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Actualizada: 15 de Septiembre de 2.009.  

 
 
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 Félix Martialay, el maestro, el camarada, el amigo ...


   Por Pituca.


Conocí a Félix Martialay siendo aún una niña. Ya había enviado algún artículo a “La Nación”, que me habían publicado en el apartado de “Cartas al Director”. Andaba yo, en esa época, enfrascada en el libro “Hacia el futuro. Preguntas políticamente incorrectas por España”. Y decidí acercarme a la sede de dicho semanario. Iba con el miedo y el respeto que puede tener una adolescente al ir a entrevistarse con un personaje al que veía como un ejemplo a seguir. El encuentro me marcó para toda la vida. En vez de encontrarme a una persona altiva y distante, me topé con un hombre agradabilísimo y muy cordial. Me impactó todo lo que me estuvo contando, de su vida, de la política en general, del periodismo, etc… Me animó a que siguiera escribiendo y se ofreció para resolverme cualquier duda que tuviese. Así, me ayudó con el libro que estaba preparando, para que consiguiera más gente que me pudiera contestar a las preguntas, tanto facilitándome sus direcciones como poniéndose él mismo en contacto. Me trató, realmente, como a una nieta, con todo cariño y comprensión. Como todos los grandes personajes que he conocido fue muy asequible, simpático y casi familiar.

Recuerdo que le llevaba un artículo escrito a bolígrafo en un papel para ver si me lo quería publicar en el Semanario. Ante ello, me dijo que era mejor que se lo llevara escrito a máquina, en el futuro. Para lo cual me regaló su primer ordenador portátil, pues ya lo había cambiado por otro. Ese detalle lo recordaré siempre. Tuve la oportunidad de visitarle algunas veces más, y siempre me seguía animando y me daba libros para mi formación política, histórica y cultural. En una ocasión, me regaló la colección de “Flechas y Pelayos”. Todos esos detalles materiales y espirituales los guardo como un tesoro.

La última vez que le vi fue en la entrega de Premios de los Círculos San Juan, el 25 de enero del 2009. Aparentemente, estaba bien de salud y su simpatía la conservaba íntegra. Como detalle, contar que al acabar mi intervención, me quitó el papel con lo que había dicho para publicarlo en La Nación, pues le había emocionado mucho.

Siempre he tenido a Félix como un ejemplo a seguir por su lucha constante y su Fidelidad a los Ideales Eternos. En las charlas que manteníamos me contó, con orgullo, que era falangista desde los seis años y católico desde que nació. Fue un hombre y un periodista muy destacado y un gran luchador, hasta su muerte, por el Ideal Nacional y, aunque estaba abierto a todo, era claramente Nacional-Sindicalista.

Su vida fue un constante Servicio y Sacrificio a la Causa: Permaneció en el Diario “El Alcázar” desde el año 1968 hasta su cierre democrático en 1988. Entró como crítico de cine, materia en la que era un experto y a los seis meses pasó a ser Redactor-Jefe en la Sección de Deportes, especializándose en fútbol. Ascendió a Sub-director, cargo que desempeñó 11 años. Finalmente, fue director de “El Alcázar” durante dos años. Fue, igualmente, militar de carrera, hasta su retiro voluntario en 1982, con el grado de Coronel de Ingenieros. Escribió varios libros, entre los que destacan: “Mientras suenan los tambores”, “Las grandes mentiras del fútbol español”, “Amberes, allí nació la furia española” y “Aquellos domingos de gloria. 1939-1976”. Fue el alma de la publicación “La Nación”, desde cuya trinchera siempre luchó por España y la Verdad, con mayúsculas.

Este pasado agosto, me acerqué a la sede de “La Nación” para hacerle una visita, como había hecho otras veces. Y me sorprendió que no estuviera. Cual fue mi sorpresa cuando, en la mañana del 9 de septiembre, Javier Grima me llamó para comunicarme su fallecimiento, ocurrido hacía un par de horas. En ese mismo momento, noté como si un cuchillo me traspasase el alma pues se sucedieron por mi mente, en un instante, todos aquellos gratos momentos que compartimos y en los que pude aprender mucho de la experiencia de este hombre íntegro y leal a sus Ideas hasta la muerte.

No podemos estar tristes, pues sabemos ciertamente que él ya está en su Lucero eterno y que, desde allí, velará por nosotros y nos ayudará en la gran tarea que tenemos pendiente para con Dios y con la Patria. Félix, me despido con los gritos que tanto te gustaban y a los que nunca renunciaste:

 

FÉLIX MARTIALAY: ¡PRESENTE!

¡VIVA CRISTO REY!

¡ARRIBA ESPAÑA!

 

 


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