Queridos Obispos Vascos: Mateo Mújica y Marcelino Olaechea:
Permitidme que me
dirija al cielo donde vivís, para comentaros una carta de los
actuales obispos de las diócesis vascongadas, dirigida personalmente
a todos y cada uno de sus sacerdotes, sobre un problema que os
afecta, porque lo sufristeis en vuestra propia carne en el año 1936.
La carta en cuestión, comienza recordando la atención prestada por
la Iglesia, después de 71 años, el 7 de octubre de 2007,
beatificando a 498, casi todos sacerdotes, martirizados en 1936 por
los rojos (comunistas y socialistas), para, acto seguido, subrayar
con queja amarga la desatención olvidadiza por parte de la Iglesia
de los 14 sacerdotes vasco-separatistas, “ ejecutados por quienes
vencieron en la contienda”.
Tú, Mateo Mújica, obispo de Vitoria que entonces comprendía las tres
provincias Vascongadas, y que antes fuiste obispo de Pamplona, y de
tus manos recibí el sacramento de la Confirmación en Vidángoz (Valle
del Roncal), y tú, Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona, que
vivisteis en el mismo crater del volcán el estallido inevitable de
la guerra, para salvar la Iglesia del exterminio comunista y salvar
a la Patria de convertirse en una colonia soviética; a vosotros que
tanto empeño pusisteis en evitar una guerra también fratricida entre
vasco-navarros con raíces profundas cristianas, separados por el
“matiz político” del separatismo, os suplico, por favor, decidles a
los actuales 4 obispos firmantes y al 5º obispo que no firma por
estar jubilado o por esconder la mano, que si quieren hacer, como
dicen, un ejercicio de “purificación de la memoria”, lo cuenten todo
con transparencia sin dejarse nada en el tintero. Porque vosotros lo
dejasteis todo escrito para evitar tergiversaciones futuras, en
medio de trabajos y sufrimientos; y publicasteis en el Boletín
Diocesano de Vitoria y Pamplona el 6 de agosto del 36, a los 19
días del inicio de la guerra, el primer documento de paz, obligados
“por la colaboración de un sector grande de católicos vascos (los
separatistas), con las fuerzas del Frente Popular, al que califican
de “marxista”, declarando la improcedencia o ilicitud de la conducta
del nacionalismo vasco”.
Fracasasteis en el intento con vuestra petición angustiosa, porque
“…uno de los dos bandos de hijos nuestros, amantísimos de la
Iglesia y seguidores de sus doctrinas, han hecho causa común con
enemigos declarados, encarnizados de la Iglesia, han sumado sus
fuerzas a las de ellos; por lo que Nos, con toda la autoridad de que
nos hallamos investidos… os decimos : no es lícito” “Pensad que la
ruina de España es la de todos”
Pero, la desobediencia flagrante, también de vuestros sacerdotes,
entre los cuales los 14 fusilados, se impuso; tal era la ceguera de
su pasión política, que se hicieron los sordos cuando les dijisteis
que sus hermanos sacerdotes en zona roja eran fusilados por miles
por sus compañeros de lucha; y las consecuencias se hicieron
inevitables, porque la conquista de la cornisa cantábrica en lugar
de durar 15 días duró 15 meses con miles de muertos. |
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Aquí está el nudo
de la cuestión de la carta de vuestros sucesores como obispos: que
no hacen alusión a la desobediencia a vosotros los dos obispos
vascos, de Vitoria y de Pamplona, que llorabais con angustia el
desastre que se echaba encima entre vuestros hijos vascos y
navarros.
Y vino la consecuencia del fusilamiento de los 14 sacerdotes tras
combate con muchas bajas. Yo no puedo aprobar esta acción del
comandante Llamas. El cardenal Gomá corrió a quejarse personalmente
a Franco en Salamanca; y Franco cortó por lo sano actuaciones de
este talante; tú Mateo Mújica saliste en defensa de todos y cada
uno de los 14; y hasta Pío XI se refirió públicamente al hecho. En
una palabra, no se soslayó el gravísimo tema, antes bien se zanjó la
cuestión al más alto nivel. No podemos decir lo mismo de los más de
56 sacerdotes asesinados por el bando en que militaba el clero
separatista, a pesar de que Pío XI dijera: “El comunismo es
intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con
él en ningún terreno los que quieran salvar la civilización
cristiana” Los católicos separatistas, alucinados por el señuelo del
Estatuto vasco prometido por el ateo marxista Prieto, prefirieron
hacerse cómplices de las matanzas que se sucedieron en las
cárceles flotantes de los barcos “Quilates” y “Altuna Mendi” y
cárceles por un total de 853 asesinados en las tres provincias, como
bien publicó José Echeandía, párroco de Durango, excautivo, testigo
del “Altuna Mendi, en su libro “La persecución roja en el país
vasco”
Señores obispos vascos de hoy: Si publicáis en vuestra carta los
nombres de los 14 sacerdotes fusilados por el bando nacional, y
reconocéis que el resto hasta más de 70, pasan de 56, fueron
fusilados en las Vascongadas por el bando rojo-separatista ¿por qué
no publicáis al mismo tiempo sus nombres? ¡Por favor! díganlo todo;
y no comparen los 6871 sacerdotes martirizados en España por odio a
la fe, con los 14 separatistas, que fueron fusilados por el bando
nacional, no por odio a la fe, ni por ser sacerdotes, sino por
empecinados en su odio a España, que, contra la voluntad “pública y
autoritativa” de sus obispos, Mújica y Olaechea,“han hecho causa
común con enemigos declarados, encarnizados de la Iglesia; han
sumado sus fuerzas a las de ellos; han fundido su acción con la de
ellos, y acometen fieramente con todo género de armas mortíferas a
los enemigos de ellos, que son sus propios hermanos”? ¿Acaso les
cabe duda, señores” obispos, de que hoy, durante 30 años de esta
Democracia, el PNV tiene por fuerza armada a la ETA que se declara
abiertamente marxista-leninista?¿Han iniciado en sus respectivas
diócesis algún proceso de beatificación de sus sacerdotes mártires?
