Por Fernando
Vizcaíno Casas.
El otro gran mito de
la guerra civil, éste a niveles colectivos, es el del bombardeo
de Guernica. Extendido a los terrenos del arte, porque aquel
lamentable hecho bélico parece ya indisoluble del lienzo de Pablo
Picasso. Que no fue pintado premeditadamente como homenaje al pueblo
arrasado, puesto que ya estaba comenzado antes de que se produjera
el bombardeo. Que tampoco es, ni de mucho, la mejor obra del genial
artista malagueño. y que, sin embargo, ha sido tan hábilmente
utilizada siempre, que nadie puede ya negarle el valor de símbolo
que se le confirió por los derrotados.
El hecho en sí del
bombardeo comienza siendo neciamente desfigurado por la propaganda
nacional, que pretende cargar la culpa de la destrucción de la
villa vasca a los dinamiteros. Es una excusa sin consistencia, y
pese a ello, utilizada durante algunos años, incluso por
historiadores escasos de documentación. Más tarde se restablece la
verdad: fueron los aviones de la legión Cóndor, en una
operación militar a todas luces excesiva. La contra propaganda
republicana teje, por su parte, una versión tampoco cierta y, desde
el primer momento, ofrece una lista de víctimas exagerada en
proporción de diez por una. Todavía ahora se sigue escribiendo que
fueron más de tres mil los muertos, cuando la investigación
seria los fija (con nombres y apellidos) en unos trescientos. (Véase
la obra fundamental de Vicente Talón Arde Guernica, publicada
en pleno franquismo.) (Vicente Talón, Arde Guernica, Ed. San Martín,
Madrid, 1970)
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Trescientos o tres
mil, no por ello pierde gravedad el bárbaro bombardeo de Guernica.
Pero forzosamente debe incitar al recelo acerca de las verdaderas
intenciones de quienes vuelven sobre el tema y lo hacen bandera
propagandística, el recuerdo de monstruosidades de mucha mayor
entidad, que, en cambio, se olvidan o se disculpan. Nagasaki,
Hiroshima, Dresde, fueron tres ciudades literalmente arrasadas por
la aviación aliada durante la segunda guerra mundial. Allí, los
muertos inocentes se contaron por cientos de miles. ¿ Y qué decir
de los bombardeos con napalm sobre el Vietnam, a cargo de la
aviación norteamericana?
Por ello, cuando
ingleses, franceses o norteamericanos movilizan la sensibilidad de
las gentes con el recuerdo de Guernica, hay que contener un gesto de
asqueado escepticismo. No se diga si son los soviéticos
quienes claman por la pretendida violación de los derechos
humanos.
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