Se cumplen hoy treinta años
del atentado que costó la vida al presidente del Gobierno
Carrero Blanco, a su conductor y a un escolta, perpetrado
por el «comando Txikia» de ETA, que en un primer momento
había planeado secuestrar al almirante y canjearlo por
los presos
«No puede ser sino una
acción llevada a cabo por unos elementos aislados». Con
estas palabras, el presidente del Gobierno vasco en el
exilio, Joseba Leizaola, se resistía a admitir que «los
hijos descarriados» del nacionalismo vasco hubieran
perpetrado el magnicidio que costó la vida al almirante
Luis Carrero Blanco, a su conductor y al escolta. Un
atentado del que hoy se cumplen treinta años. Desde
entonces, ETA ha asesinado a más de 800 personas, la
inmensa mayoría en tiempos de democracia y el PNV sigue
negociando con la banda.
Las circunstancias jugaron a favor del «comando Txikia»
en su objetivo de asesinar al número dos del Régimen, «el
Ogro». En noviembre de 1972 «alguien» informa a la
dirección de ETA de que que el Almirante acude a diario a
misa de 9 de la mañana en la iglesia de los Jesuitas, en
la madrileña calle Serrano. A principios de diciembre,
dos terroristas enviados a la capital de España
comprueban, en las páginas amarillas, que reside en el número
6 de la calle Hermanos Bécquer. Después, sobre el
terreno, confirman la veracidad de la información. La
rutina del hombre llamado a garantizar la continuidad del
régimen, una vez muerto Franco, choca con las elementales
normas de seguridad. Su puntualidad es más que británica:
lunes, martes, miércoles, jueves y viernes entra al
recinto por una de las puertas laterales, entre las nueve
y las nueve y un minuto. Tras la ceremonia, regresa a
casa, en un Dodge negro, con matrícula PMM, siempre
utilizando el mismo itinerario: Serrano, Juan Bravo,
Claudio Coello, Diego de León y Hermanos Bécquer. Y,
siempre, con la misma comitiva: el conductor y un escolta.
A partir de enero, la presencia etarra en Madrid se eleva
ya a cuatro activistas.
Una «jaula»
para «el Ogro»
A la vista de lo accesible que resulta el almirante,
ETA decide planear su secuestro, con el objetivo de
canjearle por todos los presos, terroristas y políticos,
que tengan penas o peticiones fiscales superiores a diez años.
Los etarras darían un plazo de 48 horas y si no se
aceptaban las condiciones, el propósito es asesinarlo.
Para materializar el secuestro, la banda emplearía a no
menos de 16 activistas, 8 dentro del recinto y otros 8
fuera, con misiones de llevarse al almirante, reducir al
escolta, controlar a las personas que se encontraran en
las inmediaciones y cubrir la huida. ETA había alquilado
seis pisos, incluida «la jaula», destinada
exclusivamente a ocultar al rehén.
Pero a finales de mayo, unos delincuentes irrumpen en
la «jaula» con la intención de robar. A los etarras se
les plantea la posibilidad de denunciar el hecho pero se
quitan de en medio. El 9 de junio, Carrero es nombrado
presidente y se le agregan tres escoltas más. Demasiados
para neutralizarlos en tres minutos, como habían previsto
en un principio los etarras. En noviembre, la dirección
desiste del secuestro y opta por asesinar al «Ogro».
De nuevo, todo se torna a favor de los terroristas. Uno
de los etarras se hace pasar por escultor, para justificar
los ruidos, y alquila un semisótano en el número 104 de
la calle Claudio Coello. El 7 de diciembre comienzan a
excavar un túnel que debe de llegar hasta el centro de la
calzada. Será en forma de «T». Se trata de colocar dos
cargas en cada uno de los extremos del palo transversal y
una tercera en el centro. En total, 75 kilos de dinamita
goma. El 15 de diciembre finaliza la excavación.
El atentado se planea para el día 20, al considerar
ETA que se habrá rebajado la vigilancia policial
provocada por la visita, un día antes, de Kissinger.
«¡Gas!,
¡una explosión de gas!»
El 19, los etarras, vestidos con buzos de electricistas
para no llamar la atención, despliegan el cable para
accionar el mecanismo a distancia. Hasta el mismo día 20,
a las siete de la mañana, no se colocan las cargas. Después,
los etarras estacionan un vehículo Austin 1300, color
beige, en doble fila, en la misma calle Claudio Coello,
para indicar el momento en el que el «Ogro» pase justo
encima de las cargas y, además, con la finalidad de
obligar a reducir la velocidad de la comitiva.
La explosión, que envuelve en humo y fuego el coche
del presidente y lo hace desaparecer, impresiona a los
terroristas que, con los buzos de electricistas, corren al
grito de «¡gas!, ¡gas!, ¡una explosión de gas!»,
para desorientar a los transeúntes y a la Policía.
Las comunicaciones internas que se cruzan entre los
mandos policiales y los coches patrullas y camuflados que
acuden a la zona reflejan el caos. Transcurren los
minutos, que se hacen eternos, y nadie puede localizar el
vehículo de Carrero. «R22», clave del mando de la Policía
Armada, pide a «H20», uno de los patrullas, información
de lo ocurrido.
«Pregunte si al presidente del Gobierno le ha
ocurrido algo».
«Los funcionarios del coche de escolta han resultado
heridos y estamos tratando de localizar el coche del señor
presidente y a él, como es natural...», responden
nerviosos los agentes.
Aumenta la confusión, ya que las patrullas comunican
que Carrero no ha resultado afectado y ha abandonado la
zona. Pero nadie lo localiza. En medio del caos, el mando,
enfadado, insiste:
«A ver si pueden enterarse por ahí si el coche del
señor presidente del Gobierno está por allí volando,
puesto que no sabemos nada y pasaba por allí hacía
unos momentos...Cambio».
«No se preocupe. Trataremos de enterarnos. Cambio»,
le responden desde los coches policiales desplazados a
la zona.
«Mandado
al tejado»
La tensión sube y el número dos del Régimen no
aparece.
«Acercaros al domicilio del señor presidente y ver
si ha entrado, si está el coche en la puerta».
Minutos después, que son eternos, un «Z40»
comunica:
«Dicen de un coche al que le ha cogido la explosión
de lleno y lo ha subido hasta la azotea...».
Instantes después, ««K20» precisa:
«Parece ser que el coche que ha sido mandado al
tejado es el del presidente».
«H20» lo confirma:
«Efectivamente, el coche que han subido a la azotea
es el que llevaba al presidente, que ha resultado
muerto...».