La crisis financiera, alimentaria y
energética que ya padecemos, golpeará con fuerza África, por lo que
será incapaz de cumplir el reto del 2015 de reducir su pobreza
dentro del programa diseñado por EEUU y Europa con el nombre de
“Meta de Desarrollo del Milenio”. Pero no sólo se verá incapaz de
cumplir este reto, sino que tal situación se llevará al traste la
mayoría de los avances conseguidos. Una situación que se agravará,
porque la mayoría de sus inmigrantes perderán los empleos o tendrá
que esforzarse mucho por reservar algo de dinero para sus parientes
de los países de origen: los que viven en chozas de paja, diezmados
por todas las epidemias y expuestos a ser devorados por los leones o
muertos de un cabezazo de jirafa. Con todo, esto no es más que la
punta del iceberg de lo que se espera pueda pasar. Toda vez que,
según el Banco Mundial, las remesas caerán por efecto de la crisis
entre un 5 y 8 %. Que para la situación del África negra es la
ruina.
Tal es la situación en este continente, África,
incapaz de salir adelante, que las compañías extranjeras están
retirando sus capitales, a la par de ir restringiendo el
financiamiento para las importaciones y las exportaciones. Mientras
el comercio está en declive y el índice de desempleo entre la
población activa, que es fundamentalmente la masculina, llega al 73
%.
La perspectiva es, a todas luces y sin exagerar,
dramática. Lo que sin duda provocará una oleada masiva de
inmigración hacia Europa. Sobre todo, porque en África dentro de
poco ya no se podrá ni comer. Una inmigración que destruirá
definitivamente Europa, pues afectará de modo determinante a las
relaciones sociales, ya de por sí deterioradas en todos los países
europeos, como consecuencia del alto número de extranjeros que
soportamos. De ahí, por tanto, que sólo una respuesta global y
desinteresada, aunque simplemente sea por utilidad práctica, pueda
dar salida a la situación. Aunque a la par se les tenga que “poner
las pilas” a los negros, y hacerles comprender, de una vez y para
siempre, que tienen que ser ellos los que tienen que salir solos
adelante. A no ser, naturalmente, que quieran ser colonizados de
nuevo. Que a lo mejor sería la solución para toda África negra.
Y es que el África negra a la par de mejorar la
seguridad alimentaria y reducir la pobreza, necesita superar la
dependencia de una agenda dominada por los donantes, una economía
exclusivamente agrícola, y aprender a competir a escala mundial.
Necesita, pues, promover la producción y el comercio. Porque estas
reformas, como han demostrado los países de Asía y otras áreas que
se han industrializado recientemente, pueden mostrar a los negros
que ellos también pueden ser capaces de salir adelante como han
hecho otros. Máxime si se tiene en cuenta, el gran potencial de
energía hidroeléctrica y reservas de gas natural y petróleo con el
que cuentan. Un potencial que bien administrado tendría que servir
para ajustar las prioridades de las políticas que necesitan poner en
práctica para evitar una catástrofe humana y asegurar el lugar que
en el ámbito económico global les corresponde.
Una vez más, Europa tiene, tenemos, la obligación moral de hacer que
millones de seres humanos no mueran de hambre y, a la vez, que
pueda crecer por sus propios medios y recursos, y con sus gentes.
Aunque lo primero que deberían aprender ellos, los negros, es a no
ser tan soberbios ni pendencieros. Pues no sólo no han demostrado
nada, sino que han evidenciado una profunda incapacidad para
prosperar sin la ayuda de los blancos y ahora también de los
asiáticos. De ahí que, en este caso, tampoco nos pueda servir de
ejemplo Etoó, el negro, por soberbio y pendenciero.
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