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Actualizada: 30 de Mayo de 2.006.  

 
 
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  Opinión

Juan Carlos I: 30 años de reinado.

Rafael.

El capitán de navío, llegando a Cartagena, miró sorprendido el barco que, sin la bandera reglamentaria, se cruzaba con su submarino, sin responder a su saludo. Tras varios días de maniobras, incomunicados, no sabía que se había proclamado la república y que el barco en cuestión llevaba a Alfonso XIII al exilio. El que no llevaba bandera reglamentaria era el submarino, última unidad en que ondeó la bandera rojigualda de la monarquía. El capitán de navío era Luis Carrero Blanco.

Y sería la Academia Militar de Zaragoza, cuyo director era el joven general Francisco Franco, el último edificio oficial en que ondeó la bandera rojigualda.

Juan Carlos de Borbón, nieto de Alfonso XIII. La apuesta no era fácil. España era oficialmente reino desde 1947, pero hacía ya mucho que los españoles no tenían rey. Y Juan Carlos no era el único nieto.

Landelino Lavilla, que fue presidente de las Cortes y candidato a presidente del gobierno por UCD en 1982, inicialmente protegido de Carrero Blanco, hizo su tesis doctoral en Derecho sobre los derechos al Trono de España de D. Alfonso de Borbón. D. Jaime, segundo hijo de Alfonso XIII, era sordomudo, y en plena república no era la mejor imagen para la causa monárquica. Por ello José Calvo-Sotelo, jefe de los monárquicos, convenció al rey en el exilio de que pasase los derechos al trono a D. Juan, tercer hijo del rey. Pero según las leyes dinásticas, don Jaime podía renunciar por sí mismo, pero no por sus descendientes y su renuncia fue irregular, al haber sido escrita a a lápiz y no a pluma, y al no haber sido refrendada por las Cortes Generales en sesión plenaria. Años más tarde, el hijo de D. Jaime, D. Alfonso de Borbón, dijo a su madre entrando en una ocasión al Palacio de la Zarzuela: “Aquí tenía que estar yo”. Para los monárquicos franceses no hay duda: Luis Alfonso de Borbón, nieto de D. Jaime, es el jefe de la Casa de Borbón y legítimo heredero de los derechos al Trono de Francia.

Pero los hechos son los hechos y la iniciativa de Calvo-Sotelo abrió el camino del trono a Juan Carlos antes de que este hubiese nacido. Además lo que remató la república fue el asesinato de Calvo-Sotelo, a manos de Luis Cuenca, guardaespaldas personal del líder socialista Indalecio Prieto. Esto y el que Casares Quiroga, entonces jefe del gobierno, declarase que los policías habían matado al jefe de la oposición en defensa propia, llevaron al entonces militar de más prestigio a sumarse al golpe que se estaba preparando, un día después de haber comunicado a los golpistas su fidelidad al gobierno. La mayoría de los jefes y oficiales no se sumaron al golpe, y es seguro que sin la participación de Franco, la aventura hubiese fracasado. Y España volvió a ser Reino.

La monarquía representa la unidad y permanencia del estado. En el 572, sube Leovigildo al trono de España y unifica el reino: expulsa a los bizantinos de la costa mediterránea y conquista el reino suevo de Galicia. Su descendiente D. Pelayo será elegido por los astures para dirigir la revuelta contra los musulmanes invasores. El rey Juan Carlos desciende de D. Pelayo, de Leovigildo y Recaredo, que convirtió a España en estado católico. La monarquía asturleonesa, descendiente de la visigoda, empezará la lucha por recuperar el territorio de manos del invasor, lucha que forjará la identidad española.

El reinado de Juan Carlos empezó con una importante pérdida de territorio: el Sáhara español, con establecimientos españoles desde el siglo XV e importantes yacimientos de petróleo por explorar. Treinta años después, hay razones para cierta incertidumbre. Al rey Juan Carlos le ha correspondido reinar en lo que puede ser un punto de inflexión en la milenaria historia de España.


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