Si los
comportamientos de rebeldía militar más o menos legitimados nos
producen si quiera respeto por lo que se juegan sus protagonistas,
como fue el último de ellos, la “sublevación de Jaca”, el de estos
facinerosos de gallinero que han sido condecorados nos produce
nauseas. Pues ni tan siquiera tuvieron los cojones para emular a sus
colegas los “capitanes de Abril”. Claro que si lo hubieran hecho, se
habrían encontrado solos y con el culo a la intemperie.
La Unión
Militar Democrática (UMD) fue una sociedad militar subversiva
secreta que se crea al amparo del cura más notable del Frente de
Juventudes, y después comunista, padre Llanos y un meapilas de
uniforme, el capitán Pinilla. De esa conjunción o simbiosis surge
todo un pequeño movimiento de rebeldes de filiación comunista que
intentaron posicionarse una vez muriese Franco.
La primera noticia
que se tiene de aquel grupo de forajidos es a tenor de la
celebración del llamado “juicio de Burgos” donde menos de una docena
de ellos firmaron, según consignas del Partido Comunista de España,
un Manifiesto a favor de los asesinos de ETA y de la amnistía
general.
Perseguido con
evidente candidez y condescendencia por parte del Régimen, el grupo
de forajidos siguió reuniéndose (altos del café Comercial de
Madrid), concitando algunas simpatías toda vez que utilizaba las
sacristías de Acción Católica, por aquel tiempo inundadas de “tontos
útiles” al servicio del PCE, pasando a colaborar en la revista del
Apostolado Castrense, “Pensamiento y Acción”. Es decir, todo
según las directrices marcadas por el Comité Central del PCE que
había planificado su táctica de penetración en España, sobre la
infiltración en la Universidad y en la Iglesia, aprovechando la
sensibilidad social de ciertos grupos de apostolado seglar.
Actuaron, pues,
obsesionados por la subversión, disfrazados y enquistados en el
interior del estamento militar como el “ejército durmiente” del PCE
para cuando la “rata de Pontejos”, el asesino de Santiago
Carrillo diera la orden de intentar un levantamiento en España que
sirviera a sus objetivos. Por eso, allí donde las palabras
“disciplina” y “sacrificio” se pronunciaban con solemnidad, ellos
las transformaban en conceptos vagos y amplios como “libertad” y
“democracia”.
Un grupo de
forajidos de filiación comunista que ni siquiera contaron, hasta
hoy, con la anuencia de ninguno de los sectores en los que estaban
encuadrados sus compañeros de armas. Pues ni siquiera el sector que
colaboró en la Transición, favorable a la evolución política tras la
muerte de Franco y representado por los generales Díaz Alegría,
Castañón de Mena y Gutiérrez Mellado contó con esta tropa. A la que
terminó expulsando del Ejército por considerarlos altamente
peligrosos para la paz en España.
Pues bien,
el día 16 de febrero, en el marco incomparable de la sede de
Defensa, con la cúpula militar en pleno presidida por el Jefe del
Estado Mayor de la Defensa, don Julio José Rodríguez (el general
risueño), el presidente del Congreso, don José Bono (el tipo que le
pega a todo) y los representantes de los partidos políticos, la niña
Chacón se sacaba una de las espinas que porta en su corazoncito de
antigua anarquista pendenciera condecorando a 14 ex militares
pertenecientes a la Unión Militar Democrática. Una cuestión de
ideología y simpatías. Pues yo también sueño que un día se pueda
condecorar con todos los honores a los hombres del 23-F.
Y por encima de
todo el esperpento, dos cuestiones me inquietan. La primera, el
silencio cobarde de la cúpula del Ejército actual, sobre todo desde
las filas de los oficiales (cada vez más incultos). Y la segunda,
saber si el señor de uniforme azul Julio José saludo marcialmente
después del acto a la ministra, pues de lo contrario pido se le
arreste tres días sin salir de la Compañía. |
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