Ante la proximidad de las
elecciones generales, estamos asistiendo a una virulenta campaña
mediática de intoxicación protagonizada por la izquierda, que como
es habitual en la historia de España, no se resigna a dejar el
poder, valiéndose de toda clase de subterfugios para manipular a la
opinión pública.
Recordemos la revolución de Asturias y la sublevación de Cataluña,
cuando perdieron democráticamente las elecciones a través de las
urnas en 1933.
Resultado de aquellas tristes jornadas, fueron la suspensión del
Estatuto de Cataluña, detención y apresamiento del Presidente de la
Generalidad, Luis Companys. La destrucción de gran parte de la
ciudad de Oviedo, acompañada de incendios y demolición de varias
iglesias. El sacrificio de dos millares de víctimas –entre ellas
algunos sacerdotes asesinados– y numerosos procesos subsiguientes,
que en su mayoría fueron indultados.
En
el curso de esta campaña electoral, fundamentalmente dirigida por
los medios de comunicación de masas al servicio del ejecutivo, la
televisión estatal, ha emitido repetidamente en el programa
“Documentos Culturales”, “La sublevación de Jaca”. Desde una óptica
gubernamental, se pretende enlazar sucesos acaecidos en los años
treinta del siglo XX, con la política actual, intentando asociarlo
al franquismo, seis años antes de su investidura en el declive de la
dictadura de Dámaso Berenguer, a juzgar por las imágenes que salen
al final del Caudillo como Jefe de Estado. ¿Qué se pretende con
ello? ¿Inventar otra Memoria Histórica?
Tras la dimisión de Primo de Rivera el 30 de enero de 1930, fue
sustituido por el general Dámaso Berenguer, Jefe de la Casa Militar
del Rey Alfonso XIII, falleciendo repentinamente don Miguel, un mes
después, el 27 de febrero en un hotel de París donde había
trasladado su residencia.
El
12 de diciembre de 1930, un grupo de oficiales iluminados,
encabezados por los capitanes Fermín Galán y García Hernández,
adelantándose a exteriorizar presuntamente un movimiento más amplio
en gestación, no consolidado, se sublevaron en Jaca con algunos
soldados y paisanos, sorprendiendo a las autoridades gubernativas.
Se
incautaron de las comunicaciones formando una Junta de Gobierno
republicano provisional. Inconscientemente, salieron en columna en
dirección a Huesca a través del terreno nevado de uno de los más
gélidos inviernos. Los insurrectos, se encontraron en el camino con
las tropas gubernamentales del general Dolla entablándose un
enfrentamiento armado en Cillas, siendo derrotados y dispersados,
quedando la mayoría prisioneros. Entre las víctimas que se
produjeron, figura el general Manuel Lasheras, gobernador militar
de la plaza, que falleció días después a consecuencia de las heridas
recibidas.
Los
principales encartados Fermín Galán Rodríguez y Ángel García
Hernández fueron juzgados en consejo de guerra sumarísimo, cuya
sentencia de muerte fue cumplida la madrugada del 14 de diciembre de
1930 por fusilamiento, con asistencia espiritual. El tribunal
militar desechó los indultos pertinentes recibidos.
El
capitán Fermín Galán ya tenía antecedentes de sedicioso. Tomó parte
en la conspiración contra la dictadura de Miguel Primo de Rivera la
noche de San Juan de 1926 –conocida por la Sanjuanada–, por cuyo
motivo fue degradado y encarcelado durante tres años en el castillo
de Montjuich de Barcelona. Amnistiado con otros militares
conspiradores en 1930, fue repuesto en su grado de capitán. |
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