Sobre la llamada "guerra de crucifijos"


Por Pablo Gasco de la Rocha. 15/12/2009.


En el reino de España Cristo será consensuado por ley conforme al espíritu del laicismo "positivo", seamos nosotros los Cruzados de Cristo Rey...

Pese a lo que digan los tibios y les interese hacer creer a los beligerantes, siempre más "astutos" como nos dice la Biblia,  la llamada "guerra de los crucifijos" no es una cortina de humo para despistar de los graves problemas que padecemos, y en concreto, de la pésima situación económica que el Gobierno de Zapatero es incapaz de solucionar. Y porque la cuestión es fundamental como signo tangible de nuestra fe en Cristo, convendría decir algo más de lo que se ha dicho por parte del bando contrario:"La cruz es un símbolo de la cultura y de la historia de Europa". Cuyo discurso, meramente defensivo, se articula sobre argumentos falsos o cuanto menos imprecisos.

Discurso falso, por cuanto la Cruz  (el instrumento donde murió el Hijo de Dios hecho hombre, Jesús de Nazaret) es un símbolo universal de Redención que alcanza a toda la Humanidad de todos los tiempos desde el principio de aquel Viernes Santo en que Cristo Jesús reconcilio toda la creación en Dios.

Discurso defensivo, porque se limita a contrarrestar la ofensiva desde posiciones políticamente correctas, sin ofender ni elevar el tono de voz. Que demuestra no sólo una falta de criterio respecto a la dimensión de la fe, que no puede quedarse al abrigo de la intimidad, en el ámbito privado, bajo el falso pretexto de no herir susceptibilidades y de contribuir a la convivencia de todos, sino una falta de fe que raya la apostasía.

Con el título “Una descristianización programada”, el viernes 1 de agosto, don Antonio Montero, Arzobispo Emérito de Mérida-Badajoz, publicaba en La Tercera de ABC un interesante artículo donde reflexionaba sobre la mala relación entre el Gobierno socialista y la Conferencia Episcopal a propósito de las controvertidas y desconcertantes leyes aprobadas por el Gobierno socialista de José Luís Rodríguez Zapatero: las uniones homosexuales que se equiparan con el matrimonio universal entre un hombre y una mujer, el divorcio a noventa días y la manipulación genética con embriones humanos. Al margen de la ley de Memoria Histórica tan injustificada en sus propósitos como sesgada en su aplicación. Y la ley de la Educación para la Ciudadanía con su afán y propósito agnóstico, su clara ideología de género y su incursión en el fuero de la familia.

En total sintonía con don Antonio Montero en considerar las leyes sancionadas como un atentado contra la vida humana y los derechos fundamentales, y plenamente convencido de que los socialistas, y en concreto este Gobierno, tienen la intención plena de implantar un Estado indiscutiblemente laico, aunque este coronado por un rey que vaya a misa, lo verdaderamente grave es contemporizar con las situaciones, como se ha hecho en el caso del aborto durante la etapa de gobierno del PP; callar ante las ofensas a Franco y a su Régimen, que salvaron a la Iglesia Católica española de ser exterminada y a España de la sovietización, y alabar, incluso en las misas, el sistema democrático liberal, cuya mayoría homogénea o heterogénea hace las leyes sin otra criterio que su propio y particular sentir o interés. Incluso confundir, en el mejor de los casos, porqué no otra cosa se hace cuando se afirma que la Jerarquía no apoya a ningún partido político porque "ninguno de ellos contiene en su programa la doctrina social de la Iglesia en materia económica y social". Algo que no es cierto.     

Como no soy filósofo ni jurista, no soy capaz de entender, en su caso calibrar, eso que se da en llamar "laicismo positivo", que es, según algunos dicen, la quintaesencia de una convivencia feliz, pero que tengo para mí que es la consecuencia de tres aspectos: Primero, de la ofensiva satánica contra Dios. Segundo, de la falta de fe de quienes se declaran cristianos y católicos. Y tercera, de la mentalidad liberal que se ha ido inoculando en las sociedades europeas hasta casi anestesiarlas, incluso en la defensa de los valores que las constituyen.

No hay fe y se tiene miedo. No tenemos celo apostólico y somos tibios. Por eso somos incapaces de advertir el verdadero motivo de la "guerra de los crucifijos", el odio satánico al Señor Jesucristo. Un odio que debe ser contrarrestado por nuestra parte con verdadero y decidido espíritu de Cruzada. Una nueva Cruzada en el horizonte de la historia de España y de Europa.

Por eso, y como cruzados, portemos en nuestras solapas la señal de la Cruz en la que murió Nuestro Señor, el símbolo que nos identifica con el significado de nuestra Salvación.

¡Loado sea Dios! que nos ha deparado esta gran oportunidad.


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com