¿Qué les pasa a los militares? Es ésta una
pregunta que muchos se hacen ante la actitud que toman los
diferentes gobiernos con estos profesionales de la milicia, con
personalidad y características muy peculiares dentro de la sociedad
española.
Lo que sorprende es
esa especie de indiferencia, sometimiento ante lo inevitable,
cansancio o postura de avestruz, cuando los desprecios a lo
sentimientos, las ofensas y hasta las condenas morales de miles de
militares, retirados o en activo, caen como imparable lluvia ácida.
Una serie ininterrumpida de leyes, actitudes y hechos atacan tan
directamente a la dignidad de tantos, que parece imposible que
“tantos” guarden silencio y agachen la cabeza sin la menor muestra
visible de rechazo o desagrado.
Es indudable la
sospechosa indiferencia de los medios de comunicación ante los temas
militares. Ni siquiera esas emisoras que se consideran enfrentadas a
lo “políticamente correcto” muestran el menor interés por aquello
que tuviera que ver con el Ejército, los militares, sus opiniones,
sus sentimientos…, nada, silencio, despectivo silencio.
Nos cuentan que
hace un par de años se reunieron más de doscientas firmas de
militares, familiares y otros civiles que quisieron unirse a unas
reflexiones muy meditadas, bien expresadas, sin alardes, con la
verdad y el corazón por delante… Ningún medio quiso acoger esas
reflexiones que solamente se extendieron por “Internet”, que es
espacio que el sistema político no puede cerrar, aunque busca cómo
hacerlo, Incluso se publicaron en algún país hispanoamericano, en
España no, aquí el silencio y el desprecio.
En las cadenas de
televisión, el las de radio, en la prensa escrita…, sólo interesa la
noticia con militares cuando hay cadáveres por medio, errores del
gobierno para que oposición disfrute o noticias sobre bodas de
homosexuales de uniforme o sobre la admisión de travestís. Si por
alguna razón una declaración de general, lógicamente en la reserva,
o algún otro de menor gradación, escribe o dice algo que muestre su
disgusto o su rechazo por algún hecho de esos que humillan a los de
uniforme, saltan como lobos rabiosos para acallarlos porque, según
tan inteligentes periodistas, el militar ha de estar callado que
para “eso les pagamos su sueldo”. Si aquellos que cobran sueldos,
que pagamos todos, tuvieran que estar callados, se extendería un
beneficioso silencio sobre la superficie de este cansado país. Y si
leemos, que ya son ganas de perder el tiempo, los programas
publicitarios de las elecciones, ningún partido político muestra el
menor interés por el tema de las Fuerzas Armadas, ni un apartado, ni
una línea, nada… Aunque luego, en determinado momento o
circunstancia, se chalanee para obtener pactos, poniendo sobre la
mesa la descolorida carta de la baraja militar. En cierta ocasión,
para conseguir el POSE el voto de CiU para algo que interesaba mucho
al partido gobernante, admitió una sorprendente ley que habían
pergeñado los catalanistas sobre la igualdad de género y las
relaciones sexuales en centros militares. |
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Las propias Ordenanzas, incluidas las desconcertantes recientemente
reformadas, hablan del respeto a las tradiciones, a la Historia, a
los que precedieron, a los símbolos…, y sin embargo, cuando el más
zafio rencor entra a saco en todos esos conceptos, la reacción es
casi inexistente. Algunas cartas en “Internet” que van de amigo a
amigo, quizá un comentario en la prensa, para quien el tema militar
carece de interés, salvo que haya muertos por medio o pintorescas
noticias sobre travestidos readmitidos, “bodas” de la fauna “gay”…,
casi nada, el campo está libre para los rencorosos, los “odiadores
compulsivos”, como nos dice un militar amigo nuestro.
La culminación de
tanta insensatez, bien adobada en capas de perversidad, llega con la
“Ley de Memoria Histórica”, algo que se veía venir pues no es
Rodríguez Zapatero el único artífice de este contenedor de basura
político, es algo que se empezó a gestar en tiempos de la UCD de
Suárez, pese a que el general Gutiérrez Mellado, responsable por
otro lado de las humillaciones que ha sufrido la paciente familia
militar, hizo algunos inútiles esfuerzos para que se respetara la
memoria del generalísimo Franco. “El futuro de la democracia,
dijo, pasa por el respeto a Franco”.
