“Nada sin Dios y Todo por España”
Para pasar de una época a un cambio de
época, es imprescindible que se produzca una reacción, a fin de
anticiparse a aquello que aparece ya en nuestro horizonte nacional
como lo más trágico que nos puede suceder. Es, pues, el momento, de
no aplazar por más tiempo la decisión de actuar, especialmente en
asuntos potencialmente irreversibles para nuestra propia
subsistencia: la unidad e independencia de España, la degradación
moral y la invasión extranjera. Porque la tensión que generan
estas cuestiones básicas se produce, además, en el contexto de una
crisis económica mundial sin precedentes, causa y detonante del
capitalismo en su última fase de expansión, la globalización, sobre
el modelo social de “indigentes y millonarios” que ha creado, que
gobiernos y financieros hacen lo imposible por recrear, financiando
a las entidades culpables de la crisis, rescatándolas con el dinero
de los ciudadanos, porque ahora, sí es aceptada la intervención de
los Estados nacionales. Una crisis económica que en España, como
efecto de la confrontación ideológica, adquiere tintes ciertamente
muy preocupantes. Mientras el pueblo, proclamado “soberano” por la
Constitución, calla resignado ante un índice de paro sin comparación
en Europa, proclamando que no vale la pena protestar y dispuesto a
salvar a los culpables.
Hay que apostar por un cambio radical,
porque no se trata tan sólo de reformar algunas de las instituciones
del Sistema, sino de cambiarlas profundamente desde una razón de
fuerza, en virtud de los compromisos contraídos con Dios, con la
Patria y con las generaciones venideras.
Derogar la Constitución en lo que afecta a nuestra integridad
territorial, no podemos seguir tolerando por más tiempo la deriva de
España como consecuencia del asalto de unos facinerosos
atrincherados en las prebendas que les proporcionan sus
virreinatos. Hacer que las leyes en el orden humano sean un fiel
reflejo del Derecho Natural, calificando de perversas aquellas que
se opongan al mismo. Regular la inmigración en orden a nuestras
necesidades estructurales y coyunturales, regularla por cupos de
etnias y legislar una concesión restrictiva del derecho de
nacionalidad. Y ser independientes, o lo que es lo mismo,
soberanos, dueños de nuestro propio destino a través de una economía
nacional-sindicalista que derrumbe el modelo capitalista en manos de
especuladores, a través de un complejísimo entramado financiero que
traspasa las propias fronteras nacionales, dueños de nuestra
producción que ubican en lugares remotos, donde la explotación “del
hombre por el hombre” es máxima aceptada por toda la comunidad
internacional.
Por eso es necesario mirar hacia delante
y dar una respuesta a los nuevos retos que se han planteado para
intentar convencer a las gentes que no vale la pena salvar el
sistema. Y que se impone que seamos prácticos, y que no perdamos
este tren que quizá no vuelva a pasar. Para lo cual es necesario
facilitar la flexibilidad que reclama la necesaria convergencia de
todos los que estamos frente al sistema. Una Alternativa que coja
definitivamente al toro por los cuernos. Una realidad que será
posible cuando todos crean, creamos, firmemente en tal posibilidad.
Es decir, creamos de verdad en el cambio.
Sin demora, pues, hay que lograr un
acuerdo sobre los elementos imprescindibles que nos unen. Aunque un
pacto de esa naturaleza precise, en principio, de una serie de
acuerdos políticos y de un liderazgo que asuma la responsabilidad de
conducir el proceso, de iniciarlo y de llevarlo a buen término. Como
se puede ver, hay mucho por hacer, y hay que contar con tiempo,
medios y ganas. Pongámonos a ello si queremos de verdad tener
futuro. Nuestra concienciación y nuestro esfuerzo, el de todos, será
un factor decisivo para el triunfo. Dios lo quiera y que Él nos
acompañe siempre. |
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