Entre el pensamiento y la acción José Antonio y Franco: dos Figuras excepcionales para la Memoria Histórica.
Por
Pablo Gasco de la Rocha, 20/11/2007.
José
Antonio : la memoria
precisa...
José
Antonio (1903-1936) es una de las figuras más eminentes de la historia del
pensamiento del siglo XX no sólo de España, sino de Europa. Dotado de un
atractivo personal excepcional, era bien parecido de porte y figura, fue un
hombre de una elevada inteligencia y cultura, de la que son muestra
extraordinaria sus discursos, artículos y conferencias, una obra dedicada a la
conquista de una Alternativa sobre las presunciones alicortas de la pugna política
de su tiempo, la mitad del siglo XX, atrapado entre el fracaso de la democracia
liberal y los dos totalitarismos emergentes: el marxismo y el fascismo.
Y
así, en su primera gran intervención, el discurso del 29 de octubre de 1933,
alzó la voz contra tales presunciones con una metodología historicista apoyada
en un discurso estructurado y fundamentado sobre la relación del individuo en
el Estado. Aspecto éste que le sitúa en la modernidad. Porque definidas ambas
concepciones ideológicas, izquierda y derecha, como inconclusas frente al
individuo, que es, en su discursiva política, el hombre, su alternativa es una
inclinación hacia las emociones en su necesidad de alcanzar una clase de
totalidad absoluta. Lo que da a su pensamiento una vigorosa y original forma de
estar en la historia del pensamiento político español y europeo. Y ello, pese
a que no se propuso ser actor, sino parte de lo que ocurriese, pues lo suyo fue,
antes que nada, una especie de exhibicionismo de ética y estilo.
Aunque
ejerció en un principio de mentor del movimiento fascista en España, por
considerarlo la última muralla frente a la barbarie marxista, a medida que el
fascismo va desarrollándose, José Antonio reorganiza su propia visión del
mismo, hasta apartarse definitivamente de él, pasando de la admiración a la
critica.
Dotado
de un don excepcional, el verdadero talento, cualidad que nadie ha podido
regatearle, destacaba por el poderoso magnetismo que su cuidada oratoria y su
personalidad ejercían en quienes le trataron, entre quienes sirvieron a sus órdenes
y, sobre todo, entre las masas a las que habló, seduciéndolas con su sola
presencia de hombre de bien. Un exhibicionismo con el que derrumbó todas las
barreras. Y tal fue así, que ya, y hasta la fecha de hoy, siempre se le conocerá
por su solo nombre de pila. Algo absolutamente original.
Malogrado en sus expectativas personales (sólo quiso ser
abogado), José
Antonio fue valiente, y lo fue, antes de nada, a título personal. Pues,
arriesgo su vida en numerosas ocasiones, cuya existencia física pudo haber
quedado malograda en numerosos momentos; pues estuvo permanentemente fuera,
sufriendo el acoso de su compromiso. Actitud que le separa definitivamente de
esos intelectuales que son incapaces de comprometerse. Siendo finalmente
asesinado en el momento en que se hallaba en el apogeo de su poder, lo que
definitivamente puso un colofón de leyenda al personaje.
Es
indudable que José Antonio ha resistido y ha ganado, mal que les pese a tantos.
Y que ni su vida ni su muerte fueron una conclusión. Ya que José Antonio no sólo
tuvo continuidad en el éxito de un Régimen que tanto dio a los españoles,
sino en quienes hoy, a más de cien años de su nacimiento y a setenta y uno de
su vil asesinato, le seguimos teniendo como referencia obligada de alternativa
posible. Pues, José Antonio, que fue un intelectual funcional de los que
surgieron en la segunda mitad del siglo XIX, que no un parlanchín ni un
revolucionario al uso, no agota la pretensión interventora de su actividad crítica
en su capacidad de dimensión mito-clástica para desmontar ideología o mitos
de su tiempo, sino que encuentra su plena efectividad en su pujante proposición
de Alternativa. Cuya razón pone al servicio de una causa colectiva sobre
categorías de razón, premisas ineludibles en las que todos podemos
encontrarnos: la Patria, el Pan y la Justicia. Una actitud que contrasta con la
situación actual, en la que el lugar que antes ocuparon los pensadores, los
intelectuales, hoy lo ocupan los literatos y los despachos de marketing, de
escasa familiaridad con los conocimientos en relación con los temas sobre los
que se les pide opinión.
Franco en el recuerdo
Pasa
el tiempo, y éste con sus avatares va dándole la razón, toda la razón y nada
más que la razón. Y es que la figura de Franco se hace, si cabe, más grande,
en la medida en que el tiempo pasa y se nos descubren las claves de lo que para
algunos fue una simple obsesión patológica: España.
