Excelentísimo Señor:
Como le prometí en mi anterior escrito, me dirijo nuevamente para
manifestar lo que quedó sin decir en el asunto de la Igualdad.
Señor, un español que vivió los cuarenta años de dictadura –mi
caso-, está en mejores condiciones de hacer comparaciones con la
basura política que gobierna hoy día nuestra querida España, que los
que ni habíais nacido siquiera, y por tanto, sólo podéis hablar de
lo que os contaron, tal como intentaré hacer yo ahora.
Vaya por delante que no soy franquista ni antifranquista, por la
sencilla razón de que paso olímpicamente de los vomitivos y
falsarios istas. Soy un español que siempre he tratado de ser yo
mismo con todos mis defectos y virtudes. Jamás he seguido las
paridas de ningún otro ser y siempre me he pronunciado con mi verdad
vivida.
Por
ejemplo, los políticos de la llamada izquierda -esa cosa tan
despreciablemente demostrada- siempre habláis de la mordaza
franquista. De la feroz dictadura que mantuvo a toda la población
con la boca cerrada, sin libertad de expresión y bajo un censor
severo y criminal.
Mire, Señor, cerca de la Plaza de Castilla –entrada a Chamartín-
había una calle con el nombre de Cielo Azul, en cuyo nº 5 estaba La
Casa de la Manola. Una casa de nenas en la que todas las tardes se
formaba una cola de soldados de no te menees a la espera del alivio.
Y
fue en el año 1945 –no había cumplido todavía los 15 años- cuando
entré una mañana para estar con una mujer por primera vez en mi
vida. Se lo cuento porque no me agarró la feroz policía franquista
para apalearme en una comisaría o encerrarme en algún sitio. Es
decir, entré y salí tranquilamente y como me resultó muy
satisfactorio volví cuantas veces quise y pude, sin que nadie me
prohibiera absolutamente nada.
En
cuanto a la Igualdad que ha puesto usted tan de moda, he de decirle
que el Generalísimo Franco autorizó los prostíbulos en toda España.
Casas en las que estaban las mujeres que querían ganarse el sustento
con el oficio más antigüo del mundo y bajo una revisión médica
constante.
Y
hoy día, Señor, las mujeres que se ganan la vida de esa manera están
como perras callejeras, por parques, jardines, carreteras, autovías
y bares no recomendables. Mujeres que te pueden contagiar una
enfermedad que se te caigan hasta las pestañas. ¡Ele, la libertad y
la igualdad de la divina democracia!
Por
cierto, dígale a su ministra de Igualdad que prepare un comunicado
en el que avise de que se acabó la desigualdad que existe entre un
hombre y una mujer, cuando al efectuar la cópula sexual voluntaria,
resulta que el que tiene que pagar siempre es él.
Señor, dan ganas de vomitar, cuando se sigue oyendo que en la férrea
dictadura franquista no existía la libertad de expresión. Que no se
podían criticar las aberraciones del gobierno porque ibas a la
cárcel. |
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Expresiones innecesarias, porque al no haber políticos no había
ladrones, de donde se deduce, que ningún ciudadano necesitaba hacer
escritos como este mismo que le mando con mi desacuerdo.
Escritos que hacemos gracias a la libertad de expresión democrática
y que sólo sirven para que os limpies el culo con ellos. ¿Sabe de
algún político que haya cambiado su actuación delictiva demostrada
por la protesta pública de un ciudadano?
Señor, aprovecho la ocasión para decirle que los españoles de
aquellos tiempos lo pasamos muy mal, debido a que los coleguillas de
su difunto abuelo –que en paz descanse- se llevaron -ROBARON- todo
el oro que tenía la Nación como erario público, depositado en el
Banco de España. Así como las cajas particulares de todos los
bancos en las que los ciudadanos guardaban sus joyas; prendas, que
en su mayoría eran recuerdos de sus seres queridos. Que unido a la
falta de ayuda exterior produjo la pésima situación antes expuesta.
Excelentísimo Señor, ¿a cuanto asciende la cantidad de billones de
deuda que tiene hoy día España, si dejara ahora mismo la política
para irse a su casa? Se lo pregunto, porque el Generalísimo Franco,
a pesar de la miseria que encontró, y tras cuarenta años de
mandato, a su muerte entregó La Nación española exenta de deudas.
Por lo que el primer gobierno de la democracia pudo emprender su
gestión libre de cargos onerosos.
Bien, como ayuda y para que
salga de la política por la puerta grande, le voy a recomendar que
ponga en marcha un equipo que custodie los impuestos que
obligatoriamente pagan los contribuyentes para que funcione la
Nación.
Un
equipo de custodios en número impar -once, por ejemplo- con puestos
vitalicios y encargados de autorizar -por mayoría- las cantidades
que les pidan los políticos, para tal o cual cuestión. También se
nombrarían tres más de ellos a la espera de cubrir bajas en caso de
enfermedades.
Estos componentes deberán ser personas de probada integridad. Y aun
siendo así, no estarían exentos de una larga condena en prisión si
faltaran a la regla para la que fueron escogidos. Por supuesto, en
la elección de estas personas no podrían participar los políticos.
Si el Poder Judicial.
Señor, no es de recibo que los políticos dilapidéis o malgastéis el
dinero que sale del bolsillo de los contribuyentes en paridas,
dádivas o subvenciones a los votos cautivos. Los políticos, sois el
peor problema para los ciudadanos y por ende para la Nación. Una
grave enfermedad incurable.
Por
lo de la igualdad entre la mujer y el hombre, le recuerdo que soy
hijo de una mujer, tengo una hija y dos hermanas a las que quiero
con locura. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es la otra cosa.
¿A qué sí?
No
olvide, por favor, lo que le he propuesto por el bien de los
ciudadanos, que costean obligatoriamente los gastos de la Nación con
el esfuerzo de su trabajo.
Un
saludo.
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