Sí, la “Ley de
Memoria Histórica”, auténtico monumento a la vileza, ha echado sobre
los militares capas de cieno, porque a todos afectan sus increíbles
artículos y su rabioso odio. Cuando preguntamos a los militares
sobre esta ley, muestran su rechazo pasivo pero, resulta
sorprendente, no hemos encontrado a uno solo que se la haya leído
entera. La inmensa mayoría, ni un solo artículo. La respuesta más
común es ésta: “no la quiero leer porque no la soportaría”
o “dan ganas de vomitar”, pero al no oponerse, la
soportan. Un amigo me dice: “si pudiéramos encerrar a un
centenera de militares, en activo o retirados, y les obligáramos a
escuchar la lectura íntegra de esta miserable ley, creo que dejarían
aun lado esa actitud de rendición incondicional y mostrarían pública
y mancomunadamente su rechazo”.
La larga redacción
de esta Ley firmada por el S.M. el Rey, posiblemente sin leerla, es
como un apretar de tuerca que va cerrándose sobre el cuello de toda
una institución en la que el valor es fundamental, institución que,
en situación de “Activo”, calla, mientras que gran parte de los
“Retirados”, convertidos en indignados silenciosos, consideran que
ellos ya hicieron lo que tenían que hacer, que sean otros los que se
“mojen”. Parece muy duro decir esto, pero lo hemos comprobado en
conversaciones con militares en esta situación, ya que una frase muy
corriente es ésta: “yo ya he hecho lo que tenía que hacer, a
partir de ahora que lo hagan otros, no quiero saber nada, lo único
que me interesa es que sigan pagándome mi pensión”. Muy
duro.
Ha habido
actuaciones tan ofensivas y despectivas hacia los sentimientos y
tradiciones militares, como la destrucción de casi todos los
monumentos a los Caídos de las ciudades y pueblos de España. No
conocemos un solo caso en el que alguna institución militar haya
tratado de defender el monumento condenado. Desaparecieron hasta de
los acuartelamientos. De los museos regimentales desaparecieron
objetos, recuerdos o retratos “molestos” de forma subrepticia y
silenciosa, también escudos y lápidas fueron retiradas, incluso
antes de que apareciera la inicua ley, pero ha habido dos hechos que
marcan hasta qué punto la gran familia militar está anestesiada, sin
médula espinal: la retirada de la estatua del generalísimo Franco de
la Academia General Militar de Zaragoza, y la amenaza de destrucción
o traslado de la vidriera que es el techo de un comedor de la
Academia de Infantería de Toledo.
La retirada de la
estatua fue ordenada por uno de los ministros más siniestros de los
que han pasado por Defensa, aquel individuo de talante antipático
que ponía medallas a “fallecidos en misión de paz”, en mangas de
camisa. Se hizo en época vacacional, sin cadetes y sin General
Director, aunque ya había sido nombrado uno que, según nos informan,
en aquellos momentos era sólo coronel. Una empresa contratada
desmontó la estatua ecuestre, con la ayuda solicitada al personal
militar. Y no pasó nada En la abundante producción de revistas
militares oficiales o subvencionadas, ni una palabra, ni una muestra
de fastidio, ni un recuerdo a tantos y tantos años de desfiles y
conmemoraciones frente a esa estatua que ya formaba parte del
“paisaje” frontal de la Academia. No sabemos lo que pensarían
aquellos cadetes que al regresar de las vacaciones veraniegas, se
reincorporaran al siguiente curso, los últimos que desfilaron ante
la estatua. O el nuevo general Director, el primero que se
encontraba con una porción de tapia vacía. Viejas promociones
pasaron después por la Academia en conmemoraciones que, al entrar en
la Academia, mirarían para otro lado y así ignorar el tremenda
bofetada dada por gentes incapaces de sentir la Historia, hueros de
sentimientos nobles. “El menor gesto, y le cuesta el cargo al
General Director”, nos dicen.
Se retiró la
estatua y los revanchistas iniciaron la siguiente operación: la
vidriera, que es también techo de un comedor de la Academia de
Infantería toledana.
Esta operación va
englobada en la de eliminar el odiado Escudo con el águila de San
Juan, al que llaman de forma aburrida y torpe, “escudo franquista”.
