Por
Pablo Gasco de la Rocha.
José
Antonio : la
memoria precisa...
José
Antonio (1903-1936) es una de las figuras más eminentes de la
historia del pensamiento del siglo XX no sólo de España, sino de
Europa. Dotado de un atractivo personal excepcional, era bien
parecido de porte y figura, fue un hombre de una elevada
inteligencia y cultura, de la que son muestra extraordinaria sus
discursos, artículos y conferencias, una obra dedicada a la
conquista de una Alternativa sobre las presunciones alicortas de la
pugna política de su tiempo, la mitad del siglo XX, atrapado entre
el fracaso de la democracia liberal y los dos totalitarismos
emergentes: el marxismo y el fascismo.
Y
así, en su primera gran intervención, el discurso del 29 de
octubre de 1933, alzó la voz contra tales presunciones con una
metodología historicista apoyada en un discurso estructurado y
fundamentado sobre la relación del individuo en el Estado. Aspecto
éste que le sitúa en la modernidad. Porque definidas ambas
concepciones ideológicas, izquierda y derecha, como inconclusas
frente al individuo, que es, en su discursiva política, el hombre,
su alternativa es una inclinación hacia las emociones en su
necesidad de alcanzar una clase de totalidad absoluta. Lo que da a
su pensamiento una vigorosa y original forma de estar en la historia
del pensamiento político español y europeo. Y ello, pese a que no
se propuso ser actor, sino parte de lo que ocurriese, pues lo suyo
fue, antes que nada, una especie de exhibicionismo de ética y
estilo.
Aunque
ejerció en un principio de mentor del movimiento fascista en España,
por considerarlo la última muralla frente a la barbarie marxista, a
medida que el fascismo va desarrollándose, José Antonio reorganiza
su propia visión del mismo, hasta apartarse definitivamente de él,
pasando de la admiración a la critica.
Dotado
de un don excepcional, el verdadero talento, cualidad que nadie ha
podido regatearle, destacaba por el poderoso magnetismo que su
cuidada oratoria y su personalidad ejercían en quienes le trataron,
entre quienes sirvieron a sus órdenes y, sobre todo, entre las
masas a las que habló, seduciéndolas con su sola presencia de
hombre de bien. Un exhibicionismo con el que derrumbó todas las
barreras. Y tal fue así, que ya, y hasta la fecha de hoy, siempre
se le conocerá por su solo nombre de pila. Algo absolutamente
original.
Malogrado en sus expectativas personales (sólo quiso ser
abogado),
José Antonio
fue valiente, y lo fue, antes de nada, a título personal. Pues,
arriesgo su vida en numerosas ocasiones, cuya existencia física
pudo haber quedado malograda en numerosos momentos; pues estuvo
permanentemente fuera, sufriendo el acoso de su compromiso. Actitud
que le separa definitivamente de esos intelectuales que son
incapaces de comprometerse. Siendo finalmente asesinado en el
momento en que se hallaba en el apogeo de su poder, lo que
definitivamente puso un colofón de leyenda al personaje.
Es
indudable que José Antonio ha resistido y ha ganado, mal que les
pese a tantos. Y que ni su vida ni su muerte fueron una conclusión.
Ya que José Antonio no sólo tuvo continuidad en el éxito de un Régimen
que tanto dio a los españoles, sino en quienes hoy, a más de cien
años de su nacimiento y a setenta y uno de su vil asesinato, le
seguimos teniendo como referencia obligada de alternativa posible.
Pues, José Antonio, que fue un intelectual funcional de los que
surgieron en la segunda mitad del siglo XIX, que no un parlanchín
ni un revolucionario al uso, no agota la pretensión interventora de
su actividad crítica en su capacidad de dimensión mito-clástica
para desmontar ideología o mitos de su tiempo, sino que encuentra
su plena efectividad en su pujante proposición de Alternativa. Cuya
razón pone al servicio de una causa colectiva sobre categorías de
razón, premisas ineludibles en las que todos podemos encontrarnos:
la Patria, el Pan y la Justicia. Una actitud que contrasta con la
situación actual, en la que el lugar que antes ocuparon los
pensadores, los intelectuales, hoy lo ocupan los literatos y los
despachos de marketing, de escasa familiaridad con los conocimientos
en relación con los temas sobre los que se les pide opinión.
Franco en el recuerdo
Pasa
el tiempo, y éste con sus avatares va dándole la razón, toda la
razón y nada más que la razón. Y es que la figura de Franco se
hace, si cabe, más grande, en la medida en que el tiempo pasa y se
nos descubren las claves de lo que para algunos fue una simple
obsesión patológica: España.
Hoy, y en el contexto de nuestra España actual, a la cabeza de Europa
en todo tipo de lacras que nos ponen en una descomposición moral
sin precedentes, y amenazada nuestra unidad e independencia como
consecuencia de la acción desatada del separatismo y de políticas
globales, quiero traer al recuerdo de quines me lean, dos hechos
altamente significativos de lo que fue su prudente quehacer político.
Un quehacer que siempre estuvo marcado por su clara inteligencias,
su oportuna sensibilidad para ver las cosas con antelación y su
profundo conocimiento de la historia y de los hombres. No en balde,
Franco fue un hombre a quienes sus circunstancias personales
hicieron, ya desde niño, introspectivo y observador.
