La
República anti-española.
Andrés Orta
Candal.
Después de un siglo funesto de
Liberalismo extranjerizante que arrastró a España al abismo de su
decadencia universal, la Monarquía Borbónica, distanciada de la
antigua Tradición Española, cayó con pena y sin gloria. Ni
siquiera un pelotón de Soldados se movilizó en defensa del Trono.
El Rey Don Alfonso XIII, después de haber coqueteado estúpidamente
con la demagogia democrática y abandonar la Corona al alcance del
populacho desenfrenado, se vió obligado a abdicar y en el puerto
mediterráneo de Cartagena embarcó rumbo al destierro. Mientras,
los Comités Republicanos se hicieron dueños de las principales
ciudades de la Nación, derribando las Flores de Lis y demás símbolos
monárquicos.
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La República,
proclamada en los motines callejeros del infausto 14 de Abril de
1.931, nada tuvo de Española. Todo lo contrario. Fué una República
de Secta, fraguada en el secretismo tenebroso del Gran Oriente de la
Masonería en cumplimiento de los Protocolos Sionistas. Su primera
disposición oficial, incapaz de sostener en sus garras profanadoras
el peso del Patriotismo Español, fué sustituir la Gloriosa Bandera
de España por el oprobioso trapo tricolor que presidió aquellos
turbulentos años de horror y tragedia. Al mismo tiempo, los Jefes y
Oficiales de las Fuerzas Armadas conocidos por sus Ideales Patrióticos,
fueron sometidos a una estrecha vigilancia policial y algunos de
ellos pasados forzosamente a la situación de Retiro.
Aquel régimen fatídico,
ajeno y extraño a la Historia de España, promulgó en su fase
inicial unos estatutos destructores de la Unidad Nacional Española.
Con ellos, la Nación fué fragmentada en autonomías
desintegradoras donde se incubaron los separatismos vasco y catalán,
soslayando que tanto Cataluña como Vasconia son Regiones entrañablemente
implícitas en la España Unida que forjaron aquellos ejemplares
Reyes que se llamaron Isabel y Fernando.
Con furor
talmudista, la República de la Escuadra y el Compás desató una
feroz persecución contra la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo
que fué acompañada de saqueos e incendios de Parroquias y
Conventos y hasta de Escuelas y Hospitales dependientes de las beneméritas
y caritativas Ordenes Religiosas consagradas a la enseñanza y a la
salud. Hasta las sepulturas de los Cementerios fueron atrozmente
profanadas en rituales de odio tribal característicos de la
Sinagoga de Satanás. Los Crucifijos fueron arrancados, escupidos,
destrozados y quemados. Las veneradas Imágenes de la Virgen y de
los Santos fueron objeto de actos obscenos y bestiales. Los
Ornamentos Sagrados (custodias, cálices, casullas) fueron
utilizados en bufas parodias por la chusma endemoniada. En medio de
aquella vesania iconoclasta y sacrílega alentada por el Sanhedrín
Oculto, el sátrapa homosexual Manuel Azaña — obediente lacayo de
las Logias — se atrevió a blasfemar diabólicamente desde la
Presidencia de aquel sedicente Gobierno:
"España ha dejado de ser Católica", gritó en el
Parlamento el infame masón, recibiendo el aplauso entusiasta de la
canalla soez, siempre dispuesta a destruir las Señas de Identidad
del Pueblo Español.
Aquella consigna
falaz lanzada por el sodomita enmandilado de monstruosa fealdad física
y moral, sirvió para excitar los instintos homicidas de las
embrutecidas turbas de la UGT, PSOE, CNT, FAI, JSU, PCE, UHP, POUM y
demás siglas de la Nomenklatura del Terror. Con el estallido de la
Guerra, más de 13.000 Sacerdotes, Frailes y Monjas y 7 Obispos
fueron inmolados, como Mártires de la Fé, en el ara sangriento del
Moloch Revolucionario después de haber sido atrozmente torturados y
mutilados en las numerosas Chekas que existieron en la España
cautiva y dolorida.
Desórdenes, anarquía,
huelgas, sabotajes, atentados. Ese es el tétrico balance del primer
Bienio Izquierdista que dió paso al Bienio estéril y frustrante,
en el cual un claudicante Gobierno de Centro-Derecha perdió la
oportunidad histórica de aplastar al Comunismo para siempre. En vez
de ejecutar esa misión justiciera que la España decente y honrada
reclamaba a viva voz, aquella coalición gubernamental del Partido
Radical (Alejandro Lerroux) y la CEDA (José María Gil Robles),
concede un cobarde indulto a los cabecillas de la asonada
bolchevique que en Octubre de 1.934 dejó en Asturias un rastro de
sangre, fuego y destrucción. Aquella lenidad trocó la Toga de la
Justicia en un andrajo de traición y desvergüenza.
