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Actualizada: 10 de Febrero de 2.009.  

 
 
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Carta al Sr. Rodríguez Zapatero.


   Por Jaime Miguel Tur, antiguo Sargento Legionario.


Excelentísimo Señor:

Como le prometí en mi anterior escrito, me dirijo nuevamente para manifestar lo que  quedó sin decir en el asunto de la Igualdad.

Señor, un español que vivió  los cuarenta años de dictadura –mi caso-, está en mejores condiciones de hacer comparaciones con la basura política que gobierna hoy día nuestra querida España, que los que ni habíais nacido siquiera, y por tanto, sólo podéis hablar de lo que os contaron, tal como intentaré hacer yo ahora.

Vaya por delante que no soy franquista ni antifranquista, por la sencilla razón de que paso olímpicamente de  los vomitivos y falsarios istas. Soy un español que siempre he tratado de ser yo mismo con todos mis defectos y virtudes. Jamás he seguido las paridas de ningún otro ser y siempre me he pronunciado con mi verdad vivida.

Por ejemplo, los políticos de la llamada izquierda -esa cosa tan despreciablemente demostrada- siempre habláis de la mordaza franquista. De la feroz dictadura que mantuvo a toda la población con la boca cerrada, sin libertad de expresión y bajo un censor severo y criminal.

Mire, Señor, cerca de la Plaza de Castilla –entrada a Chamartín-  había una calle con el nombre de Cielo Azul, en cuyo nº 5 estaba La Casa de la Manola. Una casa de nenas en la que todas las tardes se formaba una cola de soldados de no te menees a la espera del alivio.

Y fue en el año 1945 –no había cumplido todavía los 15 años- cuando entré una mañana para estar con una mujer por primera vez en  mi vida. Se lo cuento porque no me agarró la feroz policía franquista para apalearme en una comisaría o encerrarme en algún sitio. Es decir, entré y salí tranquilamente y como me resultó muy satisfactorio volví cuantas veces quise y pude, sin que nadie me prohibiera absolutamente nada.

En cuanto a la Igualdad que ha puesto usted tan de moda, he de decirle que el Generalísimo Franco autorizó los prostíbulos en toda España. Casas en las que estaban las mujeres que querían ganarse el sustento con el oficio más antigüo del mundo y bajo una revisión médica constante.

Y hoy día, Señor, las mujeres que se ganan la vida de esa manera están como perras callejeras, por parques, jardines, carreteras, autovías y bares no recomendables. Mujeres que te pueden contagiar una enfermedad que se te caigan hasta las pestañas. ¡Ele, la libertad y la igualdad de la divina democracia!

Por cierto, dígale a su ministra de Igualdad que prepare un comunicado en el que avise de que se acabó la desigualdad que existe entre un hombre y una mujer, cuando al efectuar la cópula sexual voluntaria,  resulta que el que tiene que pagar siempre es él.

Señor, dan ganas de vomitar, cuando se sigue oyendo que en la férrea dictadura franquista no existía la libertad de expresión. Que no se podían criticar las aberraciones del gobierno porque ibas a la cárcel. 

Expresiones innecesarias, porque al no haber políticos no había ladrones, de donde se deduce, que ningún ciudadano necesitaba hacer escritos como este mismo que le mando con mi desacuerdo.  

Escritos que hacemos gracias a la libertad de expresión democrática y que sólo sirven para que os limpies el culo con ellos. ¿Sabe de algún político que haya cambiado su actuación delictiva demostrada por la protesta pública de un ciudadano?

Señor, aprovecho la ocasión para decirle que los españoles de aquellos tiempos lo pasamos muy mal, debido a que los coleguillas de su difunto abuelo –que en  paz descanse- se llevaron -ROBARON- todo el oro que  tenía la Nación como erario público, depositado en el Banco de España. Así como las cajas particulares de todos los bancos  en las que los ciudadanos guardaban sus joyas; prendas, que en su mayoría eran recuerdos de sus seres queridos. Que unido a la falta de ayuda exterior produjo la pésima situación antes expuesta.

Excelentísimo Señor,  ¿a cuanto asciende la cantidad de billones de  deuda que tiene hoy día España, si dejara ahora mismo la política para irse a su casa? Se lo pregunto, porque el Generalísimo Franco, a pesar de la miseria que encontró,  y tras cuarenta años de mandato, a su muerte entregó La Nación española exenta de deudas. Por lo que el primer gobierno de la democracia pudo emprender su gestión libre de cargos onerosos.

Bien, como ayuda y para que salga de la política por la puerta grande, le voy a recomendar que ponga en marcha un equipo que  custodie los impuestos que obligatoriamente pagan los contribuyentes para que funcione la Nación.

Un equipo de custodios en número impar -once, por ejemplo- con puestos vitalicios y encargados de autorizar -por mayoría- las cantidades que les pidan los políticos, para tal o cual cuestión. También se nombrarían  tres más de ellos a la espera de cubrir bajas en caso de enfermedades.

Estos componentes deberán ser personas de probada integridad. Y aun siendo así, no estarían exentos de una larga condena en prisión si faltaran a la  regla para la que fueron escogidos. Por supuesto, en la elección de estas personas no podrían participar los políticos. Si el Poder Judicial.

Señor, no es de recibo que los políticos dilapidéis o malgastéis el dinero que sale del bolsillo de los contribuyentes en paridas, dádivas o subvenciones a los votos cautivos. Los políticos, sois el peor problema para los ciudadanos y por ende para la Nación. Una grave enfermedad incurable.

Por lo de la igualdad entre la mujer y el hombre, le recuerdo que soy hijo de una mujer, tengo una hija y dos hermanas a las que quiero con locura. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es la otra cosa. ¿A qué sí?

No olvide, por favor, lo que le he propuesto por el bien de los ciudadanos, que costean obligatoriamente los gastos de la Nación con el esfuerzo de su trabajo.

Un saludo.

 


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