-A los que se quedaron en el camino, a los que
sufrieron la Patria, a don Blas Piñar-
Definida la Transición
como coartada, argumento que se esgrimió por quienes se propusieron
acabar con la obra de los 40 años de paz y prosperidad más larga de
la historia de España, y como fracaso, que es el resultado de la
actual situación de España. Obviando la llamada “razón de Estado”
que como argumento máximo imbricó todo el proceso del que hablamos,
sobre todo en lo que hizo referencia a los tres hechos o
acontecimientos capitales de aquel proceso involutivo: el magnicidio
de Carrero Blanco que descabezaba moralmente al Régimen del 18 de
Julio una vez hubiera muerto Franco; la matanza de los abogados de
Atocha, que supuso la legalización del Partido Comunista de España
(PCE), una cuestión que se hacia de todo punto imposible, y de sus
máximos dirigentes, asesinos convictos de genocidio y autores de
múltiples asesinatos, robos y saqueos, y el “suceso” del 23-F, que
no sólo abortó los distintos golpes civiles y militares que estaban
preparándose ante la situación de máxima gravedad de la nación, sino
que aniquiló el Ejército garante de la unidad e integridad de
España. Ocupémonos ahora del aspecto que considero de mayor
importancia, esto es, del impulso que como instigación de una
estrategia planificada y perturbación del orden jurídico-social se
dio a aquel proceso de involución o conculcación, vulnerando la
legalidad vigente sobre la base del engaño que se efectuó sobre el
pueblo y cuyos autores constan hoy, para la crónica histórica del
mañana, como culpables de la actual descomposición social y moral de
España.
¿Quiénes fueron, pues, los que instigación y
perturbaron España a la muerte de Franco, cuyo devenir es hoy el
causante de su descomposición social y moral?
En primera instancia la propia Monarquía, que
representó un paso inicial de enorme peso. Cuyo último impulso,
consciente de la ancianidad de Franco y desde la seguridad que le
proporcionaba su condición de residente en Estoril -donde era
mantenido entre otros por el papá de Ussía-, se permitía (14 de
junio de 1975) perturbar la paz de los españoles haciendo público un
comunicado a través del cual pedía se entregase todo el poder del
Estado a una denominada Plata-Junta Democrática, a la que él, el
porteador de la corona de papel que jamás logró ceñirse sobre las
sienes, don Juan de Borbón (una de las biografías más falsificadas
de la historia contemporánea de España), se había ofrecido como rey,
presidente o simple comparsa.
En segundo lugar, por la conspiración de toda esa
tribu que se agrupo en esa denominada Plata-Junta Democrática,
compuesta por comunistas, socialistas, socialdemócratas,
demócrata-cristianos y grupos de significación maoísta, que a
finales septiembre de 1975 llamaron a la rebelión a la opinión
pública a tenor de las condenas a muerte que se habían impuesto a
una serie de terroristas convictos de asesinatos y estragos, así
como contra el Decreto-Ley “contra el terrorismo” que a tenor de la
escalada de la violencia por parte de la incipiente ETA se había
contemplado como absolutamente necesario, como a la postre se
demostró.
Y en tercer lugar, por la Jerarquía de la Iglesia
Católica española acaudillada por el célebre y no tan celebrado
cardenal Vicente Enrique Tarancón, al que su edecán ha pretendido
subir a los altares, sin darse cuenta, en el mejor de los casos,
que tal acción provocaría un cisma dentro de la Iglesia Católica.
Una Jerarquía ésta, la española, que ha seguido, salvadas
excepciones, en la misma línea de actuación que la seguida durante
toda la Transición, y que es responsable, al menos por omisión, de
esa confusión que domina en la grey católica de España, que es capaz
de votar a formaciones que propugnan leyes anticristianas sin el
menor rubor y sin caer en la cuenta que están faltando contra el
primer mandamiento del Decálogo o Ley de Dios. Una Jerarquía que
muestra su imagen más plástica y contradictoria en las muestras de
cariño que los monseñores, como el propio Cañizares, dispensan al
rey, causante con su firma del asesinato de cientos de miles de
niños en los vientres de sus madres, y por otra, poniéndose al
frente de las manifestaciones contra el aborto siempre y cuando
perjudiquen al PSOE, partido inundado de católicos, incluso
practicantes, con las bendiciones de esos mismos prelados.
Y como el engaño bien
hecho (de “ley a ley sin salirse de la ley”) ofrece buenos
resultados, el Monarca que puso Franco, el otrora “príncipe
mudito” que no se había permitía rechistar en presencia de
Franco, otorga a un experto en “dossieres”, manejado por la
izquierda ante la que finalmente se rinde y bendecido por la
Jerarquía, Adolfo Suárez, un breve plazo para que “devuelva la
democracia” a España. Que fue el argumento que sustentó el fallo
real o decisión del monarca contra todo pronóstico, frente a una
postura tibia y derrotista por parte de quienes tenían la obligación
de velad “los supremos intereses de la Patria y del pueblo español”,
según les había ordenado Franco, que dejaron la puerta abierta a
gentes sin escrúpulos, de cuya labor recogemos hoy los resultados.
Aunque de esto se haya perdido completamente la perspectiva y se
imputen todas las desgracias nacionales al atribulado de
Zapatero, pues hasta los peperos, la Jerarquía de la Iglesia
Católica Española y los generales que ya se han hecho con el fajín
salvan de la quema incluso a Felipe González, el “mister X” del
crimen de Estado, de la corrupción generalizada, de la perversión de
las instituciones del Estado y de la degradación moral de trece años
de España. |
|