Llegamos al mes de
Febrero de 1.936. Preside el Consejo de Ministros el masón grado 33
Manuel Portela Valladares, quien convoca a las urnas en la plena
seguridad de que unos comicios amañados por el Hampa Tripunte darán
el triunfo a sus hermanos sectarios, otra vez encabezados por la
figura repulsiva del verrugoso invertido Manuel Azaña, servil
instrumento del Judaísmo Internacional.
Así, en medio de
unas fraudulentas elecciones en las que se impuso el pistolerismo de
la milicia socialista conocida como "La Motorizada" , la
fatídica República Masónica se desplaza violentamente hacia la
extrema izquierda, entregando el Poder a la criminalidad organizada
en el Frente Popular, engendro sanguinario de Moscú. Ese fué el trágico
resultado del fraude electoral tramado y orquestado por el judío
rapaz Indalecio Prieto, el mismo forajido y malhechor que en fechas
posteriores, ya en plena conflagración bélica, dirigió
personalmente el atraco impune al Banco de España, cuyo oro, allí
depositado, fué enviado al genocida Iosif Stalin
(David Koschba, su verdadero nombre judaico) en Rusia y al bandolero
comunistoide Lázaro Cárdenas en México.
La catástrofe se
vislumbra. España comienza a vivir una lúgubre etapa de opresión.
Bajo la férula tiránica y criminal del Frente Popular se desata
una campaña disolvente contra la Familia y el Matrimonio,
arrebatando a los padres la patria-potestad de sus hijos que son
entregados a las ateas y socializantes Guarderías Infantiles de la
República. Se inician los asaltos a la Propiedad Privada con la
imposición gangsteril del "Impuesto Revolucionario" a
patrones y empresarios y con la ocupación armada de las Fincas de
Cultivo y Ganado que mediante una ley de despojo y robo conocida
como "Reforma Agraria" son sometidas a la colectivización
totalitaria de los Koljoks rusos. Los obreros libres, que no están
afiliados a los sindicatos marxistas, son asesinados
premeditadamente. Y todos los periódicos de la Oposición son
silenciados con la mordaza de la censura gubernativa o con el cierre
policiaco.
La maldita Revolución
Mundial ponía en marcha su infernal maquinaria terrorista. Los
comisarios judíos del Komintern bucean en los albañales sociales
del Orbe, reclutando asesinos, ladrones y drogadictos para engrosar,
con esa crapulosa infrahumanidad, las hordas internacionales,
pomposamente llamadas "Brigadas" por la ponzoñosa
propaganda comunista, de la cual se hacían eco las degeneradas y
corruptas democracias liberales.
Consignamos con
profundo dolor que de nuestra querida Isla de Cuba
- tan saturada siempre de nocivo izquierdismo pseudo-intelectual -
también salió una gavilla de delincuentes de la peor calaña hacia
las trincheras ibéricas de la Hoz y el Martillo.
En la aciaga
madrugada del 13 de Julio de 1.936, poniendo en práctica los métodos
criminales importados de la Lubyanka, un grupo de sicarios
policiales de la República, adscritos a la célula marxista que
opera en el madrileño Cuartel de Pontejos, secuestran de su
domicilio y asesinan de dos tiros en la nuca al insigne Jefe y Líder
del Bloque Nacional , Excelentísimo y Honorable Señor Don José
Calvo Sotelo, espejo de Caballero y Patriota. Su ensangrentado cadáver
es abandonado por los verdugos junto a las tapias del Cementerio de
la Almudena. Madrid entero despertó espantado ante el vil y alevoso
Crimen de Estado que estremeció a toda Europa. El asesinato del
ilustre Tribuno, Heraldo de la Derecha y del Derecho, había sido
anunciado con antelación en aquél espúreo y malquisto Parlamento
por otro perverso masón, el siniestro Santiago Casares Quiroga y
por aquella arpía amaestrada del Soviet conocida como "La
Pasionaria". La sangre noble y generosa del Prócer señaló el
único y definitivo camino para el Rescate de España :
el Camino de las Armas.
Fué entonces cuando
se dió en Melilla la consigna salvadora : "el 17, a las 17
". Y el 17 de Julio de 1.936, a las 17 horas, las Tropas
Militares de Melilla se sublevaron contra la tiranía soviética del
Frente Popular. Al día siguiente, 18 de Julio, el Alzamiento se
hizo Nacional. Junto a los emblemas del Ejército — en hermandad
patriótica — las insignias de los Voluntarios Civiles
Anticomunistas. Estalló en toda España la Cruzada de Liberación
que tres años después, el 1 de Abril de 1.939, fué coronada con
los Laureles de la Victoria.
La Civilización
Occidental se salvó así de la Barbarie Roja gracias a la limpia
espada legionaria del Invicto Generalísimo Franco. Y gracias a su
Caudillaje, la España redimida conoció una fecunda Era de Paz,
Orden, Progreso, Bienestar, Trabajo, Justicia y Libertad.
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