La ignorancia sobre este escudo es general en todos los ambientes,
especialmente en el político y el periodístico. Nadie sabe que,
hasta el mismo Adolfo Suárez, el que abrió la puerta a la revisión
de la Historia, había legislado sobre este escudo, haciendo unas
leves modificaciones, especialmente sobre la postura de las alas. Se
habla de escudo pre o anti constitucional, cuando en la constitución
no se habla de ningún escudo… Pero da igual, fue una ley promulgada
en 1938 y por lo tanto, derogable.
Y las tribus
iconoclastas recorren España arrasando escudos para que los
eternamente vencidos en una guerra que acabó hace setenta años, se
queden satisfechos. En el Castillo de Montjuic de Barcelona se ha
cubierto un gran escudo de piedra que estaba depositado bajo unos
soportales con un gran cajón blanco. Había que evitar que alguien
pudiera verlo. El Capitán General de Barcelona estará pensando cómo
solucionar el problema del hermoso Escudo que hay en la fachada de
Capitanía. En muchas ciudades de España ya ha desaparecido, incluso
siendo obras de una calidad artística notable. De ahí, que le llegue
la hora a la vidriera toledana que es, según declaración de
especialistas, una obra única e irrepetible.
Parece que esta
programada destrucción ha conmovido a más militares que otros
desmanes anteriores. Por “Internet” bullen los correos, los
mensajes, las cartas y las quejas ante lo que se avecina. La opinión
generalizada sobre la actitud de sometimiento vergonzoso de los
Jefes de Estado Mayor de Defensa es de que nada van a hacer para
evitarlo y los comentarios sobre esta actitud que consideran
cobarde, son desoladores. Pero los resentidos políticos encargados
de estas campañas de destrucción sonríen antes estos chispazos de
rabia, porque saben que no llegará la sangre al río, llevan muchos
años haciendo lo mismo, apretando cada vez más el dogal, y la gran
familia militar se somete, traga, se humilla, se encoge de hombros,
mira para otro lado.
Pero es que estas
leyes, estos desprecios y estas ofensas admitidas en silencio están
consiguiendo un fin que es, sin duda, el previsto: romper el
espinazo de la moral del militar al aniquilar su propia Historia, se
les vacía de contenido al honrar a sus enemigos de épocas recientes,
terroristas, brigadistas, bandoleros, maquis….; y se echa basura
ingente sobre sus propios compañeros, víctimas de aquellos. Hemos
conocido a militares que, desmoralizados y cansados, han solicitado
la baja incluso cuando sus carreras parecían bien enfocadas. Uno de
ellos, recién regresado de una larga misión en una de esas
falsamente denominadas misiones de paz, al regresar a España, no
pudo resistir el verse introducido en una mecánica profesional
desalmada, monótona, politizada…, y se ha marchado a la vida civil
porque su preparación profesional, como la de la mayor parte de sus
compañeros, es excelente.
Las leyes que meten
en el Ejército a un elevado porcentaje de extranjeros que buscan un
medio casi heroico de permanencia en España; el aumento espectacular
de la mujer-soldado “profesional” como combatiente; las inicuas
leyes sobre travestidos, cambios de sexo, “gays”, relaciones
sexuales en centros militares; las reglamentaciones de las
Residencias Militares para admitir parejas de hecho, no importa el
sexo; la reducción de unidades, o la creación de otra, de ambigua
dependencia, juguete personal del Presidente que provoca un
indudable malestar en el Ejército por ser una especie de sinapismo
que se surte de otras unidades, ya de por sí deficitarias de
material y personal.
Con todo, da la
impresión de que se ha tocado fondo y que lo que se vaya a hacer con
la vidriera, tomado ya como símbolo de la dignidad pisoteada, va a
permitir que se de la salida a un monumental pateo de la gran
familia militar hacia los altos mandos de DEFENSA a quienes, el
haber sido calificados como cobardes por sus subordinados y
compañeros, les seguirá durante toda su vida.
Somos conscientes
de que lo que aquí se ha escrito, va doler a mucho militar, pero
hemos querido decir la verdad o. No gustaría saber en qué hemos
exagerado. A nosotros nos pasa hoy con las Fuerzas Armadas como a
José Antonio con España, que la amamos porque no nos gusta.
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