Gallardón
fariseo.
Antonio Iglesias.
En estos últimos días
la prensa ha dado la noticia de que el amancebamiento de dos varones
homosexuales va a ser elevado al rango de matrimonio en una parodia
que será bendecida por don Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de
Madrid. La noticia va ilustrada con fotografías de los
“contrayentes”.
El Antiguo
Testamento, califica de abominación a la homosexualidad masculina ,
la sodomía. Como es sabido, las ciudades de Sodoma y Gomorra son
destruidas por voluntad de Yahvé en señal de castigo por este
vicio nefando.
En el Nuevo
Testamento se afirma que los sodomitas no entrarán en el Reino de
los Cielos, aunque siempre les queda abierta la puerta de la
misericordia con la llave del arrepentimiento.
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La homosexualidad a
lo largo de la Historia ha sido considerada como algo aberrante y
vergonzoso, aunque determinados sectores “progres” quieran
agarrarse como a un clavo ardiendo a la pretendida homosexualidad de
personajes como Julio César o Alejandro Magno para legitimar, para
avalar en cierto modo esta práctica, y al mismo tiempo atacar
veladamente su condición de militares insignes. No poca literatura
de escaso rigor científico se publica y vende a propósito de esta
propaganda del poder homosexual. Pero esos sectores se contradicen
porque, cuando por desgracia, ha surgido algún caso de
homosexualidad en algún pastor de la Iglesia, entonces sí que la
han condenado sin paliativos y silencian reacciones ejemplares de
algún militar como la que protagonizó en su día el Mariscal
Montgomery; a ella nos referiremos de nuevo más adelante.
Permítasenos añadir,
salvando todas las distancias y lejos por supuesto de todo ánimo de
frivolidad, que incluso entre animales machos alejados de sus
hembras por alguna circunstancia, se han
observado casos de sodomía en que ejemplares más fuertes
violan a otros más débiles. Pues bien, por parte de los animales
sodomizados se deriva una conducta de vergüenza, de bochorno, en
ellos mismos y de rechazo en sus congéneres; un signo de que hasta
el instinto animal reprueba en cierto modo estos actos. Así lo
refleja el prestigioso ganadero de toros bravos don Álvaro Domecq
en su libro “El toro bravo”.
No seré yo quien
lance la primera piedra contra estos dos hombres homosexuales que
van a ser reconocidos como matrimonio por una legislación aberrante
y, en consecuencia, unidos en una insultante parodia de matrimonio
por el alcalde de Madrid, don Alberto Ruiz-Gallardón celoso
cumplidor de la ley.
No se trata de hacer
sangre con conductas de pecado cuando éstas se mantienen en el ámbito
de lo privado. Digo bien: de pecado, de acuerdo con la moral judeo-cristiana
de nuestra religión Católica. El problema de esta sociedad nuestra
es que, en su soberbia, no admite el concepto de pecado.
La mujer adúltera
del Evangelio, es librada por Jesucristo
de ser lapidada en uno de los pasajes más hermosos de la
Sagrada Escritura por
cuanto pone de manifiesto la ternura, humana y divina, de Nuestro Señor
y su infinita misericordia. Y se deduce de su lectura, que la mujer
se conduce con un punto de pudor, de vergüenza
en el reconocimiento humilde de su pecado, oculto, pues ha sido
“sorprendida” sin que ella hiciera alarde de su acción
prohibida y, por supuesto, no reivindica el adulterio cuando el Señor,
que la ha librado de la muerte, la perdona: “Anda, vete y no
peques más”.
No seré yo quien
lance la primera piedra contra quienes, arrastrados por una
inclinación homosexual, contraria a la ley natural y a los
mandamientos sagrados, son víctimas de su debilidad en privado y
sin alardes.
Pero lo que
resulta de todo punto intolerable es el escándalo. Así ese
mismo Jesucristo que no ha dudado en perdonar con ternura a la adúltera
arrepentida, o cuando menos asustada, lanza una terrible condena
para quienes escandalicen a los pequeños, con ese conocido anatema
: “más les valiera que les ataran una piedra de molino al
cuello y les arrojaran al mar”. Y es ese mismo Jesucristo
Quien llama raza de víboras a los fariseos, esa casta para
quienes la letra de la ley es la norma a la que debe plegarse
cualquier otra consideración.
Aquí y ahora, lo
que resulta de todo punto intolerable es que se dé publicidad a
estos casos de relación homosexual que deberían permanecer
cubiertos por un tupido velo. Podemos y debemos tratar a los
homosexuales con el respeto que merece toda persona, y con la
delicadeza que requiere su situación peculiar; pero tenemos que
afirmar sin ambigüedades que el ejercicio de la homosexualidad
no es respetable, no es una opción más: es un vicio, y una
inclinación reprobable de la que no se puede tolerar que quienes la
padecen nos la quieran exhibir con arrogancia. Dicho más
claramente: podemos tolerar a los homosexuales,
pero no las mariconadas públicas.
No puedo tolerar
vivir en un sistema que propicia con sus leyes aberrantes el que los
medios de comunicación divulguen la imagen de dos tíos besándose
en la boca y que mis nietos puedan preguntarme : “¿ Abuelo, cómo
es que esos dos señores son novios?” .Esto no es progreso, es
decadencia y corrupción de la sociedad, especialmente de la
infancia y de la juventud. Cuando una sociedad no reacciona ante
situaciones como ésta, no es que esté madura, es que está podrida
y puede tener por seguro que sus días están contados y que será
remplazada, a no mucho tardar, por otra constituida por un pueblo
con savia nueva que vendrá a repoblar su territorio.
