obliga a estar de cuerpo presente en tan
grandioso acontecimiento.
También hay que echar de comer
a parte a las autoridades pepoides. Resulta impagable ver aplaudir a
Marianín, Esperanza Aguirre, Rita y toda la tropa, mientras el Papa
hablaba de la indisolubilidad del matrimonio, la defensa de la vida
en todas sus etapas y la dignidad de la persona. Podría el Pp haber
entregado al Papa un catálogo con las subvenciones realizadas por
Esperanza y Gallarcondón a obras y entidades, abiertamente
blasfemas y anticristianas. Pero no debemos olvidar que estas
criaturas son así:... sin valores, sin principios, sin finales, sin
criterio, sin vergüenza, con intereses bastardos, con hipocresía y
sobre todo sin valor ni decencia. El ver comulgar a estos seguidores
de Judas y Pilatos, mientras destierran a Dios de la vida pública y
de las instituciones, resulta sencillamente escandaloso.
Incomprensible la actitud de Rita y Camps con Zapatero, aun
entendiendo que hay que guardar las formas, no es comprensible tanta
sonrisa y distendida conversación cuando el Santo Padre todavía no
estaba presente...... ¡bueno! quizá sí es comprensible.
Del perjuro y su “ejemplar” familia, nada que destacar,
estuvo pero sin estar y leyó dos discursos de desigual fortuna: patético
y estúpido el de bienvenida; casi decente el de despedida.
Pero estos
mamarrachos no han podido ni pueden desvirtuar lo que se ha vivido
en España. Se han visto las
Iglesias llenas de peregrinos, largas colas en
los confesionarios, las calles repletas de sacerdotes que no
ocultaban su condición, el multitudinario Rosario en la playa y un
sin fin de recuerdos que quedarán para siempre en la memoria de los
que allí estuvimos.
Destacar también la gran
cantidad de voluntarios llegados de todas partes, su paciencia, su
generosidad y su impagable amabilidad.
Juan Pablo II hizo una
importantísima labor en la defensa de la verdadera libertad frente
al Capitalismo y al Comunismo, además de un apostolado heroico con
sus mensajes a la juventud; saldó también una deuda pendiente
realizando masivas canonizaciones y beatificaciones de los mártires
de nuestra Cruzada.
Benedicto XVI ha comenzado su
labor con la imprescindible lucha contra el relativismo y la
necesaria defensa de la autentica Familia. La Familia, al igual que
la Patria, no es un contrato entre unas partes: es una fundación y
una unidad de destino.
Con Benedicto XVI puede decirse
sin caer en la ingenuidad: ¡La Esperanza todavía!
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