Si el 18 de julio merece ser recordado
incluso por aquellos que no compartan las bases ideológicas del régimen
al que dio lugar, es porque en aquellos momentos España contó con
un pueblo que, en frase de un político de la época, “no se
resignó a morir”. Por única vez, quizá, en la historia
contemporánea, el comunismo era obligado a poner pies en polvorosa
tras haber intentado engullir un país que podía haber sido pieza
clave en su estrategia de lucha internacional. Y, por más que nos
apenen las imágenes de tantos compatriotas cruzando la frontera al
término de la guerra, no ha de generar sino satisfacción el que
España no compartiera el destino de Polonia, Hungría, Cuba y
tantas otras naciones.
Estos días se
vuelve a hablar mucho del espíritu de Ermua, con motivo del
décimo aniversario de uno de los más atroces crímenes de la ETA.
Como en aquellos años 30, aunque de modo menos inmediato, España
se encuentra amenazada. Sin embargo, las condiciones parecen haber
cambiado sensiblemente. El espíritu de Ermua surgió como
reacción frente a una banda que trata de someter al totalitarismo a
una parte de la nación. Hoy sabemos que el peligro no parte
solamente de esa banda, sino de uno de los partidos que han
timoneado el régimen surgido de la transición; un partido
dispuesto, no a derrotar a los terroristas, sino a integrarlos en el
sistema en detrimento del otro partido mayoritario, al que se trata
de condenar al descrédito y a la muerte política.
La amenaza, pues, no
ha hecho sino cobrar mayor aliento, en tanto que el famoso espíritu
parece muerto, no sólo por la traición de los socialistas que
fingieron estar alineados con él, sino porque el pueblo que lo
secundaba no tuvo otra cosa que enarbolar más que unas manos
blancas. Tanto la ETA como los socialistas tomaron buena nota de ese
símbolo universal de rendición. Y obraron en consecuencia. Un
pueblo que sólo desea la paz, entendida como simple tranquilidad;
un pueblo cuyo pasto espiritual lo constituye el Imagine de
John Lennon (ni patrias, ni religión, nada por lo que matar ni
morir) no es más que carne de cañón totalitaria.
Sí, las condiciones
han cambiado desde aquel 18 de julio. Sin embargo, entre los que
rendimos homenaje al hombre que, junto al pueblo español, lo hizo
posible, no es de recibo el desaliento. Hoy por hoy, sabemos que es
difícil ver los frutos, pero no dejaremos por ello de trabajar para
invertir la terrible labor de zapa moral que ha llevado a cabo el
socialismo en las últimas décadas de nuestra historia. Ni de
recordar como es debido a quienes dejaron la piel por España en
aquella hora de gloria a la par que de tragedia.
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Ante
el 18 de Julio, por Pablo.
De
la Tradición a la Salvación, por Almirante.
La
Memoria histórica y el 18 de Julio, por Miguel
Ángel.
El
error de Franco, por Rafael.
Con
valentía y honor, por Pituca.
El
18 de Julio y el « espíritu de Ermua», por
Condottiere.
Memoria Histórica, por Godofredo.
La
vigencia del 18 de Julio, hoy. por Fernando.
18
de Julio, ¿un golpe de Estado?, por Falangista.
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