De
la Tradición a la Salvación.
Por
Almirante.
La Historia siempre ha padecido el acoso obsesivo de los líderes
del momento, de los vencedores del instante. Se afanan los
prohombres de moda, como costureras ambiciosas, en la labor de tejer
los hechos que reposan en el tiempo con hilos esclavos de agujas de
diseño guiados por manos de artrosis tendenciosa. Suele pasar que
el hilo no resiste mucho, la Historia se revela, el corsé explota y
se han de utilizar sogas o incluso cadenas que ambicionan arrastrar
la complejidad del pasado hacia las regiones simplísimas de sus
cerebros. Y se etiqueta el secuestro bajo conceptos aspirantes a
“sentido universal” no siendo otra cosa que disfraces mezquinos
del interés particular.
Nuestros nuevos líderes, humanos llenos de “luz”, con
poca paciencia y menos talento para hilvanar el Sentido de la
Historia, para seducirla, cantan a menudo la estrofa que aprendieron
en su rebeldía tardoadolescente y pija: “Del pasado haremos añicos”.
Y es, en verdad, un método realmente práctico de crueldad
hiperactiva que modela y forja la Historia a partir de su destrucción
apelando a lo imposible, a la ficción del
“hubiera-podido-haber-sido-y-no-fue”. Se visitan así los campos
de las derrotas y se empieza a “crear” a partir del oficio del
saqueo, desvalijo de cadáveres dejando a los instintos e imaginación
reconstruir el resto entre risas y rencores.
En este viaje se trata tanto de destruir como de crear.
Destruir lo existente, y crear lo ficticio. Destrozar las vías que
nos han transportado hasta aquí, la Patria, España, ese útero
caliente que se forja en el tiempo y que nos ha dado la vida haciéndonos
salir del mismo sexo. Naciéndonos por tanto hermanos, es decir
iguales en derechos y diferentes en rarezas.
Pero en este nuevo programa histórico de inseminación
artificial, de renacimiento por laboratorio por los doctores de la
razón, se hace imprescindible el olvido, la ignorancia de los
hechos. De la reflexión se pasa a la introspección y se nos
transporta hacia el origen de las sabidurías, al pantano
burbujeante del paganismo para ofrecernos pócimas de eterna
juventud y amor libre en la selva bendita y no muy virgen de los
mitos. Beber de nuevo los manjares del “eterno conocimiento” que
provocará sin duda una “eterna juventud” y nos hará saltar
raudos por el camino de Oz, senda efervescente, que desemboca en ese
campo de amapolas rojo alucinógeno que se llama Utopía.
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Ante
el 18 de Julio, por Pablo.
De
la Tradición a la Salvación, por Almirante.
La
Memoria histórica y el 18 de Julio, por Miguel
Ángel.
El
error de Franco, por Rafael.
Con
valentía y honor, por Pituca.
El
18 de Julio y el « espíritu de Ermua», por
Condottiere.
Memoria Histórica, por Godofredo.
La
vigencia del 18 de Julio, hoy. por Fernando.
18
de Julio, ¿un golpe de Estado?, por Falangista.
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Y todo será maravilloso y guay, universal, lleno de
fraternidades que forman parte de un multi-todo de diseño y marca.
Y se nos vende la idea en el mercado fabuloso, entre vendedores de
humo con chistera, porque ya todo es mercado, todo tiene un precio y
las leyes infalibles de oferta y demanda se enmarcan en un cuadro
convenientemente asimétrico, inelástico con tics liberadores.
Pero sigue amaneciendo, y el día a día pasa su regular
factura. El presente exacto, ese tiempo que pulula entre la Historia
y el Proyecto, aparece cada mañana cual notario triste mostrando lúcido
que en la fiesta revolucionaria hay sacrificio de bebés, abuelos
exiliados a esos campos de concentración de la tristeza, familias
destrozadas, jóvenes acabados antes de abandonar la adolescencia…
Y nos vemos todos alienados, enemigos en casa, extraños entre
nosotros, desconocidos, libres con manos atadas y manos temblorosas
por síndromes de abstinencia.
Hace tiempo se utilizaba la Verdad para frenar delirios.
Pero la Verdad, como todos los conceptos incómodos, reguladores,
insobornables, ya no existe en los tiempos modernos. Las cosas ya no
“son”, las cosas “se hacen”. Y así el humano descubrió
hace unos siglos que la verdad se puede modelar entre nuestras manos
y darla imagen y semejanza de nuestras vísceras, rencores, manías.
La Verdad se reprodujo en verdades y se olvidó aquella restricción
que perfilaba, que pulía nuestras dulces neuronas para dirigir la
inteligencia hacia el encuentro del Sentido.
Si, matando a la Verdad, mataron el Sentido. Y de ahí a la
Unidad, y volvimos a la alienación del origen, a la división, a la
muerte de los tiempos y a poblar el mundo de demonios interiores. Ni
Historia ni Futuro, ni Vida Eterna. Es todo una inmediatez alucinógena
de sensaciones en el reino del presente inmediato.
Y tal día como hoy, desde mi celda, vuelvo la vista hacia
la última generación de España que se negó a la destrucción y
fueron capaces de establecer los puentes que nos hacen seguir
viviendo. La generación que se envolvió bajo el manto de la
bandera y de la cruz, y eligieron vivir en-la-Historia defendiéndose
de leyendas criminales. No quisieron dejarse morir por cuentos de
hadas, nanas suicidas, mientras les acuchillaban en la
oscuridad temblorosa de las noches largas.
Y volvieron a rehacer, una vez más, como siempre, las vías
formidables que liberan la Historia, que la dejan respirar, seguir
haciéndose. Volvieron al desierto que lleva a la tierra Prometida,
a la Patria siempre incompleta, nunca acabada, amada siempre.
Y
desde allí añorar la vida Eterna, el ensanche de la Vida, del
Amor, para que en la Unidad y el sacrificio se pueda recorrer juntos
el hermoso espacio ilimitado que va desde la Tradición hasta la
Salvación.
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