Campaña
anticatólica.
Juan Luis
Martínez.
Es preocupante la
campaña anticatólica que parte del gobierno de la Nación e
incluso por parte de multinacionales mediáticas, editoriales y
cinematográficas contra las creencias cristianas, cuando Las judía
y musulmana se respeta escrupulosamente. Los últimos casos famosos
son la versión cinematográfica del libro El Código Da Vinci,
pésima película basada en un libro plagado de errores históricos,
o la presentación de El Evangelio de Judas como una novedad papirológica,
cuando es de sobra conocido, tratándose de un manuscrito apócrifo
del siglo III, de estilo fantástico-legendario. Los verdaderos
Evangelios, escritos por los primeros apóstoles y sus discípulos
provienen a partir de 20-30 años después de la muerte de Jesús,
siendo el de San Mateo el primero que se escribió, llevando siglos
minuciosamente estudiados por científicos, teólogos y papirólogos.
Son los mismos que nos presenta la Iglesia Católica como base de
nuestra fe.
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Quieren acallar la
autorizada voz de ésta bimilenaria institución y amenazan
continuamente con abolir la asignación tributaria y las clases de
religión católica, mientras se financia sin problemas a otras
religiones y colectivos sin arraigo social.
Como católico
practicante, me hiere que se "despelleje viva" a la
Iglesia cuando se declara contraria, según los preceptos emanados
del Evangelio, a bodas y adopciones por parte de homosexuales, la
experimentación con células humanas embrionarias, discriminar las
clases optativas y evaluables de religión católica en los
colegios, etc.
Se pretende imponer
un sistema totalitario con capa democrática para crear en la
sociedad el pensamiento único políticamente correcto, es decir, el
aborregamiento de las masa, "pan y circo", como se suele
decir. Vivir para ver y escuchar, qué forma de mentir con tal de
despreciar a la Iglesia que fundó Cristo.
Sin la desamortización
de Mendizábal en 1832, donde se confiscaron los bienes de la
iglesia y pasó al Estado, o durante la persecución de la segunda
república y la Guerra Civil de 1936, donde se mataron a religiosos
y se quemaron colegios, conventos e iglesias (jamás nadie ha pedido
perdón a ésta institución por el enorme daño causado), la
Iglesia Católica no necesitaría de financiación parcial para su
subsistencia.
Ante aquellos
desmanes históricos y sobre todo por el bien social (misiones,
leproserías, escuelas, hospitales...) y espiritual, es de justicia
la ayuda en su financiación, como hace el gobierno con sindicatos,
partidos políticos y ONG´S.
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