¡Paco!, sé
que te vas a cabrear; pero como no me hizo caso el Jefe del Estado
Español que tú pusiste, me dirigí al Jefe del Estado Mayor del
Ejército de Tierra, con las mismas razones que utilicé la primera
vez, en cuanto al arresto y destitución del General Mena
Aunque has de saber,
igualmente, que se limpiaron el culo con los dos escritos. ¿Te
contestaron a ti? Pues a mí tampoco. Empápate bien, porque este
escrito va una mijita más completo que el anterior y con razones
duras como peñas. Aquí lo tienes:
Excelentísimo Señor:
Le dirijo este escrito por
ser el Jefe del Ejército de Tierra y pertenecer al Estado Mayor,
flor y nata, élite de nuestros Ejércitos. Y, por tanto, con
capacidad más que suficiente para comprender el conflicto mental en
el que me hallo, por lo que está ocurriendo en España con nuestro
Ejército.
En su momento me puse de
parte del General Mena, así se lo hice saber al Jefe del Estado,
mediante un escrito por ser el Jefe Superior de nuestros Ejércitos,
defendiendo la decisión de expresar sus pensamientos públicamente,
por la sencilla razón de que en el Ejército hay hombres, no troncos
leñosos. Hombres que piensan y sienten, por tanto, nadie, ni San
Pedro, puede arrebatarles impunemente el Derecho a exponer sus
sentimientos.
De ahí, la extrañeza que
me causaron las palabras que su excelencia expresó días atrás, según
leímos en los medios de comunicación: “El Ejército habla con las
actividades y las acciones más que con la palabra” “Las opiniones
particulares, cuando se generalizan, pueden llegar a distorsionar la
realidad” “El Ejército es muy grande y las opiniones individuales
no son la opinión de todo el Ejército”
Es decir, como es obvio,
sus declaraciones vinieron a contrarrestar las tan recientes del
General Mena. Declaraciones por las que no le arrestaron Señor,
cuando al hacerlas públicas estaba contraviniendo la obligación de
no expresar sus opiniones en público. Lo que viene a confirmar una
vez más que la morralla de políticos que sufrimos tienen dos varas
de medir: castigar las expresiones que les molestan y hacerse los
sordos con las que no.
Quiero decir Señor, que
como sus declaraciones, al igual que las del General Mena no
distorsionaban nada de nada, ¿por qué se arresta al Señor Mena y a
usted no?, algo que sí distorsionó la realidad. Conste, que si
hubiesen arrestado a su Excelencia por esas declaraciones,
igualmente, me hubiera parecido inadmisible.
El digno Señor Mena, dijo:
“Es nuestra obligación alertar de las graves consecuencias que
podría conllevar la aprobación del Estatuto de Cataluña, en los
términos que está planteado, tanto para las Fuerzas Armadas
(como institución) como para las personas que las integran, en tres
aspectos verdaderamente preocupantes para nosotros.”
La indisoluble unidad de
la Nación española, patria común e indivisible de todos los
españoles, como fundamento de la Constitución. El trastorno que
traería al Ejército la exigencia de la lengua de la Autonomía que
se trate y el caos que produciría la justicia por la aparición de
poderes independientes del Estado”.
Y apostilla:
afortunadamente la Constitución marca una serie de límites
infranqueables para cualquier Estatuto de Autonomía. De ahí mi
mensaje de tranquilidad. Pero, si esos límites fuesen
sobrepasados, lo cual en estos momentos afortunadamente parece
impensable, sería de aplicación el artículo 8º de la
Constitución:
“Las Fuerzas Armadas,
constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del
Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de
España, defender su integridad y el ordenamiento constitucional” |
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Y remata: “No olvidemos
que hemos jurado –o prometido- guardar y hacer guardar la
Constitución. Y para nosotros, los militares, todo juramento o
promesa constituye una cuestión de honor.”
Señor, siento el deseo
irrefrenable de repetir este último alegato, haber si se enteran
algunos de los compañeros del General, al parecer llamados andanas.
Algo que no puede aceptar mi conciencia, de ahí el conflicto mental
del que le hablé. El relevo y arresto del General Mena, fue una
ignominia, un abuso, una desvergüenza, un baldón más para el
inmoral gobierno que tenemos en la actualidad y una bochornosa e
innoble acción de sus compañeros de armas en activo.
“Cuando la voz de un
enemigo acusa, el silencio de un amigo condena”,
no me canso de repetirlo. Insisto, no es posible que todo el
generalato español, dignísimos hombres de honor, hayan silenciado la
ofensa hecha al General Mena. ¿Por qué? ¿Por qué no hablaron? ¿Qué
está pasando? Desde luego, no acepto, en este caso, ni por pienso,
que “para el fiel silencio hay siempre una merced segura” Horacio.