Hoy, y en el contexto de nuestra España actual, a la cabeza de Europa
en todo tipo de lacras que nos ponen en una descomposición moral sin
precedentes, y amenazada nuestra unidad e independencia como consecuencia de la
acción desatada del separatismo y de políticas globales, quiero traer al
recuerdo de quines me lean, dos hechos altamente significativos de lo que fue su
prudente quehacer político. Un quehacer que siempre estuvo marcado por su clara
inteligencias, su oportuna sensibilidad para ver las cosas con antelación y su
profundo conocimiento de la historia y de los hombres. No en balde, Franco fue
un hombre a quienes sus circunstancias personales hicieron, ya desde niño,
introspectivo y observador.
El primero de estos hechos es el Decreto de Unificación (1937), un acto
que unía lo que no podía permanecer desunido: las dos fuerzas ideológicas-combatientes
del Bando Nacional. Una decisión que toma Franco al hilo de la obra que
se ha propuesto llevar a cabo, y que no acaba con la victoria sobre el Bando
Rojo. Porque la Obra de Franco, prácticamente el único militar no golpista
del Ejército español, se inicia en el momento en que se une al Alzamiento, y
desde que es nombrado jefe absoluto del mismo como Generalísimo, consciente de
que lo que necesitaba España no podía ser un paréntesis, sino una rectificación
histórica: no volver a pasar por otra experiencia semejante. La misma
experiencia que arrastraba España desde hacia un siglo. La misma experiencia
que arrastramos desde su muerte: la desunión entre los hombres y las tierras de
España como consecuencia de la acción perniciosa de esas superestructuras
artificiales que son los partidos políticos.
Franco, pues, no unía dos fuerzas ideológicas distintas, el Carlismo y
la Falange, sino distintas corrientes de una misma doctrina, el
Tradicionalismo... ¿acaso no reivindicó José Antonio la estructura
tradicional de la sociedad, incluso la Monarquía católica, social y
representativa ante sus juventudes más aguerridas, los jonsistas? Otra cosa
distinta es que el Decreto de Unificación sirviera bastantes años después, y
fundamentalmente muerto Franco, como bagaje para justificar no sólo una
delirante idea de la política que pudo haber sido, sino fracasadas biografías.
Franco con su decisión hace surgir el Estado Nacional del 18 de Julio, cuya institucionalización culmina con la Ley Orgánica del Estado. Una Ley (LOE) que perfecciona y encuadra a todas las instituciones del Régimen.
El segundo hecho es la política exterior frente a las potencias del Eje,
y fundamentalmente frente a la poderosa Alemania de Hitler. Cuya actitud viene
marcada, antes que nada, por una cuestión ideológica... Franco es regente, así
se considera, de una Monarquía tradicional a la espera de entronizarse:
"el Estado español, constituido en Reino, es la suprema institución de la
comunidad nacional, y le incumbe el ejercicio de la Soberanía, que es una e
indivisible, sin que sea susceptible de delegación ni cesión". Que tiene
su realización plena, el 22 de julio de 1969, cuando las Cortes designaron
sucesor en la Jefatura del Estado, "a título de Rey", al entonces Príncipe
de España don Juan Carlos de Borbón y Borbón, según la propuesta que había
presentado Franco. Cuyo resultado de votación fue de 491 procuradores a favor,
19 en contra y 9 abstenciones. Dando como resultado que, tres días después, el
Príncipe, El Mudito, jurara en las Cortes los Principios del Movimiento
Nacional y demás Leyes Fundamentales.
Por eso Franco sustentó las relaciones con Alemania entre 1936 y 1945
desde la prudencia y la estrategia que imponían las circunstancias, pero sin
comprometer sus ideas y sin desviarse lo más mínimo de lo que era el bien de
España.
Y tal es así, que el testimonio de quién fue secretaria de Hitler es
altamente elocuente: "Cada vez que Hitler me hablaba de Franco, tenía la
impresión de que sentía una profunda decepción ante la ingratitud que el
Caudillo había manifestado a su respecto" O el que expresa el mismo Hitler
en carta a Benito Mussolini, respecto a la política de Franco con el Eje:
"Estoy muy triste por esta decisión de Franco –le escribe Hitler a
Mussolini-, que no toma en consideración la ayuda que una vez le dimos cuando
la necesitaba".
Y es que Franco no sólo impidió los vaivenes de unos y de otros
durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, en los que hubo
momentos en que el avance de Alemania parecía imparable y muchos miembros del Régimen
sintieron la tentación de unirse al carro de los "seguros"
vencedores, sino que negocio con Estados Unidos y con Gran Bretaña, pocos meses
después de haber terminado nuestra guerra, porque desde el principio de la
contienda mundial vio, como le manifestó a Mussolini antes de su comienzo, que
la guerra la terminarían ganando los aliados, y que era, precisamente, de ese
lado de dónde venia el peligro para España, como intentó que así fuera don
Juan de Borbón con su famoso pronunciamiento desde Suiza. Un pronunciamiento
que le costó la corona, pues nadie que incite a invadir su país puede luego
representarlo.
Por eso hoy, cuando se trata de borrar la
Memoria Histórica más reciente, bien podemos decir, que Franco salvó a España
con una política de resultados, minuciosa e impecable a favor de la unidad e
independencia de España.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com