Hace ya mucho tiempo la
juventud española escribió, con su arrojo y con su sangre, una
página gloriosa en la Historia de nuestra querida Nación. Muchos
jóvenes, dejándolo todo, familia, novia, hogar… acudieron a luchar
por una Patria que estaba en peligroso trance de desaparición. Y
supieron batallar, y supieron morir y supieron vencer…
Durante 1.000 largos días, España se tiñó con la sangre generosa de
estos jóvenes que, encuadrados unos en el Ejército y en las Milicias
Nacionales, y luchando y sufriendo persecución otros, en la
retaguardia, supieron recobrar para nuestra Patria la Dignidad
perdida, y la Unidad, Grandeza y verdadera Libertad, sin importarles
nada su comodidad y anteponiendo a su egoísmo la heroicidad de su
sacrificio en la lucha, día tras día, hora tras hora, minuto tras
minuto… eternos minutos de encarnizada lid por un ideal superior.
Benditos minutos… 113.178 Caídos por Dios y por España, según
constan con nombres y apellidos en el Santuario de la Gran Promesa
de Valladolid, y cientos de miles de heridos y damnificados en esa
gloriosa Cruzada, dan fe de la magna empresa que acometieron.
Han
pasado ya muchos años desde aquella gesta. Los hijos y los nietos de
aquéllos muchachos generosos que lucharon, que se dejaron la piel y
que, por fin, vencieron, ya no quieren saber nada de lo que un día
hicieron sus padres y sus abuelos. No interesa, no es políticamente
rentable recordarlo y es mejor mirar para otro lado y renegar de
todo. Desgraciadamente, hoy día ser un cobarde o un traidor es más
provechoso que ser consecuente con una idea…
Y
no sólo eso. También esos hijos y esos nietos, que ahora tienen una
Patria entera, y una Bandera, y una sociedad gracias a aquéllos…
esos hijos y esos nietos son los que, además de renegar y apostatar
de todo, peor que talibanes destruyen los monumentos de sus abuelos,
cambian las calles de sus padres y hacen desaparecer hasta el último
vestigio de sus capitanes y de sus héroes, para arrojar a Dios de
sus vidas y adorar al becerro de oro del mundialismo atroz.
La
juventud ha cambiado la ideología por el materialismo, en este caso
capitalista, ha cambiado lo espiritual por lo meramente terrenal, el
esfuerzo por lo plácido, lo intelectual por lo chabacano, lo bello
por la fealdad, la Universalidad del Imperio por el aldeanismo más
paleto, el Sacrificio por la comodidad, la Gloria por el vil dinero,
Dios por el diablo deslumbrante chapado en oro, la absoluta Verdad
por la mentira teledirigida, y nunca mejor dicho lo de “tele”… Ha
cambiado, en fin, todo por lo que lucharon sus antepasados por una
mente vacía y una barriga llena de bazofia.
Sólo una pequeña minoría de jóvenes, en diversas trincheras,
mantiene encendida la llama que un día prendieron cientos de miles
de muchachas y muchachos en el frente, en la retaguardia, en los
campamentos juveniles, en las fábricas, en las universidades, en los
hogares, en la bendita paz de España, conseguida con mucha sangre y
con muchas penalidades por aquella generación gloriosa. Y un día,
esa llamita se expandirá vigorosa por toda la geografía nacional
para traer, de nuevo, la auténtica España Unida, Grande y Libre que
soñaron nuestros mayores. Y se hará Justicia. Y se volverá a izar la
Idea Eterna, para que su sombra sepulte a la ignominia…
No
tengamos dudas, “siempre ha sido un puñado de soldados el que, en
último término, ha salvado la civilización”. Esa es la esperanza que
nos mantiene con fuerza para, sin complejos y sin cobardía, poder
seguir avivando la llama y gritando con el orgullo y la valentía que
otros no tienen: ¡Viva Cristo Rey! ¡Arriba España! |
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