Este “símbolo” se
llama Santiago Carrillo Solares, y es también la medida del
envilecimiento, no ya de toda una clase política e “intelectual”,
sino de la misma sociedad española, llamada así para no perder
tiempo en buscar otra palabra más afín.
Resulta hasta divertido que todo el abanico socio-político “d´estepaís”,
elogie la actitud del Partido Comunista por ser la única
organización que le plantó cara a eso que llaman “franquismo”. No es
que les sirviera de mucho, la verdad, pero los astutos residuos
rojos consiguieron un aval para meterse de cabeza en el nuevo potaje
podrido de una presunta democracia, y a vivir del cuento. Es decir,
el que Franco hubiera parado los pies a la organización más
sangrienta, miserable y criminal de la Historia, es ahora un
demérito. Si, como hubiera querido Carrillo y sus conmilitones del
PCE, España hubiera caído en la órbita comunista bajo la paternal
bota de Stalin, no sólo España habría sufrido las maravillas del
sistema comunista, sino también el entorno geográfico europeo. Eso
de “Centinela de Occidente”, podría ser una frase muy divertida para
las ratas reidoras, pero indudablemente muy acertada.
La pringosa andadura de este criminal envejecido, no resistiría una
comparación con la personalidad, categoría y lugar en la Historia
del Generalísimo Franco, y sin embargo, tiene Carrillo calles en
ciudades y pueblos de España, mientras desaparecen las dedicadas a
Franco. Y con la indiferencia, cuando no el apoyo de esta derecha
irreconocible que disfrutamos.
Cuando cayó el Muro de Berlín y se produjo la reunificación alemana,
se vino abajo el gigantesco y podrido sistema comunista, hasta en su
propia patria de origen. con gran sorpresa del “estadista” González
que poco antes había dicho con gran sentido profético, que
había que aceptar que la separación de las dos Alemanias iba a ser
definitiva. Aquí se lucieron concediendo a Erich Honecker,
último Presidente de la roja República Democrática Alemana, poco
antes del derrumbe, una de nuestras máximas condecoraciones. Si se
concedía la Medalla del Congreso al Parlamento comunista cubano,
medalla que Pons, el Presidente del Congreso, llevó a Cuba donde le
hicieron esperar de forma humillante, a nadie podría sorprender ésta
otra medalla al comunista alemán. Unos meses después de la caída del
Muro, el Gobierno Alemán procesaba al condecorado Honecker, que se
había refugiado en la Embajada de Chile, al que, nos imaginamos, que
no se le “desmedallaría” nunca, como se suele hacer por estos pagos
cuando la tortilla “azul” se vuelve del lado “rojo”.
Nuestro genocida emblemático Carrillo Solares tiene, en primer lugar
sobre su presunta conciencia, los crímenes de Paracuellos. Sólo esta
“hazaña” le colocaría en primera fila del bestiario criminal
mundial, pero el sistema (político y mediático), derecha incluida,
se niega a abrir una investigación, un debate y hasta una comisión
del Congreso para averiguar cómo y por qué pasó. En cualquier país
del mundo se haría, aquí, el miedo a mostrar la verdad guarda la
viña. Se pasan la vida cavando en las cunetas, investigando,
buscando huesos “rojos” (los “azules” vuelven al hoyo) y dejan a un
lado la investigación de un crimen de tal envergadura, no ya
similar, sino anterior en el tiempo al de Katin. Y es que hay que
salvaguardar la arrugada epidermis del genocida, “héroe” de la lucha
contra el “franquismo”. Esto nos recuerda cuando en las Cortes
salidas del pucherazo de febrero de 1936, la derecha, que entonces
era derecha, solicitó una comisión para dilucidar responsabilidades
en los “sucesos” de octubre de 1934, solicitud bloqueada por las
mayoritarias izquierdas marxistas del Parlamento. Era mejor no
averiguar la verdad, una vez ellos en el poder.
Pero es que este Carrillo, no sólo es responsable de la matanza de
Paracuellos, sino de otros muchos crímenes, entre ellos los que
ordenó cometer, en la larga posguerra, contra los que él denominaba,
con lenguaje muy estalinista, “disidentes”. De la catadura moral de
este individuo puede darnos noticias otro personaje siniestro y
criminal, pero que al menos se jugaba la vida en el frente, no como
Carrillo, al que consideraba un cobarde y un falsario. Nos referimos
a Lister.
