El
ocaso de los dioses.
Godofredo.
Don
Joaquín Costa, emérito pensador y político, en su análisis de la
España Moderna, aquélla que es para algunos como la dictadura de
Franco pero con gente vestida de tuno, admirado por la grandeza
espiritual, moral y material de aquella generación de españoles,
llegó a decir de ellos que eran «una generación de semi –
dioses». Habría que ver lo que diría Don Joaquín si contemplara
a esta generación, tal vez la tachara de «generación de semi –
hombres», y no sólo por el afeminamiento de los hombres españoles,
sino también porque hoy día ya no hay ni honor, ni honra, ni fe,
ni temor de Dios, ni todas las demás virtudes que hicieron del
pueblo español el azote del Islam y del Protestantismo durante los
siglos gloriosos de los Reyes Católicos y los Austrias.
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Cuando
los bárbaros cruzaban las fronteras del Imperio y arrasaban con una
cultura milenaria como era la romana, muy pocos hombres
comprendieron que aquello era el fin de una civilización, de un
modo de vida tradicional, ancestral, vivificado por entonces por el
cristianismo, el cual permitió la supervivencia de la cultura
romana más allá de la estructura social y política que la genero.
Pero hoy, esos mismos bárbaros, con otros nombres, penetran en
nuestras fronteras, no sólo las físicas sino también las
intelectuales y religiosas, y
pocas son las voces de alerta que se escuchan, lo más es una tímida
advertencia, pero no se alza ninguna voz enérgica que anime los
corazones a hacer frente a la invasión. Así, desarmados y
desmoralizados permitimos que se pisoteen nuestras creencias más
profundas, como lo hicieran las ya desprestigiadas legiones romanas,
sombra de lo que fueron, como sombra es el pueblo español actual
del que fuera antaño, salvo honrosas excepciones.
Pero
tal vez no tengamos que dejarnos llevar por el pesimismo, sobre todo
cuando nuestra victoria esta asegurada si perseveramos en la fe,
pues Cristo ya ha vencido al mundo y su victoria nos incluye a todos
nosotros si mantenemos vivo nuestro testimonio de fe en medio del
caos y la ruina moral de nuestra España. Más aun, la esperanza de
nuestro triunfo radica en la promesa que Nuestro Salvador realizo,
en aquel siglo apostata que fue el de la Ilustración, a su siervo
el P. Hoyos: «Reinare en España», complemento de aquella otra que
realizo a Santa Margarita de que su Sagrado Corazón “reinará a
pesar de sus enemigos”.
Somos
testigos del periodo más triste de la historia de España, más aun
que los aciagos días de la II Republica, porque lo que allí sólo
eran ideas ahora son realidades: nuestra patria fragmentada en
taifas, nuestra fe pisoteada, la familia destruida, la juventud
esclava del sexo y del hedonismo, y los fieles divididos y
enfrentados a la Iglesia. Todo ello son signos de una crisis, de un
ocaso, de una muerte lenta y dolorosa de un ser querido, que es España.
Ante ello, no podemos quedarnos de brazos cruzados, no seamos
ilusos, si no reaccionamos seremos tan culpables como los que
ejecutan las ordenes de los enemigos de España, como aquellos
romanos que dejaron en manos de los bárbaros la defensa de su
Imperio, y que al final fueron ellos mismos dominados por los que
les tenían que defender, y que dejaban la puerta abierta a los
invasores para repartirse el botín.
Reaccionemos
de una vez, enfrentémonos a los nuevos bárbaros políticos,
intelectuales y cristianos progresistas y criptolaicos,
que debilitan nuestras fronteras ideológicas, culturales y
religiosas, no tengamos miedo, si ellos tienen los resortes del
poder, nosotros tenemos a Cristo, al Evangelio y a la Iglesia, y
como las legiones de Constantino triunfaremos guiados por el lábaro,
en el que esta grabado el Corazón redentor de Cristo.
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