Esta tolerancia
enfermiza del exhibicionismo de aberraciones no es libertad, porque
con el pretexto de querer respetar conductas que no son respetables,
se está pisoteando la libertad y el derecho de la inmensa mayoría
de tener asegurada la educación de sus descendientes dentro de unas
normas morales sanas. Sepan tantos detractores de Franco,
especialmente los que le tiran coces casi a diario desde dentro de
la llamada “derecha moderada” y que ahora lamentan estas
situaciones, que gracias a su gobierno autoritario gozamos durante
su mandato de una defensa a la familia de la que carecemos con el
actual sistema de supuesta libertad. Quizá algún día este pueblo
tenga ocasión de considerarse víctima del actual sistema y, ¿ por
qué no?, reclamar indemnizaciones al mismo por la vejación que
hace de sus convicciones y de sus derechos.
El señor Ruiz-
Gallardón ha señalado que aunque su partido haya mantenido una
discrepancia sobre la ley de matrimonios homosexuales, “en
relación a la definición conceptual de matrimonio”, no
significa que una vez que esté aprobada por las Cortes Generales
pueda no ser aplicada, y ha añadido que una vez que las leyes se
aprueban obligan a todos y “esa es la razón por la que el
Ayuntamiento de Madrid, con toda normalidad, como la totalidad de
los ayuntamientos de España, lo que hace es aplicar la ley cuando
dos personas del mismo sexo solicitan al Ayuntamiento que autorice
la celebración de su boda”.
Tales declaraciones
de Gallardón son contradictorias y retorcidas:
contradictorias pues con ellas menosprecia a priori el
recurso de su propio partido aunque fuera aprobado; y retorcidas,
porque atropella la razón para dar prioridad a lo legislado por el
mero hecho de serlo.
La actitud de
Gallardón expuesta en tales declaraciones, que rezuman hipocresía,
es típica de un fariseo, dado que con su respeto fetichista a lo
legislado, a lo legal, a lo establecido dentro de una supuesta
organización- actitud que Ramón y Cajal definía, en otro ámbito,
como organofilia - está anteponiendo la aplicación de una ley
aberrante por encima de la ley natural, plasmada en la moral de
todas las religiones, y a las convicciones de su partido.
Ningún talante
pretendidamente democrático nos puede hacer admitir esta actitud
del señor Gallardón ni su responsabilidad de gobernante.
Existe la objeción
de conciencia, de la que se ha hecho uso abusivo para eludir el
servicio militar, y la fidelidad a una ideas y a un electorado. Y
existen, cuando se tienen, la dignidad, la decencia y el coraje,
como los tuvo el Mariscal Montgomery quien, al promulgarse en el
Reino Unido hace unas décadas la ley que atribuía rango de
matrimonio a las uniones de homosexuales, no dudó en devolver a la
Reina de Inglaterra los títulos que el Estado le había otorgado
por sus relevantes méritos militares en defensa de su Patria
combatiendo en el norte de África al Mariscal Rommel en la II
Guerra Mundial.
Con el retorcimiento
alambicado que se evidencia en las declaraciones de Gallardón, se
trasluce que, por encima de cualquier otra consideración, al edil
madrileño le pierden su afán de protagonismo y de originalidad,
aunque le lleven al estrambote surrealista fiel a su papel de “Niño
Jaimito” del Partido Popular.
¿ Y qué dicen
ahora ante esta nueva contradicción los sufridos votantes del PP?
¿Van a seguir dando sus votos a un partido que no defiende las
convicciones morales del la inmensa mayoría de su electorado? ¿Desencadenará
este capricho farruco de Gallardón un cisma, que posiblemente está
ya latente, en su partido? ¿ Qué valores de sus votantes defiende
el Partido Popular?, ese partido en el que sus dirigentes, salvo muy
contadas excepciones, en lo único que creen es en una economía de
mercado interpretada en calve ultraliberal, “ideal” éste que
defienden con mucha más claridad y entusiasmo que, por ejemplo, el
de la Unidad de España y el de la defensa de los valores
tradicionales de nuestra Nación.
Hace tiempo que llegó
el momento de que otras formaciones políticas, que sí son capaces
de proclamar sin tapujos ni complejos estos ideales compartidos en
el fondo por muchos de esos ciudadanos hoy dormidos, pero que no se
atreven a defender en sus círculos porque “no están de moda” y
porque la inmensa mayoría de los medios de comunicación los eluden
o ridiculizan. Realmente, hoy día sólo son defensores claros de
estos ideales, sin ánimo de ser exhaustivo, los distintos grupos de
Falange-¿Para cuándo la unidad por encima de matices y
protagonismos?- y el partido AE.
Animo desde aquí a
todos ellos para reconstruir un FRENTE
ESPAÑOL como ya intentaron hace pocos años Blas Piñar
y Jesús López, a la sazón
Jefe Nacional en La Falange. El
problema para estos grupos es el cerco económico y moral que la
liberal-intolerancia del sistema (sistema = Banca + medios de
comunicación + PSOE + PP) ejerce sobre ellos ante cualquier intento
de expresarse.
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