Traducción
de la obra «Diplomat im roten Madrid», (Un diplomático en el
Madrid rojo), Por Félix Schlayer, cónsul de Noruega en España.
"Iba a empezar enseguida una reunión con
representantes de los partidos del Frente Popular, en el curso de la
cual se iba a nombrar la nueva «Junta de Defensa» de Madrid.
Inmediatamente después de su nombramiento nos presentaría al nuevo
delegado de Orden Público [...]
Pasado algún tiempo apareció el ayudante con un hombre
joven que tendría de 25 a 30 años de edad, un «camarada» robusto
con un rostro de expresión más bien brutal, y nos lo presentó
como nuevo delegado de Orden Público. Pertenecía a las Juventudes
Comunistas, a la más encarnizada e insensible de todas las
organizaciones proletarias. Extremó su cortesía con los diplomáticos,
con quienes establecía contacto por primera vez en su vida y nos
citó para celebrar una entrevista en su nuevo despacho a las siete
de la tarde [...].
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Dicha autoridad se llamaba Santiago
Carrillo.
Tuvimos con él una conversación muy larga, en la que recibimos
toda clase de promesas de buena voluntad y de intenciones
humanitarias respecto a la protección de los presos y al cese de la
actividad asesina. Pero la impresión final que sacamos de la
entrevista fue de una total inseguridad y falta de sinceridad. Le
dije lo que acababa de oír en la Moncloa y le pedí explicaciones.
Carrillo pretendía no saber nada de todo aquello, lo cual me parece
totalmente inverosímil, como lo demuestra el hecho de que durante
la noche y el día siguiente prosiguieron, pese a sus falsas
promesas, los transportes de presos sacados de las cárceles.
Prosiguieron
sin que Miaja ni Carrillo intervinieran para nada; y sobre todo, sin
que pudieran seguir alegando desconocer unos hechos de los que les
acabábamos de informar. [...]
"Tal como pude sonsacarle al miliciano, aquello había transcurrido
de la siguiente manera: los autobuses que llegaban se estacionaban
arriba en la pradera. Cada 10 hombres atados entre sí, de dos en
dos, eran desnudados -es decir, les robaban sus pertenencias- y
enseguida les hacían bajar a la fosa, donde caían tan pronto como
recibían los disparos, después de lo cual tenían que bajar los
otros 10 siguientes, mientras los milicianos echaban tierra a los
anteriores. No cabe duda alguna de que, con este bestial
procedimiento asesino, quedaron sepultados gran número de heridos
graves, que aún no estaban muertos, por más que en muchos casos
les dieran el tiro de gracia".
"Luego me dirigí al único que estaba de guardia -un miliciano-, y
dando por sabido lo ocurrido, le pregunté sin rodeos dónde habían
enterrado a los hombres que fusilaron el domingo. El hombre empezó
a hacerme una descripción algo complicada del camino. Le dije que
sería mucho más sencillo que nos acompañara y nos enseñara el
lugar; me hizo caso, se colgó el fusil y nos condujo hasta ahí. A
unos 150 metros del castillo se metió en una zanja profunda y seca
que iba del castillo al río, y que llaman «Caz»; era una antigua
acequia. Ahí empezaba, en el fondo de dicha zanja, un montón de
unos dos metros de alto de tierra recientemente removida. Lo señaló
y dijo. «Aquí empieza». Reinaba un fuerte olor a putrefacción;
por encima del suelo se veían desigualdades, como si emergieran
miembros; en un lugar asomaban botas. No se había echado sobre los
cadáveres más que una fina capa de tierra. Seguimos la zanja en
dirección al río. La remoción reciente de tierra y la
correspondiente elevación del nivel del fondo de la cacera tenía
una longitud de unos 300 metros. ¡Se trataba, pues, de la tumba de
500 a 600 hombres!".
Biografía.
Félix Schlayer: Retlingen
(Alemania) 1873, Madrid (?). Ingeniero, establecido en España desde
1895 y domiciliado en Torrelodones (Madrid), ocupa en 1936, a los 63
años de edad, el puesto de Cónsul de Noruega, país con el que
había establecido, como empresario de maquinaria agrícola,
intensas relaciones comerciales. Al encontrarse fuera de España el
embajador de Noruega, el 18 de julio de 1936 se pone al frente de la
legación de dicho país, cargo desde el cual salvó
la vida de los más de mil refugiados acogidos en dicha embajada.
En noviembre de 1936, descubrió y dio testimonio de la matanza, en
Paracuellos de Jarama, de más de cuatro mil presos preventivos
extraídos de las cárceles de Madrid. Habiendo regresado a España
al finalizar la guerra, siguió viviendo en nuestro país, donde
falleció en fecha desconocida, hallándose enterrado en el
cementerio civil de Madrid.
El
primero que contó al
mundo el horror de las persecuciones, de los asesinatos masivos, de
las torturas de las checas en el Madrid de la revolución.
El primero que
descubrió la matanza de Paracuellos de Jarama: unos cinco mil
presos de diversas cárceles de Madrid asesinados a sangre fría en
la mayor matanza colectiva de toda la guerra civil. El primero también
que probó la implicación directa de Santiago Carrillo en la
masacre.
Ni una maldita placa celebra su gesta en
la desmemoriada España que se llena la boca de "Memoria histórica". Ni
siquiera su testimonio, editado en alemán en 1938, había
sido publicado nunca en español.
Félix Schlayer, sea esta edición su
homenaje.
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