Entiendo Señor, que si el
Rey, Jefe Superior de los Ejércitos calla –cosa extraña, ya que
siempre se le ve cascando hasta por los codos, riéndose a mandíbula
batida y abrazando a todo lo que se mueve- todos los demás, digo,
chitón. Entonces, ¿quien va a parar los destrozos que vienen
cometiendo el inútil y lunático político que preside el gobierno?
Usted declaró como he dicho al principio: “El Ejército habla con las
actividades y las acciones más que con la palabra”. Estupendo,
Señor, pero ¿cuándo piensan accionar?
Por supuesto, no estoy
pidiendo que los militares utilicen las armas, a pesar de habérselas
entregado el pueblo para que defiendan a la Nación, y por ende a los
ciudadanos. Sólo por obligación. Porque tan enemigo de nuestro País
es un extranjero como el nefando político español que aprovecha el
poder que le ha entregado su mismo pueblo, para acabar con la
Nación.
Lo que un servidor
preferiría es que, además de tener las armas, la cúpula militar
reivindicara hasta conseguir su derecho a la libertad de expresión
como el que ejerce cualquier ciudadano, ya que sería más que
suficiente para proteger a las gentes de bien, tal como ha sido la
noble intención del General Mena. Con un simple aviso, a los
políticos caguetas del pútrido gobierno que soportamos en la
actualidad, se les pondría el bello como escarpias. Por eso cortan
de raíz cualquier acción o palabra que les avise de su abuso de
poder. El Congreso de los Diputados todavía huele a caca, desde
Tejero.
Vamos a ver Señor, si los
terroristas asesinos tienen armas, pueden hablar, chulearse,
amenazar y exigirle al resentido y ablanda brevas ZP, culpable de
todo lo que está pasando, la desmembración de España bajo la
intimidación de seguir asesinando, ¿por qué gentes de orden como
los militares han de estar exentos del Derecho a expresar sus
sentimientos llegado el caso, por muy amenazantes que fueren o
parecieran? No olvide, Señor, que la exigente mordaza impuesta a
los militares por los políticos, añagaza democrática, es para que
ellos puedan especular, corromper, robar y engañar al pueblo con
total libertad. Que es lo que vienen haciendo.
A mi corto entender, uno
de los graves problemas que existen en el Ejército con la llegada de
la democracia, así se lo hice saber al Jefe del Estado y al Ministro
de Defensa, es la de Generales de confianza del político. ¿Cómo es
posible? ¿Eso qué es? ¿Cómo se come?
Los Generales no se han ni
de rozar siquiera con los nauseabundos políticos. Es el Jefe
Superior de los Ejércitos, para eso cobra por ello, el que debe
trabajar nombrando o cesando a los Generales de sus cargos. Jamás un
político, enemigo mortal de los militares.
Los políticos de este
gobierno encabezados muy a su placer por ZP, son los peores enemigos
que pueda tener nuestro Ejército; no quieren ni verlo, lo que más
les gustaría es acabar con él, si pudieran. El “prefiero que me
maten antes que matar” del ex ministro Bono, es más que elocuente.
No olvide tampoco, Señor,
que el único ejército que les gusta a estos galafates es el que les
deje hacer y deshacer a su antojo y, principalmente, el que utilice
las armas para asesinar a sus enemigos políticos en la primera
ocasión.
Sé de la dificultad para
solventar el grave problema al que me estoy refiriendo, porque para
que el Ejército español no tenga que intervenir en disquisiciones
políticas, como no intervienen los militares de países democráticos,
es necesario que en España haya una democracia de verdad, para que
el político que delinca desaparezca de la escena pública y vaya a la
cárcel a cumplir la condena al completo como ocurre en los países
democráticos aludidos, pero aquí, en España, Señor, los vemos tan
felices en sus casas o gobernando nuevamente a los mismos
indeseables que ordenaron asesinar o asesinaron y saquearon miles de
millones de los fondos públicos, que todavía no han devuelto.
Tenemos una democracia con
un legislativo convertido en un antro infecto de intereses
partidistas; un poder judicial –piedra angular del sistema- no
independiente sino politizado y desprestigiado, al que hay que
acercarse con caretas de antigases hediondos; y un ejecutivo que es
un auténtico estercolero, ya que nos encontramos con un ministro
señor Montilla, que recibió mil millones de pesetas de una entidad
bancaria para que le favoreciera en una OPA desde el Ministerio de
Industria y otro ministro, señor Caldera, que falsificó un
documento y mintió en el Parlamento como todo un Presidente que se
pasó los trece años de la feroz corrupción felipista sentado en un
escaño sin decir ni pío.