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Francisco
Franco, ¿Alcalde Perpetuo de Avilés?, por
Ángel Garralda.
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20N
Plaza de Oriente, por Miguel Menéndez.
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20N-2007,
por José Luis Muñoz.
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Más
de tres décadas, por F.
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Acotaciones
a un testamento, por Rafael C.
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Admiradores
de Franco. Siglo XXI, por Francisco Avalon.
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"No
olvidéis que los enemigos de España están
alerta", por Miguel Ángel Lacoma.
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José
Antonio, 71 años después, por Rafael Moreno.
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Recuerdo
a Franco, Caudillo de España, por Isabel Bermúdez.
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Dos
figuras excepcionales, por Pablo Gasco.
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Francisco
Franco: entre el odio y la ingratitud, por Ricardo
Pardo.
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Más
artículos de mismo autor.
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El primero de estos hechos es el Decreto de Unificación (1937), un acto
que unía lo que no podía permanecer desunido: las dos fuerzas
ideológicas-combatientes del Bando Nacional. Una decisión
que toma Franco al hilo de la obra que se ha propuesto llevar a
cabo, y que no acaba con la victoria sobre el Bando Rojo.
Porque la Obra de Franco, prácticamente el único militar no
golpista del Ejército español, se inicia en el momento en que se
une al Alzamiento, y desde que es nombrado jefe absoluto del mismo
como Generalísimo, consciente de que lo que necesitaba España no
podía ser un paréntesis, sino una rectificación histórica: no
volver a pasar por otra experiencia semejante. La misma experiencia
que arrastraba España desde hacia un siglo. La misma experiencia
que arrastramos desde su muerte: la desunión entre los hombres y
las tierras de España como consecuencia de la acción perniciosa de
esas superestructuras artificiales que son los partidos políticos.
Franco, pues, no unía dos fuerzas ideológicas distintas, el Carlismo y
la Falange, sino distintas corrientes de una misma doctrina, el
Tradicionalismo... ¿acaso no reivindicó José Antonio la
estructura tradicional de la sociedad, incluso la Monarquía católica,
social y representativa ante sus juventudes más aguerridas, los
jonsistas? Otra cosa distinta es que el Decreto de Unificación
sirviera bastantes años después, y fundamentalmente muerto Franco,
como bagaje para justificar no sólo una delirante idea de la política
que pudo haber sido, sino fracasadas biografías.
Franco con su decisión hace surgir el Estado Nacional del 18 de Julio,
cuya institucionalización culmina con la Ley Orgánica del Estado.
Una Ley (LOE) que perfecciona y encuadra a todas las instituciones
del Régimen.
El segundo hecho es la política exterior frente a las potencias del
Eje, y fundamentalmente frente a la poderosa Alemania de Hitler.
Cuya actitud viene marcada, antes que nada, por una cuestión ideológica...
Franco es regente, así se considera, de una Monarquía tradicional
a la espera de entronizarse: "el Estado español, constituido
en Reino, es la suprema institución de la comunidad nacional, y le
incumbe el ejercicio de la Soberanía, que es una e indivisible, sin
que sea susceptible de delegación ni cesión". Que tiene su
realización plena, el 22 de julio de 1969, cuando las Cortes
designaron sucesor en la Jefatura del Estado, "a título de
Rey", al entonces Príncipe de España don Juan Carlos de Borbón
y Borbón, según la propuesta que había presentado Franco. Cuyo
resultado de votación fue de 491 procuradores a favor, 19 en contra
y 9 abstenciones. Dando como resultado que, tres días después, el
Príncipe, El Mudito, jurara en las Cortes los Principios del
Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales.
Por eso Franco sustentó las relaciones con Alemania entre 1936 y 1945
desde la prudencia y la estrategia que imponían las circunstancias,
pero sin comprometer sus ideas y sin desviarse lo más mínimo de lo
que era el bien de España.
Y tal es así, que el testimonio de quién fue secretaria de Hitler es
altamente elocuente: "Cada vez que Hitler me hablaba de Franco,
tenía la impresión de que sentía una profunda decepción ante la
ingratitud que el Caudillo había manifestado a su respecto" O
el que expresa el mismo Hitler en carta a Benito Mussolini, respecto
a la política de Franco con el Eje: "Estoy muy triste por esta
decisión de Franco –le escribe Hitler a Mussolini-, que no toma
en consideración la ayuda que una vez le dimos cuando la
necesitaba".
Y es que Franco no sólo impidió los vaivenes de unos y de otros
durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, en los que
hubo momentos en que el avance de Alemania parecía imparable y
muchos miembros del Régimen sintieron la tentación de unirse al
carro de los "seguros" vencedores, sino que negocio con
Estados Unidos y con Gran Bretaña, pocos meses después de haber
terminado nuestra guerra, porque desde el principio de la contienda
mundial vio, como le manifestó a Mussolini antes de su comienzo,
que la guerra la terminarían ganando los aliados, y que era,
precisamente, de ese lado de dónde venia el peligro para España,
como intentó que así fuera don Juan de Borbón con su famoso
pronunciamiento desde Suiza. Un pronunciamiento que le costó la
corona, pues nadie que incite a invadir su país puede luego
representarlo.
Por eso hoy, cuando se trata de borrar la Memoria Histórica más
reciente, bien podemos decir, que Franco salvó a España con una
política de resultados, minuciosa e impecable a favor de la unidad
e independencia de España.
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