La situación es alarmante, sobre todo para un avezado islamismo que
conoce nuestra debilidad y domina las claves de una estrategia
insurgente. A lo que hay que añadir la falta de iniciativa de parte
de las naciones europeas, encorsetadas dentro de un único modelo
político correcto, aspecto que traducido a términos reales
significa, ausencia de la necesaria libertad de acción. Lo que hace
que toda Europa esté a remolque de los acontecimientos en un impasse
dominado por la inanición, cuyo soporte ideológico es un discurso
civilista con ausencia total de identidad europea-occidental. Un
discurso fabricado a jirones y retazos sobre el escenario de la mal
entendida globalización.
La razón de ser de esta segunda parte viene determinada por la
respuesta que desde las Razones debe darse al musulmán-islamista
Tariq Ramadán a propósito de su artículo "Contra los minaretes votó
el miedo" (El Mundo, 1-12-2009). Que es, por otra parte, la
mentalidad que tienen y sostienen, sean radicales o no, los
musulmanes que viven entre nosotros, en Europa.
Confunde Tariq Ramadán, no sé si por ignorancia o interés, el
carácter peculiar (propio, único y particular) de los pueblos
(naciones, patrias y continentes) y de los individuos que a ellos
pertenecen a través de generaciones, con el status jurídico de la
nacionalidad, sea por nacimiento o por naturalización, nacionalidad
sobrevenida, siempre sujeta a disposiciones reglamentarias. Ya que
los ordenamientos jurídicos incorporan en cada momento histórico
diferentes valores o consideraciones, siempre en beneficio de la
comunidad a la que sirven. Disposicones reglamentarias que no
afectan ni pueden hacerlo respecto a la nacionalidad desde esa
primera consideración a la que hemos aludido de pertenencia a una
comunidad peculiar, propia, única y particular. Es decir, a la del
los individuos que pertenece a una comunidad histórica a través de
generaciones. Una categoría que va más allá de la misma nacionalidad
sobrevenida por nacimiento, que indudablemente puede ser
circunstancial y de poca importancia. Ya que los valores se
trasmiten incluso por la sangre, aun admitiendo que este aspecto por
sí solo no determine el carácter peculiar, nacionalidad, de los
individuos que integran una comunidad. Una comunidad que persiste
aun cuando vayan cambiando sus miembros. Que es lo que llamamos
propiedades de la nación y que a su vez superviven en propiedades de
sus integrantes a modo y manera de vasos comunicantes. De ahí que lo
que determina el estado de la persona en una colectividad concreta,
sea la transmisión de unas vivencias comunes, compartidas, en
especial, de una memoria colectiva, de unos recuerdos que se
perpetúan en la conciencia común junto con unos proyectos de futuro
conjunto.
Transmisión de vivencias comunes, compartidas, en especial, de una
memoria colectiva, de unos recuerdos que se perpetúan en la
conciencia común junto con unos proyectos de futuro, que es lo que
el musulmán-islamista Tariq Ramadán no quiere aceptar: "Todos
los países europeos tienen sus obsesiones o tópicos en cuya virtud
se ataca a los musulmanes". Y que no son obsesiones o
tópicos, sino valores y recuerdos verídicos. Porque una obsesión o
un tópico encierra un desvalor, en cambio los valores y los
recuerdos una verdad, pero también porque la obsesión o el tópico es
frágil y el valor o el recuerdo sólido.
Por tanto, la formación de una determinada nación, patria o
continente, aun siendo en un primer momento un hecho contingente,
todo es en un principio contingente. Una vez que la población ha
llegado a existir, su continuación futura no es axiológicamente
indiferente. Pues está constituida por una serie de valores que las
generaciones precedentes transmitieron en un acervo de recuerdos
colectivos y realizaciones históricas, sociales y culturales
acumuladas, que las siguientes trasmitirán a su vez a las futuras en
un devenir incesante hacia lo universal. Lo que volviendo al
principio determina el estado propio, particular y único de las
personas que pertenecen a una nación.
En algo, no obstante, estoy de acuerdo con Tariq Ramadán, en que
"Europa como Suiza, se han acobardado (...)". Y es que la
desmemoria histórica en Europa ha provocado una desintegración
identitaria de la población europea, una auto-negación rayana en la
auto-destrucción, una pérdida de perspectiva de un futuro, que es
caldo de cultivo para la pululación de pseudomemorias inventadas. En
especial como la que sostienen los musulmanes respecto Al Ándalus.
Foco de tensión circunscrito, de momento, a la versión
islamista-terrorista. |
|