¿No? Yo les acuso de silenciadores de Cristo de nuevo crucificado.
¡Por favor! dígan también que el ejército de batallones gudaris con
sus 90 capellanes se comprometieron a conquistar Oviedo para botín
del Frente Popular en febrero de 1937. El Comandante jefe de los
Capellanes de Gudaris, José María Corta Uribarren, antiguo alumno de
Comillas, 32 años, a la hora de seleccionar en Bilbao capellanes
para luchar en Oviedo, oyó que alguno le dijo: Tú el primero, que
para eso eres el jefe. Tengo testigo.
Pernoctaron en Avilés; algún gudari se dejó en el baño de la casa
donde se hospedó la medallita de la Virgen que le había puesto su
amachu. Oyeron misa muy devotos, mientras los curas de Avilés, que
no habían sido fusilados, se escondían como ratas por la cuenta que
les traía. Desfilaron camino de El Escamplero con sus uniformes
flamantes y el primer día de entrar en fuego, una bala en el pecho
acabó con la vida del Comandante Jefe de Capellanes, José María
Corta Uribarren, a quien se le dio solemne entierro por la Gran Vía
de Bilbao.
Los más de 30.000 atacantes no sabían que los pocos defensores de
Oviedo habían demostrado durante el largo asedio que la ciudad era
“invicta”. Pero, señores obispos vascos de hoy, si hubieran tomado
Oviedo, ¿qué botín se llevarían en sus conciencias a Bilbao los
gudaris y sus capellanes? Se lo voy a asegurar con absoluta certeza:
Serían testigos de que los 100 sacerdotes que vivían en Oviedo
habrían sido fusilados por los mismos que mataron a 193 sacerdotes
en la Asturias roja; serían testigos de que todas las iglesias de
Oviedo, incluida la catedral, habrían sido quemadas por los mismos
que quemaron las iglesias de Gijón, de Avilés y de las Cuencas
mineras. Ese es el botín que, con alegría de locos borrachos de odio
a España, llevarían en su conciencia los supercatólicos vascos
aliados del Frente Popular.
Entre sus consideraciones, los obispos vascos de hoy nos aseguran:
“Deseamos prestar un servicio a la verdad, que es uno de los pilares
básicos para construir la justicia , la paz y la reconciliación”;
pues dígannos toda la verdad y no reabran heridas por decir sólo
verdades a medias; y si tanto interesa la reconciliación, sería
interesante que nos dijeran la fecha en que el clero separatista
pidió perdón por la desobediencia flagrante a sus obispos uniéndose
como cómplices al Frente Popular y sus consecuencias gravísimas de
tal desobediencia.
Si nos dicen: “Queremos contribuir a la dignificación de quienes
(los 14) han sido olvidados o excluidos y a mitigar el dolor de sus
familiares y amigos” lo han podido también demostrar lamentando el
olvido y exclusión de los altares de miles de mártires que dieron su
vida por la fe sin una sola apostasía, hasta que Juan Pablo II puso
empeño en beatificarlos; lo han podido demostrar también
presidiendo los funerales de las víctimas de ETA, que hasta que
llegó Blázquez a Bilbao, no había obispo que los presidiera, ni
mitigara el dolor de sus familiares y proporcionara una caricia a
miles de niños huérfanos, víctimas de ETA.
Si nos dicen: “Queremos pedir perdón e invitar a perdonar también
nuestras limitaciones no sólo en el pasado sino en el presente”, que
nos expliquen porque había tantas dificultades a la hora de
encontrar un cura para presidir el funeral de un guardia civil o de
un policía asesinado por ETA; que nos expliquen esa extraña Teología
de quien se defiende diciendo que “Dios no nos manda amar a todos de
la misma manera”.
Totalmente de acuerdo con que “El perdone nuestra ofensas y nos
enseñe así a perdonar a los que nos ofenden”, sin excluir que nos dé
coraje de soldados cristianos para defender hasta la muerte a Dios y
España, frente a los enemigos que, contra toda justicia, pretendían
exterminar la Iglesia y convertir nuestra Patria en una colonia o
república soviética.
Suscribo la conclusión final de la carta de los obispos vascos de
hoy: “Purificando la memoria, sirviendo a la verdad, (se entiende la
verdad íntegra)…queremos mirar al pasado, (se entiende no sólo
lejano sino también de 40 años para acá con elementos como Arzalluz),
para construir un presente y un mañana nuevos” (se entiende con
clero joven pletórico de espiritualidad y fervientes católicos
vascos al estilo de los eminentes vascos españoles de la historia,
desde Ignacio de Loyola a Unamuno, desde Juan de Zumárraga a
Zacarías de Vizcarra)
Perdonadme obispos Mújica y Olaechea: no he pretendido interrumpir
vuestra visión beatífica de Dios. He salido en defensa de vuestra
verdad.
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