A medida que
arrecian las ofensas contra Franco y su Régimen, se retiran sus
estatuas y se manipula la verdad histórica intentando borrar todo
vestigio de su presencia y de su ingente y grandiosa obra, los
hechos se nos demuestran más evidentes: Consagración del libertinaje
más audaz. Omnipresencia de los Partidos Políticos en todos los
órdenes de la vida moral, cultural y social de la nación.
Reconocimiento constitucional de la desmembración de España. Y
enfrentamiento ideológico a través de Ley de Memoria Histórica.
Cuestiones que sitúan a la sociedad española, al Reino de España,
recostada en un hedonismo insustancial, acrítico e inmoral, donde la
ética, la educación y los valores son conculcados en pos de una
supuesta sociedad civilista, plural, democrática, republicana y
progresista: la España de la ceja.
Un futuro sobre
cuyo horizonte se vislumbran enormes nubarrones, situándonos en el
momento más grave desde la solución “Cambio de Timón”,
aquella solución pactada y articulada in extremis en la que tuvieron
que emplearse para sacar a España de la deriva a la que los
políticos del Congreso y del Senado la habían conducido con el
aporte del resto de los Poderes del Estado y demás Instituciones del
Reino (Ejército, Jerarquía Católica Española…). Sin descartar, antes
al contrario, pues yo le sitúo en primer lugar, al Rey que puso
Franco.
Un Rey al que con
la Constitución en la mano cualquier imbécil, pongamos que Tardá,
puede poner en su sitio si el Monarca osará disentir abierta y
públicamente de firmar la nueva Ley del Aborto (por ejemplo) o
tomara la iniciativa para convocar un referéndum sobre cualquier
tema trascendental para la Nación como sería el recorte de
competencias en los Estatutos de Autonomía, la expulsión de los
extranjeros que ponen en peligro nuestro convivencia social,
cultural y económica, o la nacionalización del crédito hipotecario y
de ayuda a las pequeñas empresas.
Y es que a lo largo
de estos treinta y cinco años –el tiempo siempre nos lo marca la
muerte de Franco- España ha vivido en el mejor mundo posible, según
nos han hecho creer desde el Rey al último concejal del reino.
En el mejor mundo
posible, omitiendo los efectos de ese devenir suicida al que nos han
conducido como consecuencia del discurso de la algarada, a la que el
sistema político otorgó voz y voto, y a la dejación de quienes se
presumía estaban en su contra. Con todo, a lo más que se ha llegado
es al deseo de que las consecuencias, que se consideraban
inevitables, terminaran por reconducirse hacia un estado de orden y
racionalidad compartida. Es decir, el mismo comportamiento que hoy
el sistema afea a muchos padres, acusándoles de los actos vandálicos
de sus hijos, sin advertir, en este caso tampoco, que más de la
mitad de la responsabilidad le corresponde al sistema, que ha venido
destruyendo con su poderosa influencia y actuación la labor que
hacían los padres en sus hogares.
Y es tal la
situación de España al día de hoy, de auténtico desastre nacional,
desde mi punto de vista irreversible, que hoy son legión los
arrepentidos, los conversos, hasta no hace mucho agitadores del
fuego, cuyas biografías causarían sorpresa y hasta pavor si el
pueblo al que dan en llamar “soberano” las conociera y tuviera un
mínimo de conciencia crítica y de decencia moral.
Estamos sumidos en
la peor de las situaciones. Pues estamos sumidos en la “confusión”,
consecuencia de la falta de directrices de las que se han adolecido.
Y que en el orden moral ha tenido mucho que ver nuestra Jerarquía,
nuestros Obispos, a los que con sumo respeto hemos venido
denunciando desde estas páginas y desde otras parecidas, sin que se
nos mostrara un mínimo de atención. Si quiera fuera por el escándalo
que muchos católicos recibíamos con determinados comportamientos,
actitudes y declaraciones.
De ahí que ahora
muchos españoles no tengan ningún reparó en declararse católicos y
socialistas al unísono, incluso partidarios de la ley del Aborto
–según la ley que aprueba el Partido Popular, naturalmente, porque
para muchos es la ley buena, aunque dicha ley sea la causante
de más de 100.000 abortos sólo durante la etapa del Gobierno del
señor Aznar- y acercarse a recibir la Sagrada Comunión. Pues han
perdido toda referencia moral al no haber sido advertidos de una
forma clara, explícita y determinante por parte de quienes tenían la
obligación de hacerlo. Claro que tal advertencia tendría que haberse
hecho desde el momento en que con la firma del Rey de España, el
mismísimo don Juan Carlos de Borbón y Borbón, se posibilita con
todas las garantías jurídicas y celo sanitario el asesinato masivo
de miles de seres humanos en los vientres de sus madres.
Obviando actitudes
y comportamientos, cuanto menos contradictorios, como han sido, por
ejemplo, la amistad de varios Monseñores con el señor Bono, pese a
que comulga con pan “Bimbo”. O la investidura como catedrático de
Ética, Política y Humanidades de la Universidad Católica “San
Antonio de Murcia” del señor Aznar, con abrazo incluido del
Prefecto para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos,
Monseñor don Antonio Cañizares. Un comportamiento que algunos
han minimizado, porque la concesión se hacía al presidente de FAES
José María Aznar, y no al ex presidente del Gobierno José María
Aznar. ¿Diplomacia vaticana o persistencia contumaz con
grave daño de escándalo?
Pero como este
comentario sobre la situación de España no quiere ser el artículo de
un facha irredento, aunque en verdad lo sea, citaré
dos informes de todo punto imparciales porque todo lo malo respecto
a la situación de España no puede salir de mi pluma ni de otras
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