Cuando se bucea en la andadura de Carrillo Solares sorprende cada
vez más la facilidad que ha tenido para ser, no ya aceptado, sino
alabado, besuqueado y arropado una sociedad con espíritu suicida. Le
ama el rey, que le abraza en cuanto lo tiene a tiro; la reina, que a
veces parece que anda por los Cerros de Úbeda, le alaba en alguna de
sus diversas memorias, biografías o entrevistas; le quieren todos
los presidentes del gobierno desde la llegada de la P.C.S. (Partitocracia
Capital-Socialista), incluidos los de extracción falangista; líderes
de la derecha, como Fraga, lo presentan en la nueva sociedad; o
Martín Villa (tan falangista de aluvión como Fraga), que se
convierte en su amigo inseparable, casi su compañero sentimental;
los generales le saludan obsequiosos entre croqueta y croqueta en
las recepciones; alguno, como Sabino Fernández, acude casi de
rodillas a felicitarle por su 90 cumpleaños; artistas de todo pelaje
le ríen sus gracias, le abrazan, le sonríen, le admiran… Y habría
que preguntarse ¿y por qué? ¿cuál es la causa de este absurdo. La
respuesta, la única respuesta es ésta: haber sido un empecatado y
visceral de Franco. Esa es su “gloria”.
Como la gente no lee, no investiga, no tiene memoria, y si la tiene
prefiere ahogarla para poder medrar sin problemas, se pasa de largo
sobre la biografía personal de este miserable, incluso dejando a un
lado su perfil criminal. Traidor al partido socialista al que
arrebata sus Juventudes, traidor a su padre, que tampoco era
precisamente un angelito, traidor a los suyos, a los que abandona o
persigue en propio beneficio… Vividor impenitente toda su vida,
recibiendo dinero y pagas de lo mas granado del hampa marxista. Ahí
tenemos su apasionada amistad con el dictador rumano Ceaucescu, que
le protegía, pagaba sus gastos, le pasaba un sustancioso sueldo, le
colmaba de regalos, le permitía una regalada vida en los balnearios
de Rumanía, donde también se beneficiaban otros prohombres,
promujeres y prointermedios del PCE…, y cuando el rumano fue
miserablemente juzgado y asesinado por los mismos que se habían
beneficiado de su férrea dictadura, Carrillo Solares no tuvo para él
ni unas simples palabras amables que recordaran a su amigo y
protector. Y es que el que tiene un espíritu miserable y ruin,
cuando se llega a ciertos niveles, no se puede disimular.
Pero es que Carrillo ha tenido protectores, no siempre comunistas,
que le han pagado generosamente sus gastos y viajes, como en la
América Hispana. En Uruguay consiguió del ministro de Asuntos
Exteriores un valiosos pasaporte; pero también en la otra América,
la de los “gringos”, donde fue acogido, Dios sabrá con qué
condiciones, durante una misteriosa escala en los EEUU; también en
Argelia, en la URSS, en casi todos los países satélites y, por
supuesto, en Francia.
Y Carrillo es consultado en tal o cual ocasión, como cuando decía
que ya cumplió de Juana sus años de cárcel y que había que dejarle
en paz…, sin que ninguno de sus alabadores fuera capaz de llamarle
al orden. Se le alaba por no haberse echado al suelo en la jornada
del 23-F. Cualquiera sabe por qué no se tiró bajo la poltrona, pero
no sería por un alarde valor, virtud de la que carece. Él siempre ha
actuado sobre seguro. En otras épocas y, también en otras latitudes,
en similares circunstancias, un personaje de su catadura e
historial, habría salido del Congreso, Senado o Asamblea con los
pies por delante.
Nadie conoce los discursos o escritos de Carrillo a lo largo de su
andadura marxista que demostraban un desprecio absoluto por la
república, la democracia y la libertad, y una sumisión perruna a la
URSS. Nadie se atreve a mostrar por la televisión una antología de
sus declaraciones en las que se contradice y miente de forma tan
descarada que a veces provoca la risa. Nadie es capaz de hacer un
reportaje de su andadura histórica y política, porque nadie se
atreve, ya que nadie quiere pasar a la lista de los maldecidos por
el sistema. Bueno, no todos, que el que suscribe tuvo la
oportunidad, hoy silenciada, de decirle públicamente en la cara lo
que pensaba de él. Pero el que suscribe, un simple veterano del
Ejército, ya estaba fuera de juego
Cuando muera, si le sobrevivimos, coleccionaremos todas las
declaraciones, discursos, loas, elogios y ditirambos que
pronunciarán sobre su ateo féretro, desde el Borbón al que
despreciaba, hasta el último de los periodistas recién salidos del
cascarón. Cuando, en realidad, la verdadera noticia es la de que
nunca, es decir jamás, pudo ni siquiera inquietar a Franco. Esa es
la gran derrota de esta especie de símbolo de la sociedad española
envilecida en lo que se ha convertido el viejo genocida.
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