El
18 de Julio se han cumplido 75 años del Alzamiento cívico-militar
que tuvo lugar en 1936.
Una
fecha imborrable que permanece en la memoria de los octogenarios
supervivientes con plenitud de facultades mentales, y que con ocho
años de edad vivimos y presenciamos la dolorosa tragedia que
comporta una guerra fratricida desde las dos zonas en que quedó
dividida España, hasta la victoria final el 1º de Abril de 1939 con
el arrollador triunfo del Ejército Nacional.
Los
niños de entonces, ajenos a lo que se tramaba desde que el Frente
Popular ganó las elecciones del mes de febrero de 1936, absortos en
nuestros juegos y lecturas infantiles, nos preocupaban las severas
conversaciones de nuestros mayores que presagiaban el estallido de
la conflagración armada que precipitó el alevoso asesinato del jefe
del Bloque Nacional José Calvo Sotelo, previamente amenazado en las
Cortes parlamentarias.
Tras la ruptura de algunos frentes de batalla ante el incontenible
avance nacionalista, muchas familias quedamos separadas e
incomunicadas hasta el término de la contienda con la incertidumbre
de su supervivencia.
Como en toda guerra civil hubo caídos por ambas partes, así como
muertes indeseadas en una misma familia, tanto en el frente como en
la retaguardia.
Algunas, víctimas del rencor, la venganza y la crueldad inherentes
del ser humano, que se exteriorizaba en determinadas circunstancias
de libertinaje y muy especialmente cuando se socava el principio de
autoridad establecido, o el poder constituido lo permite entregando
las armas a las masas enfurecidas, como ocurrió en la zona roja.
Por
ello, difieren sustancialmente los funestos acontecimientos de una y
otra zona que tuvimos la ocasión de vivir y presenciar con lo que
actualmente nos pretenden tergiversar desde la Administración con
absurda falacia denominada “Memoria histórica”. |
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Un
invento gubernamental siniestro, maquiavélicamente estructurado con
la premeditada intención de reinscribir la Historia, para confusión,
manipulación y deformación de las nuevas generaciones que no
vivieron el drama nacional, ni han recibido la enseñanza debida por
sus maestros, ni se han preocupado en buscar información veraz y
aséptica a través de los testimonios escritos por historiadores
relevantes no contaminados por el Sistema, ni por medio de los
supervivientes apolíticos, sin resentimientos, que hemos
desarrollado una vida pacífica y normal durante la autarquía, fruto
del esfuerzo personal, estudio y trabajo con plena dedicación para
conseguir una senectud estable.
Con
el denominado cambio, impulsado por la infidelidad y apostasía de
los oportunistas genéticos, que se sirvieron del Régimen para su
medro personal traicionándolo alevosamente en los últimos momentos,
con el malévolo propósito de seguir escalando provechosamente en el
nuevo Sistema, entregando la ejemplar victoria a los justamente
vencidos por su sinrazón, ineptitud e indisciplina. Han conseguido
con su demoníaca astucia que ganaran la guerra 75 años después los
derrotados, vulnerando alevosamente el último parte, firmado y
redactado por el propio Jefe del Estado, en aquellos momentos afecto
de un inoportuno estado gripal:
“En
el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado
las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha
terminado. Burgos 1º de abril de 1939. Año de la Victoria. El
Generalísimo. Francisco Franco Bahamonde”.
El
insigne y fecundo escritor y jurista Fernando Vizcaíno Casas, con
motivo del cincuenta aniversario del término de la última contienda
civil, publicó un importante libro ficción, titulado “Los rojos
ganaron la guerra”, obra de apasionante lectura y magistral
inspiración, en la que expone con claridad su pensamiento. Especula
con una lógica académica, lo que realmente hubiera sido España de
conseguir la victoria el enemigo.
Prueba evidente de la caótica situación socio-política en la que nos
hallamos inmersos. Un paralelismo histórico similar en muchos
conceptos, político-social, económico, moral y religioso, con el que
imperaba en el frentepopulismo los meses que precedieron a la
inevitable tragedia desencadenada por la izquierda más radical, cuyo
desbordamiento tuvo que reprimir forzosamente el levantamiento
cívico-militar en evitación de que estallara el proceso
revolucionario marxista-leninista preparado. Véanse fotografías y
consúltense hemeroteca de la época que corroboran nuestro aserto.
La
falsificación histórica, la contumaz falacia, el desmantelamiento y
defenestraciones de toda simbología del antiguo Régimen por muy
valiosa y escultural que sea, ha de erradicarse drásticamente para
que no quede vestigio alguno. Cirugía radical aplicada por una
democracia totalitaria, verdadera antítesis de lo que significa un
régimen honesto, liberal y parlamentario teóricamente, que sirva con
dedicación al país y no a los partidos políticos dueños de la
situación como en la actualidad.
La
astucia satánica practicada por la izquierda vencida en combinación
con sus compañeros de viaje del contubernio de Munich, han
conseguido en tres décadas transformar y adulterar el pensamiento
del español común, intoxicado por las virulentas directrices del
nuevo Sistema impartidas desde las aulas primarias, la enseñanza
media y universitaria potenciadas por los medios de comunicación de
masas al servicio del poder constituido.
Resulta incomprensible e inaudito el erróneo concepto que tienen las
nuevas generaciones –que sustentan con asombrosa firmeza– sobre la
Cruzada de Liberación y el Régimen de Franco, atribuyéndole con
mordaz insolencia todos los males acaecidos en el siglo XX.
Para los que vivimos la guerra objetivamente sin participar en la
misma por la edad, contemplada desapasionadamente desde las dos
vertientes, es inexplicable esta actitud obsesivo-compulsiva de
tantos compatriotas que niegan toda evidencia con argumentos
deletéreos indemostrables. Nuestra generación se formó en aquella
época tan denostada hoy, fruto del estudio, el esfuerzo y el trabajo
siempre con aires de superación sin presiones de ninguna especie ni
propaganda alguna. Muchos llegamos a la Universidad. A nadie se le
preguntaba los antecedentes políticos familiares para acceder al
Alma Mater. Únicamente privaba el expediente académico para obtener
una licenciatura, consiguiendo con la debida preparación ganar las
más difíciles e importantes oposiciones.
Piensen de una vez los inductores de la mutación histórica, en la
transitoriedad de esta fugaz vida terrenal, y que surgirán nuevas
generaciones incontaminadas, que restaurarán las obras
arquitectónicas y esculturales derrumbadas con saña al propio tiempo
analizarán los hechos acaecidos positivamente con objetiva realidad,
que la partitocracia imperante ha adulterado e injuriado
alevosamente.
Juan Donoso Cortés, marqués de Valdegamas, insigne jurisconsulto,
político e ilustre orador, una de las personas más egregias del
siglo XIX, se expresaba en los siguientes términos: “La mentira que
no nos tomamos el trabajo de desenmascarar, termina adquiriendo con
el tiempo, la autoridad de lo verdadero”.
Por
ello, los supervivientes de la tragedia española, no beligerantes,
tenemos obligación moral de revelar
la falsificación histórica que se transmite a las nuevas
generaciones por la actual Administración,
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