Con tristeza y gozo a la vez, conmemoramos un nuevo
aniversario de los fallecimientos de José Antonio y de Francisco
Franco.
El primero, asesinado por el Frente Popular en la cárcel de
Alicante, tras un simulacro de juicio, que fue cualquier cosa menos
el ejercicio de la noble virtud de la Justicia.
Partidos y organizaciones sindicales englobados en ese
engendro antiespañol, y anticatólico, del citado Frente, al alimón
con la siniestra y clandestina Francmasonería, no tuvieron el menor
reparo en mancharse con la sangre de un español de pro, vivo
reflejo y ejemplo de lo más granado y mejor de una generación de
españoles que se han ganado el cielo por lo que hicieron en 1936.
Frente a tanto odio, ansia de sangre y crueldad satánicos,
se produjo el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936,
protagonizado por una gran parte de los españoles de entonces,
junto con lo más selecto del Ejército y la Armada.
A consecuencia del cual, se desencadenó una cruenta Guerra
de casi tres años de duración que concluyo el 1 de Abril de 1939,
con el famoso Parte de Guerra del Cuartel General del Generalísimo.
Previamente, el 1 de Octubre de 1936, el General Franco fue
proclamado solemnemente Jefe
del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, asumiendo todos los
poderes del nuevo Estado.
Se inició entonces una de las etapas más brillantes de la
Historia de España, pese a que inicialmente, las circunstancias
tanto internas como internacionales no eran las más propicias para
el desarrollo de España.
No es ahora el momento de hacer un análisis detallado del Régimen
de Franco. Basta sólo decir, que partiendo de una nación
desangrada y arruinada por la Guerra, el Caudillo logró situar a
España en el selecto grupo de las naciones más desarrolladas, pese
a no contar con el apoyo económico del denominado mundo democrático,
que durante mucho tiempo nos dio la espalda.
Su balance durante casi cuarenta años de Gobierno no puede
ser más positivo, pese a los detractores y enemigos del Caudillo,
que reproduciendo sus palabras en el Testamento Político, lo fueron
y lo son de España y los españoles.
Tampoco es cuestión de analizar el desarrollo de los
acontecimientos a la muerte de Franco, que están presentes en el
recuerdo y vivencia de muchos de nosotros, pero sí de lo que
estamos viviendo ahora.
Pues del último aniversario al momento actual, mucho ha
cambiado para peor, la situación en España.
Se ha producido la aprobación en el Congreso de los
Diputados de la mal denominada “Ley de la Memoria Histórica”,
que no es tal, sino un nuevo intento de reescribir la Historia
basada en los sentimientos negativos de rencor y revanchismo por
parte de los herederos políticos del Frente Popular, causante de la
mayor persecución política y religiosa, producidas en la primera mitad del
siglo XX en España.
Se quiere suprimir todo vestigio y recuerdo no sólo del Régimen
de Franco, sino de todos aquellos que lo hicieron posible con su
apoyo directo o indirecto. En definitiva, ya que no pueden cambiar
la Historia, pretenden extender un manto de olvido sobre la misma,
suprimiendo todos aquellos monumentos, calles y símbolos que
recuerden que durante casi cuarenta años, Franco gobernó en
nuestra Patria, con una
eficacia y una honradez que para sí quisieran los actuales
gobernantes.
Y no contentos con ello, el sectarismo antidemocrático de
la izquierda gobernante al alimón con una derecha acomplejada,
timorata y cobarde, también quieren impedir cualquier tipo de acto
o celebración en recuerdo de José Antonio y Francisco Franco,
especialmente en el Valle de los Caídos.
No podemos consentir tanta ignominia. Hay que hacer todo lo
humanamente posible para despertar a muchos españoles de este
estado de "letargo" en que se encuentran. Ardua es la
tarea, pero es nuestra obligación.
Y para ello elevemos nuestras oraciones a la Santísima
Virgen, para que por su intercesión, España se
vea libre de sus enemigos, esos mismos que Franco derrotó y que
ahora vuelven al ataque con más odio y revanchismo que entonces.
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