En el reino de
España Cristo será consensuado por ley conforme al espíritu del
laicismo "positivo", seamos nosotros los Cruzados de Cristo Rey...
Pese a lo
que digan los tibios y les interese hacer creer a los beligerantes,
siempre más "astutos" como nos dice la Biblia, la llamada "guerra
de los crucifijos" no es una cortina de humo para despistar
de los graves problemas que padecemos, y en concreto, de la pésima
situación económica que el Gobierno de Zapatero es incapaz de
solucionar. Y porque la cuestión es fundamental como signo tangible
de nuestra fe en Cristo, convendría decir algo más de lo que se ha
dicho por parte del bando contrario:"La cruz es un símbolo de la
cultura y de la historia de Europa". Cuyo discurso, meramente
defensivo, se articula sobre argumentos falsos o cuanto menos
imprecisos.
Discurso falso, por
cuanto la Cruz (el instrumento donde murió el Hijo de Dios hecho
hombre, Jesús de Nazaret) es un símbolo universal de Redención que
alcanza a toda la Humanidad de todos los tiempos desde el principio
de aquel Viernes Santo en que Cristo Jesús reconcilio toda la
creación en Dios.
Discurso defensivo,
porque se limita a contrarrestar la ofensiva desde posiciones
políticamente correctas, sin ofender ni elevar el tono de voz.
Que demuestra no sólo una falta de criterio respecto a la dimensión
de la fe, que no puede quedarse al abrigo de la intimidad, en el
ámbito privado, bajo el falso pretexto de no herir susceptibilidades
y de contribuir a la convivencia de todos, sino una falta de fe que
raya la apostasía.
Con el título “Una
descristianización programada”, el viernes 1 de agosto, don Antonio
Montero, Arzobispo Emérito de Mérida-Badajoz, publicaba en La
Tercera de ABC un interesante artículo donde reflexionaba sobre la
mala relación entre el Gobierno socialista y la Conferencia
Episcopal a propósito de las controvertidas y desconcertantes leyes
aprobadas por el Gobierno socialista de José Luís Rodríguez
Zapatero: las uniones homosexuales que se equiparan con el
matrimonio universal entre un hombre y una mujer, el divorcio a
noventa días y la manipulación genética con embriones humanos. Al
margen de la ley de Memoria Histórica tan injustificada en sus
propósitos como sesgada en su aplicación. Y la ley de la Educación
para la Ciudadanía con su afán y propósito agnóstico, su clara
ideología de género y su incursión en el fuero de la familia.
En total sintonía
con don Antonio Montero en considerar las leyes sancionadas como un
atentado contra la vida humana y los derechos fundamentales, y
plenamente convencido de que los socialistas, y en concreto este
Gobierno, tienen la intención plena de implantar un Estado
indiscutiblemente laico, aunque este coronado por un rey que vaya
a misa, lo verdaderamente grave es contemporizar con las
situaciones, como se ha hecho en el caso del aborto durante la etapa
de gobierno del PP; callar ante las ofensas a Franco y a su Régimen,
que salvaron a la Iglesia Católica española de ser exterminada y a
España de la sovietización, y alabar, incluso en las misas,
el sistema democrático liberal, cuya mayoría homogénea o heterogénea
hace las leyes sin otra criterio que su propio y particular sentir o
interés. Incluso confundir, en el mejor de los casos, porqué no otra
cosa se hace cuando se afirma que la Jerarquía no apoya a ningún
partido político porque "ninguno de ellos contiene en su programa la
doctrina social de la Iglesia en materia económica y social". Algo
que no es cierto. |
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