…¡Querido Paco! aquí
tienes la respuesta que recibí del Defensor del Pueblo, y mi justa
protesta dirigida al Señor Múgica; Jefazo del falsario tinglado
defensivo.
Muy señor mío:
Don Enrique, grande es la
confianza que tenía en el Defensor del Pueblo; no en vano he
recurrido en varias ocasiones a tan noble Institución. Pero,
desgraciadamente, no puedo admitir, de ninguna de las maneras, la
respuesta que he recibido por parte de D. Manuel Aguilar Belda, a
mi escrito –expediente: Q0309844; Área: 08- en el que denunciaba
el pillaje al que han sido sometidos los impuestos del contribuyente
alcalaíno para responder a los abusivos sueldos que se han
adjudicado la nueva corporación municipal de Alcalá de Henares.
Y, por supuesto, tampoco
puedo aceptar que a un escrito de cuatro folios, en el que me
esforcé para dar la mayor información posible, haya sido respondido
por una exigua respuesta que, además de confundir, da la sensación
de haber sido despachado el asunto con un expeditivo y descortés:
¡cállate!
Viene a decir el señor
Aguilar Belda, en dos únicos pareceres, que “el Defensor del Pueblo
supervisará la actuación de las administraciones públicas para el
esclarecimiento de sus actos y resoluciones, así como la de sus
agentes, en relación con los ciudadanos, a la luz de lo dispuesto en
el artículo 103.1 de la Constitución”.
Y a continuación expresa:
“con arreglo a las competencias legalmente encomendadas ha de
considerarse que la mera disconformidad o desacuerdo con una
resolución administrativa o con los criterios de organización o
funcionamiento de la actividad de la administración, que no
evidencie una vulneración de los derechos fundamentales cuya
salvaguarda tiene atribuida esta Institución, no puede por sí sola
motivar intervención alguna”.
Algo que se da de
bofetadas cuando el Defensor del Pueblo –lo tienen ustedes escrito-
tiene por misión controlar que la administración pública –incluida
la administración local- actúe conforme a lo dispuesto en el
artículo 103.1 de la constitución, es decir, que sirva los intereses
generales con objetividad y que actúe de acuerdo con los principios
de eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración y
coordinación, y con sometimiento pleno a la ley y al Derecho,
prohibiéndose expresamente toda arbitrariedad.
De donde se deduce que
para el señor Aguilar Belda, no se quebranta la ley ni el Derecho y
tampoco es arbitrariedad que los concejales de un municipio se
adjudiquen sueldos -detraídos, mejor dicho, saqueados, de los
impuestos del contribuyente- por las cantidades que les de la gana y
libres de impuestos, para más INRI.
¡Pues vaya un adjunto
segundo del Defensor del Pueblo! Con defensores así, no necesitamos
acusadores. Posiblemente, es que el señor Aguilar Belda no puede
olvidar que fue concejal en Albacete.
Insisto, si todo
trabajador español está supeditado a la reglamentación salarial, ¿no
es una arbitrariedad que los concejales se pongan el sueldo que
quieran, tomado, sin ton ni son, de los impuestos que paga el
ciudadano? La arbitrariedad, como usted sabe, es un acto contrario
a la justicia o a las leyes; es una ilegalidad.
Don Enrique, a mi
entender, el primer derecho de los fundamentales debe ser el de
velar por los impuestos que obligatoriamente paga el contribuyente,
ya que la primera y primordial obligación que tienen los ciudadanos
–impuesta por el Estado- es el pago de dichos impuestos, piedra
angular, sostén fundamental de la existencia del mismo.
No habría Estado sin esa
imprescindible aportación. No habría gobernantes, infinidad de
políticos, jueces, fiscales, cuerpo diplomático, ejército, otros
funcionarios mil -zampando todos ellos de los presupuestos-, el
aluvión de subvenciones a la iglesia, partidos políticos y
sindicatos, las múltiples ayudas sociales, hospitales etc., etc. Es
decir, no habría nada; ni Defensor del Pueblo.
Es de cajón, Señor, que si
el ciudadano tiene la obligación de pagar impuestos, también tendrá
el derecho a que la Justicia o quien fuere proteja y controle el uso
que se hace de ellos, evitando así el que a cualquier gobernante
desaprensivo y bananero, se le vaya la mano a su antojo,
convirtiendo al Estado de Derecho en uno de “Desecho”. ¡No se
puede admitir!
Quiero creer, que el señor
Aguilar Belda, nacido en Bienservida (Albacete), o no leyó bien mi
escrito; tenía prisa; pasaba por un extraño e inhabitual estado de
ánimo o se iba de vacaciones. Lo digo, porque también es inadmisible
la licencia que se toma con el fin de reducir mi protesta a una
simple disconformidad o desacuerdo para justificar la no
intervención, cuando en mi escrito de lo que hablo es de una
arbitrariedad administrativa, de un robo.
Y en el diccionario Espasa
leemos: robar es tomar para sí lo ajeno. Y María Moliner nos dice
que robar también es cobrar demasiado caro por una cosa o un
trabajo o engañar a alguien en un negocio. |
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