14
de abril de 2006.
Luis Carlos.
La izquierda quería
celebrar el 75 aniversario de la proclamación de la II República a
lo grande. Se propuso que la enseña tricolor ondease en los
ayuntamientos y que grandes concentraciones ciudadanas homenajeasen
al régimen proclamado de forma fraudulenta tras unas elecciones
municipales el 14 de abril de 1931.
El resultado de la
convocatoria tendría que hacer pensar a los dirigentes políticos
de la izquierda española. Apenas tres mil personas en toda España
se sumaron a los distintos actos de homenaje (tan siquiera el total
de afiliados de Izquierda Unida) y apenas en unos cuántos
ayuntamientos ondeó la bandera republicana.
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Lo paradójico es
que ese mismo día centenares de miles de personas desfilaban en las
Procesiones de Viernes Santo que el régimen al que se pretendía
homenajear prohibió. Lo que se pretendía convertir en un día de
la memoria fue un gran fiasco, una demostración palpable de lo
lejos que están las pretensiones revisionistas de la izquierda española
de la realidad social de la Nación. A los españoles la II República
no les importa un bledo y es algo que queda relegado a los libros de
Historia, pese a que unos cuantos políticos pretendan hacer de su
recuerdo una demanda popular de primer orden.
La etapa
frentepopulista, la más negra y nefasta de las que configuran la
existencia de la II República y que es aquella que pervive con más
insistencia en el recuerdo de la izquierda española, prohibió las
Procesiones de Semana Santa y cultos públicos; 75 años después de
la proclamación de la república, el 14 de abril de 2006, cientos
de miles de personas se agolpan en las calles para ver pasar los
pasos que conmemoran la Pasión del Redentor. Sólo en una ciudad
como Valladolid, amenazando lluvia, diez mil cofrades participaban
en la Procesión General de la Pasión, mientras en toda España
tres mil personas se acordaban de una fecha que la mayoría
desconoce o pretende olvidar.
La bandera tricolor
ondeó, sí, en cuatro sedes de Izquierda Unida o en tres balcones
de Ayuntamientos gobernados por la izquierda, mientras la roja y
gualda, la oficial, la de la España real que sobrevive, aquella que
suprimieron los resentidos políticos del 14 de abril, ondeaba a
media asta en buena parte de los edificios públicos del país y, lo
que es más importante, en muchos balcones particulares acompañada
del crespón negro.
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