Por lo que pregunto: ¿qué
acción noble y digna a favor de la Nación puede salir de esa
gentuza? ¿Y qué institución puede salvar –así hay que hablar- al
hombre de bien, al hombre que trabaja y produce, al que con sus
impuestos sostiene el tinglado?, cuando a los demás partidos
políticos que se sientan en el Parlamento, resulta que les importa
un pito tener un ejecutivo que apeste a corrupción, por la sencilla
razón de que son idénticos en inmoralidad, desvergüenza y
latrocinios.
Es pues evidente, el
interés de los politicastros por el silencio de los militares para
manejarlos como les dé la gana. Orden que han de acatar hagan lo que
hagan, porque estamos en democracia, dicen. Y es esta la triste e
infamante realidad, Excelentísimo Señor, que va representando, por
llevarla tras sí aunque no quiera, un digno General español cuando
sale al extranjero en comisión de servicio.
Es mío, Señor, que si el
abogado antimilitarista señor Bono mandó quitar
de la montaña de Tremp el lema
de la Academia General Básica de
Suboficiales del Ejército: “A España servir
hasta morir” y en otra ocasión manifestó que “si la mitad de
los generales fueran mujeres el Ejército funcionaría mejor”, sin
que nadie se coscara.
Es de suponer, que cuando
ZP, saque de la cárcel a los asesinos etarras y les conceda la
independencia de las provincias vascongadas, tampoco hablarán, y
hasta es posible que repartan arpas para que la contemplación de la
destrucción de nuestra Nación resulte más apasionante y memorable.
No piense, Señor, que soy
un exaltado patriotero y disfruto exponiendo esta cruda realidad;
todo lo contrario, me causa desazón y un anímico dolor, sobre todo,
cuando pienso en lo que se avecina en las entrañables provincias
vascongadas y catalanas. Amo a mi patria como la ama y debe amarla
cualquier ciudadano normal que nace en el país. Simplemente. Nada
más.
De ahí, mi interés en
defenderla utilizando las armas que tengo: la palabra y el genio
innato. Señor, en la situación política española actual, el
obligado silencio impuesto a los militares no ayuda a la democracia,
contribuye a su degeneración.
Porque no hay demócratas
ni existen las ideas políticas que den carta de naturaleza al
sistema. Salvo raras excepciones, por aquello de la regla, a la
política española con partidos de estructura piramidal ha entrado
toda la bahorrina de la sociedad que viene a llenarse los bolsillos,
que es su única idea, su único Dios.
Casi todos los figurones y
allegados de los partidos políticos son ya cuasi multimillonarios. Y
les importa un pito que la Nación pierda la unidad y se convierta en
satrapías. Ya que en cualquier momento agarran la riqueza que han
afanado, todo lo que le han robado al pueblo, al que venían a
defender, se suben a un avión y ahí os quedáis, ¡imbéciles!
Es un hecho, Señor, que
la Constitución consagra a su Majestad el Rey, Jefe del Estado e
inmune ante la ley, y como su misión es la de regir pero no
gobernar, resulta que no puede intervenir en las cuestiones del
mismo Estado del que él es el Jefe.
Y siendo esto así, al
nombrarlo también Jefe Superior de los Ejércitos, vuelve a resultar
que si él no puede hablar, sus inferiores tampoco podéis hacerlo. Es
decir, los astutos y nauseabundos politicastros trapichearon que la
más alta figura institucional sirviera de mordaza al Ejército y de
obligada vista gorda a las tropelías que ellos cometan, por tener
vedada institucionalmente su intervención en las gestiones de
gobierno.
Más claro, declararon al
Jefe del Estado de nuestra Nación, inmune ante la ley –inadmisible
en un Estado de Derecho-, para ser ellos también inmunes a los
latrocinios que vienen cometiendo. ¿A qué no pueden ser más golfos,
de lo que son, Señor?
Y ese es el nudo gordiano
que hay que cortar cuanto antes o terminarán por llevar a nuestra
nación a su desaparición, si ustedes los generales, no intentan
intervenir, en primera instancia, con razones, pero exigiendo,
porque esa es la principal reforma constitucional que la vida sana
del sistema democrático está pidiendo a voz en grito.
Aprovecho esta ocasión
para decirle que al conocer el año de su nacimiento me acordé de que
cuando su Excelencia tenía cinco años de edad y jugaba a las
canicas, ya estaba yo en la compañía de máquinas de la Primera
Bandera del Tercio Gran Capitán 1º de la Legión, en Tauima, Melilla.
Bandera que fundó y comandó el Generalísimo Francisco Franco.
Reciba mi más profundo respeto y un afectuoso y cordial saludo.
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